Bilbao - El último superviviente de la segunda delantera mítica fue Piru Gainza. Todo el Athletic le rindió homenaje el 1 de mayo de 1958 en un partido contra el West Bromwich inglés en el que jugaba Ronnie Allen, quien años después se mudaría a Bilbao para dirigir a los rojiblancos. Gainza se retiró con 37 años y tras 19 temporadas defendiendo el escudo del Athletic, un récord que hasta ahora ningún otro jugador ha podido igualar.

Ese mismo año, 1958, el Athletic logró una de su mayores gestas deportivas al imponerse en la final de Copa al Real Madrid en su propia cancha. Aquel día, sobre el césped del Bernabéu, el Athletic tumbó por 2-0 al equipo que pocos días antes se había proclamado campeón de Europa por tercera vez consecutiva y que había ganado la Liga. El recibimiento al equipo en Bilbao fue de los que marcan época. Bilbao estalló cuando el presidente, Enrique Guzmán, gritó: “¡Con once aldeanos les hemos pasado por la piedra!”.

A Albéniz le siguió en el banquillo de San Mamés el brasileño Martím Francisco, que tuvo un inicio arrollador. El Athletic, en los partidos ante Osasuna, Sporting de Gijón, Celta de Vigo y Betis, sumó 33 goles, once de los cuales llevaron la firma de Armando Merodio, un talentoso jugador hijo, nada más y nada menos, del pelotari Chiquito de Gallarta.

Hoy en día, los aficionados del Athletic se llevan las manos a la cabeza y sueltan alguna lágrima cuando uno de los jugadores más talentosos de la plantilla decide emigrar a otro club. Estas marchas no son solo cosa de los tiempos modernos. El primer gran traspaso de un jugador del Athletic fue el fichaje de Jesús Garay por el Barcelona en 1960. El defensa central dejó seis millones de pesetas de la época en las arcas del Athletic, con los que sufragó la nueva tribuna norte de San Mamés. Por ello, a dicha porción del campo se le conocía como la Tribuna Garay.

Mientras a Martím Francisco lo sustituía Juan Antonio Ipiña, el Athletic tomaba una decisión histórica: creaba su equipo juvenil. En aquel primer equipo de imberbes muchachos de 1961 se enrolaron futbolistas de la talla de Txutxi Aranguren o Txetxu Rojo. Este último alcanzaría el primer equipo en la temporada 1965-66 y permanecería en él hasta la campaña 1981-82, con lo que se convirtió en el segundo jugador de la historia del club con más partidos oficiales disputados, solo superado por el guardameta José Ángel Iribar.

Esta etapa del club, aunque carente de títulos, sirvió para que el Athletic crease una estructura robusta cimentándose en su peculiar filosofía. Para dar continuidad a los chicos del equipo juvenil, en 1964 se pone en marcha el Bilbao Athletic, homenajeando con su nombre a aquel Bilbao FC que tanta importancia tuvo en los primeros años de vida de la entidad.

Para entonces, en 1962, el Athletic ya había estrenado los primeros focos de luz artificial de San Mamés. Fue en un partido amistoso contra el Flamengo de Brasil.

Fue en esos años cuando convivieron en el vestuario del Athletic dos leyendas vivas del club: Carmelo Cedrún y José Ángel Iribar. El segundo acababa de llegar del Basconia y no fue hasta 1964 cuando se hizo definitivamente con el puesto que Carmelo había heredado de Lezama. Ese año el Athletic llegó a jugar la final de Copa, pero sucumbió ante el Real Zaragoza de los cinco magníficos. Los maños disfrutaban de la mejor delantera de su historia: Canario, Santos, Marcelino, Villa y Lapetra. Iribar no pudo celebrar el título, pero a pesar de la derrota, aquel día sonó por primera vez un cántico que dejaba claro que la afición ya lo había elegido como deidad: “¡Iribar, Iribar, Iribar es cojonudo. Como Iribar no hay ninguno!”.

Esta década dejó otra derrota dolorosa, la de la final de Copa de 1967, contra el Valencia. Iribar volvió a acariciar con la punta de los dedos su ansiado título, pero no pudo ser. Para colmo de males, el Athletic tuvo que vivir por el camino uno de sus capítulos más bochornosos. Fue en las semifinales, cuando se rindió visita a El Arcángel del Córdoba FC. Un misterioso apagón sirvió para que los rojiblancos fuesen agredidos.