Perderse en la penumbra
El Athletic se estrelló contra el orden del alavés en un gélido mediodía sin aliento ni ideas para romper el 0-0
EL escenario era resplandeciente: a la hora del Angelus San Mamés lucía rebosante, una gran entrada pese a la fría amenaza de los hielos. Se diría que San Mamés se llenó con la visita de los seguidores del Alavés -la hora era de dulce para ello...- y, sobre todo, con la resaca de la gran ola del jueves, cuando el Athletic se las puso tiesas al Barcelona en un partido intenso y grande. Aquella marea arrastró ayer hasta La Catedral a un buen puñado de aficionados que, sin embargo, llevaban la mosca detrás de la oreja. “Vísperas de mucho...” comentó un vecino de localidad nada más llegar. Le miramos con cara rara pero mediada la primera mitad su sentencia agorera cobraba cuerpo.
No quiere decirse que hasta entonces el Athletic no lo intentase -ese no bajar los brazos es la seña de identidad más reconocible de este equipo...- pero eran experimentos con gaseosa, llegadas y remates con poco gas y una mañana de muelles flojos de Beñat, incapaz de poner uno de sus característicos balones envenenados. Es más, incluso una de las grandes sorpresas de la matiné, Elustondo por la banda derecha,parecía más certero en el toque. No podrá el bueno de Beñat quejarse del resol que se intuía, habida cuenta que la nueva cubierta de San Mamés, a falta de la prueba del siete del gran diluvio, demostró otra característica singular: sumerge el campo en penumbra, donde se perdió la ilusión. Apenas en una esquina, el córner habitual donde habitan Herri Norte y la jaleosa gente de la grada de animación, pudo beneficiarse del calorcito.
A la espera del caldo reparador, del vermú de mediodía o del arranque propio de los leones, ese puñado de minutos de vendaval que al cabo no llegó (al menos no con tanta intensidad como acostumbra...), la afición paso por ese par de minutos negros en los que Kepa Arrizabalaga se rompió y Camarasa, un minuto después, se plantó solo frente a Iraizoz. El palo espantó los miedos que llevaba aquel balón. Y volvió el partido a sus quehaceres: mucha brega, mucha pelea, mucho pico, pala y zanja y poca claridad.
A medida que corría el reloj el partido fue espesándose aún más, pese a que las apariciones de Iñaki Williams y San José pusieron algo más de intensidad en el juego de los leones. Hubo tiempo para que San Mamés aplaudiese dos de los cambios del Alavés, los de Toquero e Ibai Gómez. Fue, por supuesto, una devolución de cariño pero ambos habían diseñado antes una jugada de peligro así que, vaya usted a saber, también hubo algo de alivio.