UANDO nada, cuando mucho. En las últimas horas la actualidad del Athletic ha cogido carrerilla y se apilan las noticias. Noticias, en la mayoría de los casos, no exentas de una vertiente polémica. La rescisión del contrato de Ibai Gómez ha pasado más bien desapercibida entre el ruido generado por las manifestaciones de Iker Muniain y la decisión de que Yuri Berchiche sea operado en breve, así como las reacciones que han suscitado ambos asuntos.

El club ha tratado la salida de Ibai de la forma más aséptica posible, apela para ello a la elemental e insalvable fórmula del "acuerdo". ¿De qué otro modo podría resolverse si no? El meollo de la operación es lógicamente la cifra que el jugador ha percibido de la ficha correspondiente al año que le restaba de contrato para despedirse del equipo de sus amores. A lo mejor termina sabiéndose, pero seguro que al Athletic le ha salido por un pico y hay que entenderlo, pues el jugador está en su derecho de percibir lo que tenía firmado. Ha prevalecido el interés por reducir la plantilla y la resignación: en Ibaigane saben que los descartes son caros y este más aún después de abortar un traspaso que estaba hecho.

Ibai ya es historia. Lo de Yuri se enmarca en el presente y dibuja un futuro incierto. Marcelino no se ha preocupado en disimular su mosqueo, asegura no comprender que el jugador vaya a ser intervenido justo en el inicio de la pretemporada tras tirarse varios meses en el dique seco. En realidad, su perplejidad no abarca toda la dimensión del problema. Será porque él no estaba en Bilbao entonces, pero resulta que el pubis ya era un impedimento para Yuri en la campaña 2019-20. Existen valoraciones emitidas por voces autorizadas del club que confirman este extremo. Es decir, no es que se haya desaprovechado la indisponibilidad de Yuri de abril hasta la fecha en curso para poner remedio a la lesión, sino que ocurrió lo mismo el verano anterior, aunque se ha de recordar que el calendario fue atípico por culpa de la pandemia.

En definitiva, Marcelino pierde a un titular no se sabe por cuánto tiempo, aunque las experiencias vividas en Lezama invitan a situar el regreso de Yuri en septiembre, ya con un puñado de citas oficiales celebradas. Y no queda claro de quién es la responsabilidad. Lo más socorrido es apuntar al servicio médico por no haber establecido el tratamiento correcto a recibir por el defensa. Sin embargo, en esta clase de temas conviene ir con pies de plomo. En ocasiones ni los especialistas en medicina coinciden al emitir su juicio sobre un contratiempo físico o a la hora de recomendar la solución idónea, de modo que los ajenos a la ciencia de Hipócrates debemos mantenernos en un discreto segundo plano.

Ello no quita para que, desde la prudencia, se catalogue de anómala la situación por la que atraviesa Yuri, más que nada porque se trata de un proceso cuya vigencia abarca tres temporadas consecutivas. Siguiendo el hilo, viene a colación la lesión de Muniain en la final con el Barcelona, una muestra evidente de que las cosas no siempre son como parecen y a veces nadie está libre de pecado cuando se suscita un problema de índole médica. Aquí por ejemplo, el servicio médico no ha dicho esta boca es mía, pero tanto Muniain como Marcelino, el primero con sus declaraciones y el segundo con su silencio, se diría que asumen como normal el episodio de La Cartuja, no siéndolo en absoluto.

El entrenador sí tocó de pasada la controversia creada por las palabras del capitán del pasado miércoles. Dijo que lo del puro se le antoja "irrelevante totalmente" y uno se animaría a darle la razón, pero eso equivale a obviar la dimensión que el protagonista de la estampa veraniega se empeñó en otorgar a la imagen en cuestión con un discurso muy desafortunado de principio a fin. Bien está que Marcelino saque la cara a sus futbolistas, pero aquí se equivoca de plano. Pese a que suela imperar entre los que se consideran estrellas de este negocio, el criterio del todo vale es indefendible.