oporto - La Champions no admite pruebas. Esta es una máxima que defienden los que dicen saber de fútbol. Anoche se corroboró a medias sobre el césped de Do Dragao. Tampoco permite el más mínimo despiste o fallo. Durante la víspera, Ernesto Valverde ya había adelantado que quería frescura en su equipo y que iba a haber alguna que otra rotación. Seguro que nadie acertó el once titular que finalmente presentó. Si alguno dio en el clavo y adivinó que Etxeita, San José y Guillermo Fernández estarían entre los elegidos que vaya ya a echar la quiniela, la primitiva o cualquier juego de azar. Muchas de las miradas se dirigieron hacia el delantero bilbaino. Con Iker Muniain dolorido en su hombro izquierdo, el entrenador del Athletic prefirió dosificarle y dio la oportunidad a Guillermo, que se situó de inicio en la banda derecha. El costado contrario quedó para Markel Susaeta, quizás el rojiblanco más brillante ayer en tareas ofensivas.
Guille apenas apareció en ataque durante el primer acto. Todavía necesita mucho rodaje y pegado a la línea de cal no ofrece el rendimiento esperado. Alex Sandro, el lateral del Oporto que estuvo a su lado, se movió a sus anchas y ni se inquietó. Todo lo contrario que Danilo, que tuvo que lidiar con Susaeta. El eibartarra parece que ha encontrado su mejor versión. Es cierto que durante los primeros minutos perdió varias posesiones que pusieron en apuros a la defensa bilbaina, pero de medio campo hacia delante, a Markel no le quemó la pelota en los pies. Fue al único. Al menos en el primer acto. Con Aduriz convertido en un oasis, saltando una y otra vez junto a los centrales rivales en los constantes pases largos que producía la medular del Athletic, solo el 14 daba la impresión de generar peligro.
En estas, al filo del descanso, el Oporto se adelantó en el marcador. El Shakhtar ya ganaba 0-6 en Borisov. Tras el paso por los vestuarios Valverde decidió dar una vuelta de tuerca al once. San José, que estuvo discreto como pivote, y Aduriz se quedaron en la ducha. Entraron Beñat y Muniain. Los cambios sí que funcionaron en ese momento. Guillermo ocupó la delantera y, con espacios, pudo mostrar alguna de sus cualidades. Primero probó a Fabiano en un uno contra uno que el portero de los dragones despejó con los pies. En la siguiente jugada no perdonó. Rico le brindó un buen pase en profundidad y el nueve bilbaino definió sin ponerse nervioso. Se acomodó la pelota a su pierna buena y la cruzó sin que el guardameta brasileño pudiera hacer nada.
Eran los mejores momentos del Athletic. El público local pitaba a Julen Lopetegui y parecía factible la remontada. Hasta la entrada de Quaresma. En Oporto el extremo luso es un ídolo y nadie entiende que sea suplente. Lo demostró al poco de salir de refresco. Aunque Iraizoz ayudó un rato. De nuevo un error individual penalizó a los rojiblancos, que no merecieron la derrota.