La Champions tampoco sana a este Athletic, que está maldito desde el pasado 30 de agosto, cuando firmó la que es por el momento su última victoria en lo que va consumido de curso. El escáner a este equipo diagnostica un cuadro muy negativo. Metido en apuros en la Liga, asoma como colista de su grupo de la máxima competición continental cerrada la primera vuelta, con un paupérrimo punto de cosecha, medio millón de euros de caja, y ya con escasísimas posibilidades de meterse en la ronda de octavos, lo que se intuía como un objetivo creíble y hasta exigible cuando se conoció los rivales que le habían tocado en suerte.
Pero el fútbol es cruel cuando no se hacen bien las cosas. Aquel subidón llegó gracias a la histórica victoria sobre el Nápoles y desde entonces, salvo el triunfo seguido frente al Levante, este Athletic se ha convertido en un saco de guardar desgracias. Son nueve partidos consecutivos, seis de Liga y tres de Champions, sin conocer el éxito -una racha que no se producía desde la recta final de la campaña 1989-90 con Txetxu Rojo- al frente, una depresión causada por los propios males y por esos errores personales que acentúan la autoflagelación del colectivo. Ayer, Ernesto Valverde arriesgó con su segunda revolución de la temporada -la primera la efectuó ante el Granada- y se equivocó. Tuvo margen para rectificar y cuando parecía que la versión más reconocible podía conllevar la suma de por lo menos un punto en Do Dragao llegó el extraño cambio de Gurpegi por Rico y dos minutos después el fiasco de Gorka Iraizoz, que se tragó el disparó de Quaresma, que acaba de saltar al campo. Un cóctel fatal.
El Athletic no solo cayó ante el Oporto, sino que debió tirarse de los pelos cuando conoció la barrida que protagonizó el Shakhtar Donetsk al BATE en Borisov, el rival y el feudo en que el que se sonrojó el conjunto rojiblanco. Aquel partido en Bielorrusia, horroroso por el desenlace y por imagen, dejó marcados a los leones, que quizás asumen que su recorrido en la presente Champions se terminará en diciembre, salvo que ocurra una combinación de resultados a la carta que le lleven a la segunda plaza. Para ello, debe ganar los tres encuentros restantes y que el Oporto o el Shakhtar se derrumben. Lo previsible es que se juegue la tercera plaza ante el BATE en la última jornada, lo que da la pedrea de engancharse a la Europa League.
experimento Lo sucedido anoche no es más que un repetitivo retrato del Athletic post 30 de agosto, una fecha ya referencia. La Champions exige muchísimo músculo competitivo y el Athletic no lo ha exhibido en esta fase de grupos, donde realmente se ve la genética de cada equipo. Y, guste o no, el conjunto rojiblanco se ha depreciado en la misma y ha despreciado, incluso, la opción de alcanzar los octavos de la máxima competición continental, donde Valverde quiso experimentar en un partido clave ante el rival a priori más poderoso del grupo con una alineación que sorprendió a propios y extraños. El que juega con fuego?
El técnico rectificó a vuelta de vestuarios, cuando compareció un Athletic más reconocible, pese a que Valverde dejó en la ducha a un jugador referencia como Aduriz, lo que también sonó a raro. Apostó por Guillermo, un imberbe en estas lides. Y, otra vez muy desconcertante, este se sacó una buena segunda mitad tras una primera horrible en banda. El fútbol tiene ese bello punto de locura. Y Guillermo marcó, con lo que acabó con la tiranía de Aduriz en esta faceta, ya que era el único en ver puerta desde el 30 de agosto. Pero este Athletic está maldito y sigue la búsqueda del antídoto que le haga recuperar la alegría.