Bilbao - Si a algo se ha adorado en Bilbao es a los porteros. Ibarreche, Blasco... A principios del Siglo XX, antes de la Guerra Civil, ya hubo guardametas que dejaron huella en la afición del Athletic. Pero tras la contienda bélica el club rojiblanco arrancó con una fase de su historia que guarda una admirable curiosidad: entre 1941 y 1980, casi cuatro décadas, tres porteros enlazaron sus largas carreras para defender el arco del Athletic. Es cierto que hubo más porteros a la sombra de Lezama, Carmelo e Iribar que disputaron algunos partidos esporádicamente, pero el peso futbolístico de este trío era de tal rotundidad que se repartieron la titularidad durante treinta y nueve campañas con sendas etapas en el club de dieciséis, catorce y dieciocho temporadas respectivamente.
Raimundo Pérez Lezama fue un niño de la guerra. Ante la crudeza de la Guerra Civil tuvo que buscar refugio en Inglaterra, concretamente en la casa de Toby Keller, un comandante de la RAF que también era directivo del Southampton. Así pues, Raimundo tuvo la oportunidad de formarse como guardameta en dicho club. Allí jugó dos campañas, hasta que regresó a Bizkaia, en 1941, donde se enroló primeramente en las filas del Arenas de Getxo.
Pronto llamó la atención del Athletic y en la campaña 1941/42 ya defendía la portería rojiblanca. Lezama permaneció en el club un total de 16 temporadas en las que jugó 263 partidos. Parte de su éxito, además de en su peculiar personalidad, estaba en su estilo de juego. Haberse formado en Inglaterra le permitió traer, al Athletic y al fútbol estatal, algunas innovaciones que en un primer momento se interpretaron como una temeridad.
Lezama, por ejemplo, fue un pionero en la Liga a la hora de sacar el balón con la mano o realizar saques a botepronto. Pero lo que más alarmaba a compañeros, entrenadores, aficionados e incluso árbitros era su costumbre de jugar adelantado, fuera de su área, para tener una mejor perspectiva del juego. Las costumbres traídas desde la cuna del fútbol cambiaron el juego del resto de porteros, pero también supusieron algunos fallos que traían por la calle de la amargura a los aficionados, que no tardaron en bautizarlas como lezamadas.
Ignacio Eizaguirre, portero de la Real Sociedad, era en aquella época titular indiscutible en la selección española, lo que hizo que Lezama solo disfrutase de ser internacional en un solo envite ante Portugal. Por contra, en el Athletic saboreó las mieles de la gloria al conquistar dos Ligas, seis Copas y una Copa Eva Duarte. Tras la construcción del nuevo San Mamés, se honró la figura de Raimundo Pérez Lezama poniendo su nombre a una de las calles adyacentes al campo.
La trayectoria de Lezama en el Athletic acabó tras ceder la titularidad a Carmelo Cedrún, con quien convivió seis años en el vestuario. El portero de Amorebieta entró en el Athletic sin amilanarse por encontrarse con una leyenda como Lezama. En su segunda campaña como rojiblanco ya jugó veinte partidos de Liga y en la siguiente temporada ya era titular indiscutible. A partir de la temporada 1963/64 Carmelo se vería en la situación de Lezama al ver cómo otro jovencito, José Ángel Iribar, le quitaba el puesto.
Carmelo, que jugó trece partidos como internacional, sumó 402 encuentros con la camiseta del Athletic a lo largo de catorce temporadas en las que ganó tres Copas y una Copa Eva Duarte. Después, ante la evidencia de que Iribar había llegado a la titularidad para quedarse, fichó por el Espanyol, donde jugó tres temporadas. Cuando ya iba a colgar las botas, en 1968, lo llamaron desde la recién creada liga norteamericana y jugó una campaña defendiendo la portería de los Baltimore Bays.
El trío de porteros legendarios lo cierra José Ángel Iribar. Su rol en lo deportivo y social multiplicó cualquier registro protagonizado por la mítica extirpe de porteros del Athletic. El Txopo, su fútbol y su calado social se escapan de lo terrenal y alcanzan categoría de deidad.
Procedente del Basconia, Iribar instaló su imponente planta bajo el larguero de San Mamés durante dieciocho temporadas, sumando un total de 614 partidos con la camiseta del Athletic. Esta cifra le mantiene hoy en día como el futbolista que más partidos ha disputado con el club bilbaino.
Su palmarés es, eso sí, más escueto que los cosechados por sus dos predecesores, ya que solo pudo celebrar dos Copas. Iribar fue también subcampeón de la UEFA, al perder aquel doble pulso en la final de 1977 ante la Juventus. En su relación de honores figuran el trofeo Zamora conquistado en 1970 y la Eurocopa cosechada en 1964 con la selección estatal, con la que disputó 49 partidos como internacional.
Iribar se retiró en 1980 dejando un hueco en el ecosistema rojiblanco imposible de rellenar. Cada vez que debuta un nuevo portero en el Athletic se le señala como el heredero de Iribar. Un reto que asusta a cualquiera si no se tiene en cuenta que el propio Iribar se enfrentó al reto de sustituir a Carmelo. Y este, a Lezama.