LA consecución de un título de liga no siempre conduce a la más absoluta felicidad. Tampoco alcanzar tamaño éxito por partida doble. Que se lo pregunten si no al Barcelona, que puso el punto final a la pasada temporada de la manera más traumática posible, a pesar de imponer su ley en el torneo de la regularidad por segundo curso consecutivo, ambos bajo la batuta de Ernesto Valverde. El técnico de Viandar de la Vera, triunfador en el campeonato doméstico, vivió un más que amargo cierre de campaña al morder el polvo ante el Valencia en la final de Copa y sufrir, previamente, un nuevo mazazo en la Champions League en forma de inesperada y dolorosa eliminación. Si en el ejercicio 2017-18 fue la Roma la que se encargó de remontar en el partido de vuelta de cuartos de final el 4-1 logrado por el Barça en la ida, el pasado mes de mayo fue el Liverpool el rival que consiguió sobreponerse al 3-0 encajado en la ida de semifinales goleando a los culés por 4-0 en el choque de vuelta. La eliminación supuso un soberano golpe en la línea de flotación del conjunto blaugrana, hasta el punto de que el cargo del exentrenador del Athletic estuvo seriamente en entredicho.

Durante varios días cogió fuerza la opción de que Valverde no se sentara en el banquillo del Barcelona en el arranque de la nueva temporada, en la que los culés visitarán mañana al Athletic para dar el pistoletazo de salida al curso 2019-20. Un sector de la afición blaugrana montó en cólera y puso en duda la capacidad del Txingurri para capitanear la nave catalana en las grandes citas. Los dirigentes del Barcelona, con el presidente Josep María Bartomeu a la cabeza, se reunieron tras la final de Copa para determinar el futuro del extécnico rojiblanco, quien, en contra de la opinión de varios directivos, logró mantener el cargo y renovar la confianza del club.

Renovado el pasado 15 de febrero hasta la finalización de la temporada entrante, Valverde vio cómo Bartomeu se convertía en su principal valedor a la hora de impedir su destitución, pese a la presión ejercida por parte de la junta directiva culé, que entendía que la plantilla necesitaba un nuevo líder a fin de agitar la coctelera y llevar a cabo una revolución para la cual no veían preparado al de Viandar de la Vera. La confianza del plantel en Valverde, con la figura de Leo Messi al frente, resultó determinante para que la entidad diera luz verde a la continuidad del técnico, que afronta su tercera temporada al frente del Barça con la Champions League como principal objetivo tras los dos títulos de liga (2017-18 y 2018-19), la Copa (2017-18) y la Supercopa (2018-19) conquistada ya al frente del cuadro culé.

VISITA ESPECIAL Con la sentida ausencia de Messi, Valverde regresará mañana a San Mamés con el objetivo de escapar de cualquier atisbo de crisis deportiva desde el comienzo de un curso en el que todavía no sabe si deberá hacer hueco a Neymar Junior. A la espera de ver definida la plantilla, se espera que el Txingurri apueste en La Catedral por el talento del joven De Jong en el centro del campo y por el hambre de Antoine Griezmann en la parcela ofensiva, donde Ousmane Dembélé será el encargado de minimizar los efectos de la baja de Messi.

El reencuentro con el Athletic y con la parroquia rojiblanca, asimismo, volverá a resultar especial para Valverde, el entrenador que más partidos ha dirigido en la historia del Athletic con un total de 306 y con el que los leones ganaron la Supercopa en 2015 a costa del propio Barça. San Mamés, eso sí, incomoda como técnico visitante al de Viandar de la Vera, pues solo ha firmado una victoria en sus siete visitas como entrenador rival, condición que volverá a ejercer mañana en la puesta de largo del nuevo curso.