A un mes para la conclusión de la liga figura el Athletic en décima posición, igualado a puntos con los dos equipos que le siguen, a once de Europa y a once de la frontera del descenso. Era noveno cuando se destituyó a Gaizka Garitano, cuyo balance en el campeonato guarda un gran parecido con el correspondiente a la etapa de su sucesor, al menos en la cadencia de puntuación. Así pues, el efecto buscado con el relevo en el banquillo no se ha materializado si lo que se pretendía era una reacción, una mejora en el rendimiento y en la imagen. ¿Sería entonces procedente sostener que estamos donde estábamos? Sí y no.Podría afirmarse que Marcelino García se ha visto superado por los mismos problemas que marcaron la etapa anterior, que la tendencia ha permanecido invariable porque su metodología no ha cuajado. En su descargo cabe apuntar que ha negociado un calendario más exigente, al combinar los frentes de la liga, la Supercopa y la Copa e incluir hasta tres opciones de título, con la exigencia extra que ello supone. Sin embargo, la irregularidad, el déficit de fiabilidad, el contraste de rendimientos percibido entre los meses de enero y abril llama poderosamente la atención y confirma que el asunto se le escapó de las manos.

Ha faltado visión y cintura para articular soluciones o cuando menos evitar una bajada de tensión que de asumible pasó a inquietante y luego devino en caída libre. No se acertó a interrumpir un proceso detectable sobre la marcha (elevado número de empates, drástica pérdida de efectividad rematadora o letales concesiones en defensa, son indicativos que no han pasado desapercibidos) que desembocaría en el doble fiasco de La Cartuja. El Athletic tocó fondo en ambas finales, no ya por las derrotas sufridas sino porque estuvo irreconocible. Visto lo visto hubiese sido preferible no comparecer para ahorrarle el disgusto a una afición que sabe perdonar todo excepto un Athletic ejerciendo de equipo pequeño.

Algunos análisis estiman que llegados a este punto, Marcelino parte de cero, pero es justo lo contrario. La aún breve experiencia que ha vivido en Bilbao, concede al técnico asturiano un valiosísimo material de cara al futuro. Es obvio, puesto que los resultados no engañan, que no era buena del todo la información que manejaba cuando dio el sí a la oferta de Ibaigane. Es comprensible que la idea que trajo de lo que es el Athletic no estuviese aquilatada porque desconocía el club y el vestuario desde dentro, en el día a día; sería igualmente entendible que, recién aterrizado, el desarrollo de la Supercopa contribuyese a desvirtuar sus impresiones, pero ahora ya puede asegurar que dispone de muchos datos para en adelante introducir las correcciones precisas y no verse de nuevo desbordado por los acontecimientos, tampoco por las rutinas, vicios y costumbres que rigen en Lezama.

Plantear los siete encuentros previos al verano como un examen a la entereza de la plantilla suena perfecto. Marcelino dice que quiere ver al Athletic competir, objetivo que no es incompatible con aprovechar este período para completar el estudio del personal a su cargo. Labor que pide a gritos una revisión del reparto de minutos. Hay un grupo de futbolistas que ha tenido la oportunidad de expresarse ampliamente, cuestión diferente es que lo hayan aprovechado, y hay otro que parte en desventaja dado que sus apariciones han estado siempre supeditadas a lo que convenía al primer grupo.

poca novedad

Marcelino va a contar la próxima temporada con el grueso del plantel actual. Cualquier movimiento, de salida o de entrada, se antoja dificultoso. Los contratos en vigor, así como la ausencia de mercado y el maltrecho estado de las arcas, condicionan el corto plazo. Es previsible que se registren incorporaciones del filial, al menos en pretemporada, pero para que haya altas antes deberán darse bajas. El contexto económico lastra incluso las cesiones, que sobre el papel conllevarían un costo importante. En definitiva, va siendo hora de que se efectúe una valoración ajustada de cada jugador, de que se aborde en profundidad un quién es quién. Es el momento de fijarse en los hombres y no tanto en los nombres por la sencilla razón de que estos últimos, para bien o para mal, han mostrado cuál es su auténtico nivel.

Se trata de una tarea comprometida, ardua, pero inaplazable porque se ha ido relegando con la disculpa de atender lo inmediato. Aunque Marcelino firmó un contrato que vence en 2022 y este proceso de regeneración es continuo, nunca se detiene, a él le toca responder de lo que vaya a ocurrir el año que viene en el orden deportivo. Le compete acometer esa revisión de una jerarquía que a estas alturas, tal cual está diseñada, se sabe el juego que da, hasta dónde alcanza, y es evidente que no lo hace para satisfacer las expectativas. Por si todavía persistiese alguna duda sobre el auténtico potencial de los favoritos de Marcelino, que uno por uno coinciden casi plenamente con los de Garitano, basta con remitirse a las dos finales de Copa, aunque también resultan aleccionadoras las ligas recientes y la presente. La plantilla, tal cual es, posee potencial, pero reclama una gestión distinta. O sea, que le vendría bien un meneo. Depende de Marcelino.