EBASTIÁN Blasco, vecino de Andorra, de Teruel, y defensor de la República, murió poco después de acabada la Guerra Civil. Oficialmente se hizo constar como un suicidio, aunque la familia nunca lo creyó. El destino de Sebastián es simillar al que corrieron miles vascos y vascas que todavía permanecen en las cunetas de nuestros pueblos.

80 años más tarde, May Borraz, su nieta, decidió que demasiados misterios rodaban la muerte de su abuelo y que iba a intentar desvelarlos. Partía de distintas versiones que le habían explicado a lo largo de los años. Además quería recuperar sus restos, pues nadie sabía con certeza donde lo habían enterrado.

El último cuento (Ed. Calipso, L&Z) y por subtítulo abuelos y cunetas recoge, en forma de diálogo ficticio con su abuela Manuela, viuda de Sebastián, los cinco años que May, filóloga, filósofa y periodista de viajes, dedicó a investiar y las conclusiones a las que llegó: “A mi abuelo Sebastián lo suicidaron la noche del 17 de abril de 1939, dos semanas después del fin de la Guerra Civil española. Mi novela es la crónica de su muerte”, señala a DEIA María Borraz.

Esta autora de diversos libros y guías de viajes se crió en Barcelona con su abuela Manuela, que además de cuentos, le contaba que su abuelo había muerto 15 días después de terminada la Guerra Civil y que, a pesar de que la versión oficial, mantenía que se había suicidado, la verdad era que le habían matado. “Por la espalda cuando ya había acabado la guerra”, repetía su abuela, fallecida en 1998.

Se decidió a investigar cómo murió su abuelo porque se dio cuenta de la necesidad moral que tiene este país de sacar a todos sus muertos de las cunetas o las fosas a las que se les arrojó. De la necesidad de limpiar el pasado para poder construir un futuro basado en la justicia.

Para su investigación, May Borraz, habló con mucha gente, con toda la que pudo. Familiares, amigos de la familia, vecinos de Andorra, historiadores... con cualquiera que pudiera saber qué había pasado con Sebastián o que me pudiera explicar cómo eran aquellos tiempos en el pueblo. “La lástima es que vamos tarde, los testigos directos están muertos y sus hijos son ya muy mayores”, reconoce la autora.

¿En su relato no se percibe rencor ni siquiera a la familia del hermano de Sebastián que le traicionó? “Al ser todo el libro una conversación con mi abuela, no sale el rencor; es un proceso de amor hacia ella y a mi madre. Si me hubiera podido enfrentar a sus asesinos, que era imposible, tal vez hubiera sido distinto, pero sus nietos nada tienen que ver con lo que hicieron sus mayores”, reconoce Borraz.

Hubo dos hechos que le acabaron de decidir a saber lo que realmente ocurrió con Sebastián y otro a encontrar su cuerpo. Uno fue durante una visita al cementerio de Andorra, Teruel. Por aquel entonces, su madre creía que los restos de su padre podían estar en la fosa común del cementerio, un rincón sucio y polvoriento. Cuando se acercó y vio el mal estado en el que se conservaba empezó a gritar reclamando un poco de dignidad para los que allí yacían.

El otro fue oír a Mariano Rajoy jactarse ufanamente de no haber invertido ni un solo euro en la Ley de Memoria Histórica. ¿Cómo puede superarse ver a un presidente del Gobierno vanagloriándose de no haber invertido ni un solo euro en la memoria? “Todo esto solo se supera dándole la vuelta a la Ley de Memoria Histórica y dedicándole le buena parte de los presupuestos a sacar a nuestros familiares de las fosas comunes. Sus declaraciones fueron una humillación; una vergüenza., porque los suyos bien que los sacaron y los enterraron como es debido”.

