BILBAO. Será la segunda reválida para un Villalibre que ha dispuesto de tiempo para madurar y sobre quien el club acaba de depositar su confianza con un contrato largo, hasta 2023. Este paso no puede ser casual y debería favorecer su asentamiento en un nivel donde está comprobado que el punta necesita cierto margen para demostrar su auténtica valía. Así ha ido al menos en el Athletic con Ismael Urzaiz, Aduriz y Fernando Llorente, pues ninguno triunfó a una edad temprana. La explosión de los tres se produjo a la altura de los 24 o 25 años.

En la revista oficial del Athletic del mes pasado, Villalibre, que cumplirá 22 en septiembre, rememoraba la ilusión que supuso debutar en Primera con solo 18, pero poco más comentaba de aquella etapa. Se comprende su parquedad puesto que la suya fue una participación testimonial que no cabe considerarse como una oportunidad aprovechable. En esa campaña, 2016-17, jugó 27 veces con el Bilbao Athletic y seis más al final del calendario en las filas del Numancia, destino de su primera cesión. En medio, Ernesto Valverde le empleó en ocho partidos, fueron apariciones fugaces para sumar un total de 120 minutos.

Su siguiente experiencia, sendas cesiones en el Valladolid y el Lorca durante el curso 2017-18, tampoco le permitió progresar y de vuelta a Lezama, con Eduardo Berizzo en la dirección técnica, eligió bajar al filial a fin de recobrar sensaciones positivas. Se diría que lo logró gracias a los 23 goles firmados en 38 partidos. Ahora intentará plasmar que el reciente idilio con el gol y el aprendizaje acumulado en el “frío” que sintió lejos de casa, le han valido para crecer. “Creo que ahora estoy con más confianza para afrontar lo que venga”, sostiene Villalibre. Lo comprobará en breve y, por si acaso, dice que ha atendido el consejo de Garitano y llegará “muy fuerte a la pretemporada”. La predisposición del futbolista no se cuestiona, otra cosa es el juicio del entrenador, quien debe analizar cada una de las bazas con las que cuenta y su encaje en el grupo. Al respecto de lo segundo, el panorama que ante sí tiene Villalibre entraña su complejidad. Hablamos de un ariete, de alguien que ha actuado invariablemente en una posición concreta, a la que optan otros tres compañeros.

DEMASIADOS En un orden que se establecería a partir de lo ocurrido en el ejercicio anterior, los efectivos que Garitano maneja para el puesto de delantero centro son Williams, Aduriz y Kodro. Williams lo jugó casi todo y en ausencia de Aduriz se erigió en la referencia en ataque, rol que agradeció marcando 15 goles. Dice que prefiere moverse por el centro a hacerlo en la banda. En teoría es el candidato mejor colocado, a expensas de que Aduriz demuestre que aún merece continuidad y supere los síntomas de decaimiento observados desde 2017, más patentes en un último año presidido por los problemas físicos. Combinar a ambos es una posibilidad facilitada por la polivalencia de Williams y la presumible dosificación del veterano. En este escenario son una incógnita las opciones de Kodro, quien intervino con cuentagotas desde su fichaje y poco pudo mostrar. Eso sí, se le contrató para tres años.

Si en la ecuación se ha de incluir a Villalibre, entonces alguno está de sobra. Cuatro para una demarcación son demasiados. La clave radica en si de verdad interesa potenciar al producto de la cantera, al chaval que ha esperado pacientemente su turno. En el criterio de Garitano está la clave. Lógicamente, Villalibre no se halla en disposición de ofrecer un rendimiento convincente desde ya, pero pensando en el medio plazo, cuando Aduriz no esté, cabe que haya llegado el momento de ir paulatinamente dándole espacio para que exponga sus capacidades y se forje como futbolista de Primera.