La siesta de los sábados
Un Athletic adormecido regaló 45 minutos y el triunfo al deportivo
EN esta vida moderna hay tradiciones que subsisten como si fuesen inmortales. A falta de un buen plan, la siesta de los sábados es sagrada. Visto lo sucedido ayer en San Mamés, el Athletic es un equipo de su tiempo. Como quiera que no se pusieron de acuerdo en si subir al monte o acercarse a la playa; si explayarse en uno de esos aperitivos de largo recorrido o desentumecerse con un plácido paseo, dio la impresión que los hombres de Ziganda se sumaron a los hábitos comunes: sacar la manta y taparse el estómago mientras el güepardo las pasa canutas para cazar a la gacela Thompson. Resumiendo y sin poética: el Athletic se echó ayer en San Mamés una siesta del copón de la baraja en los primeros 45 minutos. Nada de una cabezadita ligera, no: una de aquellas de pijama y orinal, que decía el clásico.
Tal fue la modorra y la galbana, tal la sensación de que los resultados no habían favorecido (cuando la realidad es que el simultáneo trajo consigo las mejores noticias posibles para la ascensión a la séptima plaza...) o que a los leones no les importaba una higa tal circunstancia, que la parroquia llegó a la sacrosanta hora del bocadillo con la garganta caliente, carga de pitos y reproches. El gentío no daba crédito a lo visto hasta entonces: la pesadilla de la siesta.
“Cinco lobitos, cinco lobitos”, cantaba un aficionado, flauta en ristre. Costaba entenderle hasta que el hombre se explicó: es el número de partidos que ha ganado el Athletic en Liga este año. Fue recordarlo y a su alrededor la hoguera fue avivándose. Algunos de los aficionados, flojos de memoria no daban crédito; lo veían exagerado. Bastó una rápida consulta para ¡zas! darse de bruces con esa verdad desnuda. El hombre de los lobitos lo redondeó: “con nueve partidos ganados de 32 no sé en qué Europa puede jugar un equipo. Desde luego, en la Europa League no”, sentenció.
Me dirán, los más optimistas que el Athletic de la segunda mitad fue otro. Se lanzaron los leones hacia el triple salto mortal de la remontada pero su defensa era de arena, como se había visto en la primera mitad. Estaba aún celebrando San Mamés el gol de Raúl García (Rulo no paró en sus incordios, sus empujones, sus protestas, su otro fútbol cuando no le alcanza el primero...), cuando el Deportivo besó de nuevo la red. Fue un beso envenenado para el Athletic. Los leones llegaron a encadenar diez córners (Susaeta marcó un gol olímpico en uno de ellos) pero no fueron capaces de encontrar la ruta de salida de esa laberinto en el que se habían metido. Entre las legañas y el atropello todo quedó confuso.