EL Spartak de Moscú, el equipo con más títulos y aficionados en Rusia, recibirá el jueves al Athletic con un singular y laborioso pasado a sus espaldas. Fundado en 1922 por estudiantes y fervientes amantes del deporte en el barrio moscovita de Krasnaya Presnya, eminentemente obrero y por entonces de clara tradición comunista, no tardó en convertirse en el club más popular del país, aunque no siempre fuera el más ganador pese a sus doce ligas y diez Copas en la antigua Unión Soviética. Considerado el equipo del pueblo, el Spartak, cuyo nombre viene del gladiador Espartaco que se rebeló contra el imperio romano, puede presumir además de haber sido uno de los pocos clubes soviéticos que en su origen fue creado por ciudadanos y no por una institución.

Dicha circunstancia dio un aire diferente al conjunto al que dieron vuelo los hermanos Starostin, quienes no entraban dentro del grupo de favoritos de Stalin, ni viceversa. Pese a que no podría afirmarse que quisieran derrumbar el comunismo, el Spartak sí se erigió por convicción en un permanente símbolo de disconformidad utilizando el fútbol como única arma. Su independencia como entidad fue vigilada de cerca al no ser el equipo de la policía, ni del gobierno y proyectar la sensación de ser un club libre y sin dependencia de un gran ministerio a diferencia de otros equipos como el CSKA, el Dinamo o el Lokomotiv. Su identidad, no en vano, representaba una manera de pensar que unida a sus conquistas deportivas pronto le valieron para sumar adeptos y convertirse en el conjunto más amado y laureado.

El Spartak, de hecho, era entonces mucho más que un simple grupo de futbolistas en busca de la victoria sobre el césped, por lo que apoyarle pronto fue entendido por la ciudadanía como una nueva forma de expresión de insatisfacción con las autoridades. No todos sus aficionados renegaban del gobierno de Stalin, pero el club sí se consolidó como una constante oposición simbólica a partir del balón y de sucesos como el que tuvo lugar en 1939. Corría el 30 de septiembre cuando Spartak y Dinamo Tbilisi se vieron las caras en la semifinal de Copa, en la que el Spartak se llevó el gato al agua. El Dinamo, sin embargo, reclamó la ilegalidad de un gol, aunque la queja fue denegada y cuatro días después el Spartak venció en la final al Leningrad Stalinets para levantar el trofeo.

Fue días después, haciendo gala de su poder, cuando el Comité Central del Partido Comunista decidió dar un golpe sobre la mesa al desacatar el fallo del tribunal del deporte, anulando así el resultado de la semifinal y ordenando jugar de nuevo los partidos ya celebrados. Fue de ese modo como el fútbol, deporte de masas, fue empleado por funcionarios rusos de más alto nivel como apetecible escenario en el que poder involucrarse. Los hermanos Starostin, fundadores del Spartak de orígenes humildes pero que hicieron fortuna antes de la revolución bolchevique de 1917, protestaron sin fortuna alguna tamaña decisión. También sufrieron en sus carnes los efectos de la mano dura de Stalin al ser enviados a los gulags, campos de trabajos forzados en los que sobrevivieron entrenando equipos de fútbol hasta 1954, momento en el que pudieron regresar a Moscú tras la muerte de Stalin.

Esta leyenda permanece en los archivos del club hasta el punto de que, en la actualidad, una estatua de los cuatro hermanos preside también el terreno de juego del nuevo estadio del Spartak, el Otkrytie Arena, inaugurado el 5 de septiembre de 2014 para satisfacción de una afición que siempre ha ido de la mano de una entidad que ejerció en su día como una especie de simbólico talismán en contra del gobierno comunista. La épica, en forma de dura e incesante lucha por unos ideales defendidos con firmeza, acompaña a un club catalogado históricamente como rebelde y que a día de hoy sigue siendo uno de los más importantes de su país. Cierto es, no obstante, que sus triunfos ante los antiguos rivales del régimen (Dinamo, CSKA, Lokomotiv y Torpedo) carecen ya del profundo componente emocional de ser una victoria contra un gobierno del que siempre se sintió alejado el Spartak.

LA ERA MODERNA El Athletic, emparejado con el conjunto ruso en los dieciseisavos de final de la Europa League, asomará el jueves en Moscú para enfrentarse por tanto a un club con un llamativo pasado que dio paso a una nueva era en la que el Spartak suma un total de diez títulos en la reciente Premier League Rusa. El último, bajo la dirección del italiano Massimo Carrera, antiguo asistente del combinado transalpino y de la Juventus que se hizo cargo del equipo moscovita en agosto de 2016, lo conquistó la pasada temporada.

El logro, firmado con tres jornadas de antelación en el campeonato ruso, llegó dieciséis años después del último entorchado liguero. La alegría en el seno de la entidad, así como entre los aficionados fue máxima, aunque estos no pudieron celebrarlo en el momento de la consecución de la liga, toda vez que la esperada conquista se consumó por una derrota del Zenit. Fue en el siguiente partido del Spartak como local cuando la hinchada moscovita estalló de júbilo protagonizando una espectacular invasión de campo que ningún dispositivo de seguridad hubiera sido capaz de parar, del mismo modo que nadie ha podido detener durante su recorrido vital a un club convertido en símbolo.