¿Fue duro no jugar ni un solo minuto con el Athletic tras el confinamiento?

—Tan duro como inesperado. Cuando volvimos del confinamiento quedaban once partidos, salió la regla de los cinco cambios y aunque yo tenía claro que no iba a seguir la siguiente temporada por cosas que habían ido sucediendo, dentro de mí tenía la esperanza de poder ayudar al equipo, jugar tres partidos y alcanzar los 400.

¿A qué lo achaca?

—No lo sé. Imagino que el míster no veía necesario contar conmigo, darme minutos. Igual tenía muy claro que no contaría conmigo al año siguiente… No lo sé. A mí lo único que me decía era que entrenaba bien, que siguiese, que iba a necesitar a todo el mundo.

El club tardó en hacerles saber a usted y también a Beñat Etxeberria que no iban a continuar. ¿Qué le pareció ese hecho?

—Está claro que yo entiendo las cosas de una manera que el club, Gaizka, Rafa o quien sea no las entiende igual. Quiero decir, no sé hasta qué punto si a la vuelta del confinamiento yo no jugué ningún minuto por qué tenía que escuchar que tenían dudas de lo que iba a pasar conmigo. Ya veían que el entrenador no contaba conmigo y eso a mí me hacía indicar cuál era el final.

¿Faltó comunicación?

—Sí. En todo caso sí. Vuelvo a decir, no soy alguien que haya tenido una relación fluida de hablar en el día a día con los entrenadores o directores deportivos, pero creo que se pudo haber comunicado mejor que se acababa nuestra etapa en el Athletic.

¿Alguien le ha pedido perdón por las formas?

—No. Porque creo que dentro de cómo han actuado ellos también con otros casos, no actúan con maldad. Simplemente tienen otra visión distinta a la que puedo tener yo.

¿Sintió pena por no poder despedirse jugando en Granada?

—Allí y y en San Mamés también. Me dio mucha pena. No fue el final deseado después de once años a un club que te ha dado tanto y al que le has dado tanto. Tampoco le doy muchas vueltas. Pasó así, me dio pena, pero ojalá hubiese sido de otra manera. Cuando se retiraron, por ejemplo Gurpegi, Iraola o Gorka (Iraizoz), vi algo en lo que yo me veía reflejado. No he tenido esa suerte. Me da mucha pena.