LAS palabras de Gaizka Garitano en la previa del encuentro ante el Granada sonaron sinceras. El técnico aprovechó el buen momento del equipo para acordarse de algunos de los futbolistas con menos minutos en lo que va de campaña y que en temporadas pretéritas fueron pilares fundamentales del equipo. Así, se refirió a la situación de Óscar de Marcos y Mikel Balenziaga en los siguientes términos: “Los De Marcos, los Balenziaga, esos son Dios para mí. Los que sustentan este equipo, gente así. Si por lo que sea no han entrado en las últimas convocatorias es porque he elegido a otros. Si es por ellos, vamos? Los tengo preparados para jugar. Son gente con una fiabilidad increíble, con una actitud increíble, con una calidad increíble? Lo vienen demostrando desde hace años. Cuando he tenido que echar mano de ellos han respondido perfectamente. No hay problema, solo que están entrando otros”. Con el equipo al alza, quinto en la tabla y tras encadenar cinco encuentros sin perder, con cuatro victorias y un empate, los argumentos de Garitano adquieren mayor peso y sentido.

A día de hoy, las preferencias del técnico de Derio son otras, como así lo demuestra semana tras semana a la hora de ofrecer la lista de convocados, pero, especialmente en el caso de De Marcos, sorprende que haya perdido tanta presencia. Hasta el punto que tras recuperarse de la lesión en el tobillo izquierdo que le mantuvo de baja desde finales de agosto hasta la primera semana de octubre, únicamente ha jugado 77 minutos repartidos en dos partidos. El primero de ellos, el de su regreso tras un mes largo de inactividad, el que enfrentó al Athletic con el Celta en Balaídos de la octava jornada y en el que fue titular; el segundo, el de la derrota frente al Atlético de Madrid en el Wanda (jornada 10), donde entró al terreno de juego a once minutos para la conclusión. A ese registro de minutos hay que añadir los 110 que acumuló en las dos primeras jornadas del campeonato, contra el Barcelona y el Getafe, para completar la participación del de Biasteri en una temporada en la que en lo deportivo no está disfrutando como le gustaría.

De Marcos arrancó el curso como titular compartiendo banda derecha con Ander Capa, quien se ha hecho con el puesto en el lateral diestro, y se mantuvo en el once en la visita al Getafe de la segunda jornada, aunque no pudo completar el encuentro por lesión al sufrir un esguince de grado II en el compartimento interno de su tobillo izquierdo. Una especie de déjà vu, pues dos años antes, también ante el mismo rival, aunque entonces en un escenario distinto, San Mamés, se hizo daño en el mismo tobillo y se perdió tres meses de competición.

Afortunadamente para él, la lesión de este curso no revistió tanta gravedad como la que se produjo en 2017. Se lastimó el 24 de agosto y el 6 de octubre regresó al equipo en el choque frente al Celta. Siguió el partido de la novena jornada ante el Valladolid desde el banquillo y contra el Atlético jugó los que hasta la fecha son sus últimos minutos en liga. Desde entonces vive una situación a la que ha estado muy poco acostumbrado en los últimos años. Tras la visita al Wanda solo ha entrado en una convocatoria, en la cita frente al Villarreal, y los tres últimos encuentros los ha tenido que seguir desde la grada o el televisor. A día de hoy, a tenor de las últimas convocatorias, además de Iñaki Williams, a quien Garitano ha devuelto a la banda, Ibai Gómez e incluso Gaizka Larrazabal parecen contar con más oportunidades que De Marcos.

La baja de Raúl García para medirse este domingo al Betis por acumulación de amarillas podría devolverle a una lista más de un mes después. La polivalencia que ha exhibido a lo largo de su carrera, con especial mención a su etapa en el Athletic, a la que le restan únicamente once encuentros para alcanzar los 400, es un punto a su favor. De momento, es el Dios olvidado.