ERA el de entonces un Bilbao muy diferente al de ahora. La villa, como toda Bizkaia, mantenía una estrecha relación social y comercial con Inglaterra. El intercambio a través del Cantábrico era fluido debido a la industria del hierro. Los británicos extraían todo el mineral que podían del subsuelo vizcaino y en dirección contraria llegaban toneladas y toneladas de carbón, ya que el carbón inglés era mucho más barato que el que se podía conseguir en las inmediaciones de la capital vizcaina.
Los barcos llegaban hasta el corazón del botxo, atracando en las orillas de la ría durante largas estancias. Los navíos necesitaban muchos días para descargar el cargamento, por lo que los marineros ingleses tenían tiempo para pisar suelo firme y contagiar algunas de sus costumbres y aficiones a los vecinos de Bilbao. Por ejemplo, el fútbol. En 1889 las crónicas de los periódicos locales ya hablaban de un partido de fútbol entre ingleses disputado en Bilbao. En la margen izquierda de la ría, frente a la Universidad de Deusto, había un terreno en el que los marineros jugaban a ese deporte que ya causaba furor en las islas británicas. Los bilbainos no tardaron en rebautizar para siempre ese lugar como la campa de los ingleses.
Había otro colectivo en Bizkaia que también estaba enamorado del fútbol: los jóvenes de familias pudientes que habían sido enviados a prestigiosos colegios de Inglaterra. Muchos de ellos habían descubierto allí el fútbol e incluso habían militado en algunos equipos. Al regresar a Bilbao no dudaron en buscar un lugar adecuado para practicar fútbol. Lo encontraron. Fue en Lamiako, en los terrenos del hipódromo entre las vías del tren y la ría. Allí se cruzaron, por fin, los caminos de los dos perfiles de hombres que jugaban al fútbol. El 3 de mayo de 1894 ocurrió lo inevitable: ingleses y vizcainos se desafiaron a un partido de fútbol. El duelo fue anunciado en los periódicos, lo que hizo aumentar la expectación y el público asistente al envite. Una vez que el balón empezó a rodar, quedó claro que los experimentados ingleses tenían todas las de ganar. Su superioridad era tal que muchos de los espectadores, que no conocían las reglas del juego, creían que utilizaban artimañas no permitidas. Los jugadores vizcainos tuvieron que convencer a los espectadores de que todo estaba dentro de lo reglamentario para que bajasen sus niveles de enfado. El partido terminó con victoria inglesa por 6-0. Los vencedores, eso sí, tuvieron el detalle de invitar a los autóctonos a unos pollos asados como premio de consolación.
Los jóvenes adinerados de Bilbao con mayores inquietudes deportivas terminaban coincidiendo en círculos muy reducidos. Siete de ellos frecuentaban el gimnasio Zamacois. De allí surgió el germen del Athletic, que fue regado y mimado en el Café García, situado en la Gran Vía. Juan Astorquia, Alejandro Acha, Luis Márquez, Enrique Goiri, Eduardo Montejo y los hermanos Pedro y Marcelino Iraolagoitia se empeñaron en crear un equipo de fútbol con el que jugar asiduamente en las campas de Lamiako. Era 1898 y había nacido el Athletic Club.
Durante tres años el Athletic no estuvo registrado en ninguna administración, algo que sí hicieron los fundadores del primer equipo con el que tuvieron una rivalidad deportiva, el Bilbao FC creado en 1900. Así pues, los jugadores del Athletic decidieron registrar oficialmente el club. Para ello se realizó una asamblea constituyente el 5 de abril de 1901 en el Café García con la presencia de 33 socios fundadores. Fue la última fase de la creación del Athletic, el punto de partida de 120 años de victorias y derrotas. De una pasión fundida a fuego con Bilbao y Bizkaia.