Bilbao - Apelando al sentido común, en agosto no se deben extraer conclusiones. Menos aún si resulta que hay otro partido programado antes de que el mes termine, como es el caso, pues el día 30 la Real visita San Mamés. Sin embargo, es probable que de haberse registrado malos resultados en las dos jornadas celebradas, las críticas a Gaizka Garitano y sus muchachos hubieran proliferado, una corriente pesimista atravesaría el ambiente y, espoleado por la impaciencia, más de uno correría a rubricar la sentencia al proyecto 2019-20. Por tanto, aunque sea prematuro, por qué no analizar el comportamiento del equipo frente al Barcelona y Getafe y realizar una proyección de futuro.

De momento, yendo a lo práctico, constatar que el Athletic ha obtenido cuatro puntos en dos duelos difíciles de masticar por la identidad de los oponentes. Una conquista relevante no solo por aquello de que conviene entrar con buen pie en la competición. Y es que no serán muchos los que en mayo puedan alardear de haber ejercido de verdugos del campeón y también serán contados los que saquen algo en limpio del feudo del Getafe. Prueba de ello es que el propio Athletic sumó un único punto, empate casero contra los culés, en estos dos encuentros de la pasada campaña, lo cual permite hablar de una mejora sustancial.

Mejora objetiva en los resultados que obedece sin duda a que el Athletic ha elevado sus prestaciones. En el plan diseñado por el entrenador, el índice de acierto alcanzado por los jugadores ha crecido, mientras que el del error se ha reducido. Ya constituye un éxito tutear un día concreto al Barcelona, no dejarle expresarse con el balón, pero repetir la jugada en el corto espacio de tiempo que va de febrero, fecha de la anterior visita azulgrana, a agosto adquiere un valor superior. Garitano ha sido capaz de frustrar a Ernesto Valverde en dos oportunidades consecutivas.

A principios de abril en el Coliseum, durante más de una hora Getafe y Athletic rivalizaron en agresividad e imprecisión. Fue un calco de lo visto este sábado, un cuerpo a cuerpo constante donde primó la actitud, el orden táctico y la fortaleza física. Pero entonces José Bordalás decidió introducir un par de variantes en la recta final del choque, puso en liza piezas de perfil creativo y se llevó el gato al agua. Enfrente no hubo réplica, el Athletic siguió actuando a piñón fijo y la reacción que le exigía el gol de Ángel no existió.

En cambio el sábado quien tomó la delantera para agitar el partido fue Garitano. En medio de la generosa ración de derroche con que se obsequiaron mutuamente Getafe y Athletic, de repente salió a escena Aduriz en lugar de un centrocampista, Beñat. El concurso del goleador no tuvo incidencia en el área madrileña, pero sí envió un mensaje que el Getafe captó al vuelo: el Athletic quería más, no se conformaba con un punto y asumía cierto riesgo en la zona ancha cargando la mano en la delantera al juntar a Aduriz y Williams. El detalle favoreció que los últimos veinte minutos fuesen los más desahogados para los rojiblancos y de alguna manera sirvió para asegurar que en la peor de las hipótesis el asunto acabase como acabó.

El comportamiento colectivo no pudo ser del agrado del espectador, pero se entiende que se dé por bueno por el simple hecho de que produjo un beneficio. Sin duda que la lectura del juego, un tratado sobre cómo renunciar al uso racional del pelotón mezclado con una sobredosis de rigor defensivo en versión prehistórica, hubiese sido muy distinta en el supuesto de que, como ocurrió en abril, el asunto hubiera desembocado en derrota. Pero la realidad es que el Athletic se equiparó al Getafe en aquellas facetas que le distinguen y sacó provecho de una maniobra intimidatoria para certificar que aspira a competir con garantías cada semana.

En el capítulo individual, varios nombres a subrayar. Aparte del efecto que parece que se busca con Aduriz en cancha, comentar la novedad de que a Iñigo Martínez le tocase esperar turno en el banquillo. Además, Garitano prefirió la opción de Beñat en detrimento de Unai López, acaso porque sabía por dónde irían los tiros y el segundo aparenta más fragilidad. Revelador asimismo que De Marcos acumule dos de dos en titularidades, una tendencia vigente el año pasado, o que escogiera a Larrazabal para suplirle estando Ibai en la recámara.