Son muchos los que niegan el derecho a la memoria y que sostienen la idea de que lo mejor es olvidarlo todo, aunque esta es la teoría que solo utilizan los vencedores de la contienda, los que contarn su historia. “Es lógico que apuesten por ‘pasar página’ porque ellos y ellas no tienen nada que olvidar ni recordar; tienen miedos de posibles justicias, no solo de dignidad, sino también de cuestiones económicas, aunque es impensable que devuelvan todo lo incautaron a los perdedores. No se puede negar el futuro; es obligatorio recordarlo y saber lo que pasó”, recalca la periodista.

Sostiene que recuperando la memoria no solo “no abrimos heridas, sino que incluso cerramos algunas”. Porque las heridas son feas cuando no se curan bien y supuran “¡Ese es el tipo de herida que abunda en este país! No podría estar más en desacuerdo con los que abogan por el olvido, por pasar página. Sin embargo, este tipo de herid abundan en este país en relación con la Guerra Civil. Yo misma tenía varias.De hecho, había un conflicto serio con una parte de la familia de mi abuelo, que explico en el en relación con la Guerra Civil», explica Borraz.

El último cuento se une a otros libros con la misma temática ¿Cómo cree que se recupera mejor la memoria haciendo literatura, relato o con un relato no ficción, biografico como es el suyo? “Todo vale, pero hay un cierto hartazgo en la sociedad sobre películas y novelas sobre la Guerra Civil. Pero ese hartazgo si lo enfocas con historias personales entra mejr entre la gente, les resulta más atractivo y así hay que hacerlo para que crezca la idea de que hay que hablar del pasado para recuperar la memoria. Porque una sociedad que no quiere conocer su pasado está condenado a repetirlo”, recaca Borraz.

¿Su historia familiar de no ficción ha generado respuestas también entre los que siguen soñando con el franquismo? “De los vencedores algunos; yo les decía la verdad: “he pretendido recuperar a mi abuelo. Pero, a la vezz, estoy supercontenta porque me ha escrito un montón de gente de países de Latinoamérica y también del Estado contándome sus historias y agradeciendome haber contado la mía, porque se han sentido identificadas con mi relato”.

Borraz anima a nietos y descencientes de los desparecidos y represaliados en la Guerra Civil a recorrer la senda que ella misma ha seguido, aunque lo tendría que asumir el Gobienro, aunque solo sea por salud o higiene mental. “Sí. Totalmente a los que tengan un tío o un pariente... que lo saqyeb a la luz para que tengan nombre y apellidos y estén en el lugar que le corresponden, no en las cunetas”, dice contunente.

Borraz se puso en contaco con la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH)porque había seguido muy de cerca todo el proceso de la exhumación de Timoteo Mendieta, uno de sus casos más mediáticos. Cuando les expliqué que estaba buscando a Sebastián me ofrecieron rápidamente todo su apoyo. Y en cuanto les pedí ayuda para llevar a cabo la exhumación se encargaron de todos los trámites necesarios.Su trabajo durante la exhumación fue formidable”, recuerda.

Reconoce que es demasiado llamativo la carrera de obstáculos en la que han convertido el problema de la memoria histórica. “El presidente Zapatero aprobaba leyes buenas, pero el problema es que la ejecutaba muy tarde; se ha perdido demasiado tiempo, porque la memoria se va desvaneciendo. Con el paso del tiempo nadie se acordará; entonces a nadie le importara y todo el esfuerzo no habrá servido”, dice Borraz.

Deja claro que todos los beneficios obtenidos por la venta de este libro se destinarán a la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH) y el libro se podrá adquirir a través de Amazon.

“Recuperando las medidas no solo no abrimos heridas, sino que incluso cerramos algunas; las heridas son feas cuando no se curan bien”

“Se ha perdido demasiado tiempo, porque la memoria se desvanece; con el paso del tiempo nadie se acordará y a nadie le impotará”

“Este país necesita limpiar su pasado para poder construir su futuro basado en la justicia”

“En el último cuento’ no hay rencor porque es una conversación con mi abuela; es un proceso de amor a ella”

Filóloga, filosofa y periodista