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Más temible que Ferguson

El Athletic se topa con Mendilibar, el entrenador más efímero de su era moderna, en una cita crítica Hace un año, Osasuna impuso su ley ante los 'leones', que acudían después de brillar en Old Trafford

Más temible que FergusonO. Martínez

Bilbao. Semana arriba, semana abajo, se cumple un año de la última visita del Athletic a Osasuna. Parece que ha pasado mucho más tiempo si se piensa en que entonces, ganando, prácticamente tenía a tiro al tercero de la clasificación o si se repara en que esa cita de Iruñea se celebró el pasado curso en medio de la eliminatoria de octavos de final de la Europa League. El equipo de Marcelo Bielsa se presentó en la capital navarra tres días después de haber dejado boquiabierta a Europa con una exhibición de fútbol en Old Trafford, donde se impuso por 2-3. A la semana siguiente, volvería a derrotar al Manchester United en San Mamés. En cambio, en el derbi no le fue tan bien. Osasuna tiró de agresividad cuanto pudo e hizo valer los dos goles que marcó pronto, aunque acabó pidiendo la hora (2-1).

"No quiere decir que seamos mejores que el Manchester United", es la frase que quedó de la rueda de prensa de José Luis Mendilibar (Zaldibar, 1961), quien añadió: "Primero hacemos nuestro fútbol y después intentamos no dejarle hacer el suyo al rival. Si hemos obligado al contrario a hacer un fútbol que no le gusta, habremos estado bien". El análisis se ajustó a lo sucedido, pues el balón estuvo más tiempo por el aire que a ras de césped, ambos goles rojillos nacieron de la estrategia y hasta siete visitantes vieron la tarjeta amarilla, un registro impropio de la era Bielsa y la prueba definitiva de hasta qué punto estuvo incómodo el Athletic. El técnico vizcaino demostró conocer al dedillo los argumentos propios y los ajenos, de modo que preparó el partido para propiciar que tuviera un desarrollo concreto, el que a la postre tuvo. Pese a lo sucedido, Osasuna no era mejor que el Manchester, aunque Mendilibar pareció ser mejor que Ferguson, al menos para medirse al Athletic.

Y este fin de semana vuelven a verse las caras coincidiendo con el momento más álgido de los rojillos. A diferencia del año pasado, Osasuna no será el único equipo apurado que comparezca sobre el césped del Reyno, pero tiene dos puntos más que los rojiblancos y es el más ducho en este tipo de contextos en que la clasificación pesa como un muerto. Por supuesto, su entrenador posee una amplia experiencia en la gestión de situaciones comprometidas, de hecho, la primera que vivió de esta índole fue ocupando el banquillo de San Mamés. Luego, tras su efímero paso por el primer equipo del Athletic, Mendilibar se ha visto casi cada año en la tesitura de enfocar su labor en eludir el descenso, tanto dirigiendo al Valladolid como a Osasuna. Vamos, que ha tenido que aprender a manejarse en la precariedad y tiene el callo hecho.

LA GRAN PARADOJA Sin embargo, no era así cuando a Fernando Lamikiz le entró la prisa por relevar a Ernesto Valverde y se fijó en un técnico emergente y original por su trayectoria, que por aquel entonces acariciaba la hazaña de poner al Eibar en Primera División. Mendilibar, con el acumulado de seis campañas en las categorías inferiores, accedía a la cúspide del Athletic avalado por sus logros en un destino tan extraño para alguien de su procedencia como el Lanzarote y en otro, Ipurua, que evoca sudor, barro y mucha honradez. Hasta que tuvo caseta propia en Lezama, sus equipos siempre habían peleado por figurar en los puestos de arriba, incluso el Arratia, su primer destino, al que le hizo campeón de Regional Preferente. Paradojas de la vida, fue acceder a un equipo de élite, con gran diferencia el mejor que jamás había tenido en sus manos, y empezar a pasarlas canutas.

Duró trece partidos al mando del Athletic, apenas cuatro meses. Se estrenó en un engendro, la Copa Intertoto, que condicionó fatalmente la pretemporada, cató la Copa visitando el Stadium Gal y en Liga solamente le permitieron consumir diez jornadas. Curiosamente, su andadura arrancó con un explícito 3-0 a costa de la Real, en lo que sería su único triunfo, pues le seguirían seis derrotas y tres empates que condujeron al Athletic al último puesto. Era colista tras empatar en casa con el Celta, lo que provocó una reunión de urgencia de la directiva en el antepalco de La Catedral. 48 horas después, el 31 de octubre de 2005, Mendilibar era destituido y tomaba el testigo Javier Clemente. Aquella mañana, en lo que merece ser tildado no de relevo, sino de cambalache, por la escenificación en Ibaigane, con uno bajando escaleras y el otro saliendo por la puerta al alimón, Mendilibar saboreó la hiel del fútbol.

Nadie tuvo paciencia, quien menos el autor de aquella infeliz ocurrencia promocional que definía a Mendilibar como "el futuro Ferguson del Athletic". Todos se asustaron pese a que únicamente tres puntos separaban al equipo de la salvación y quedaban dos terceras partes de campeonato por delante. Seguramente, el problema de Mendilibar -cuya suprema elegancia en el traumático proceso, especialmente en su circense epílogo, merece resaltarse- fue que transigió en exceso desde el primer día y en vez de los apoyos precisos a su alrededor se topó con la vanidad de unos y otros, arriba y abajo.

VUELTA A EMPEZAR Mendilibar pagó la novatada en su primer intento de acceso a la élite -término que en el diccionario se traduce por "minoría selecta o rectora"- y tuvo que bajar un peldaño para volver a trabajar al año siguiente. Empezó de nuevo en Segunda División, donde había consumido casi toda su carrera como futbolista, y triunfó con el liderato y el ascenso del Valladolid. Así, por derecho, regresó al peldaño superior, donde hasta hoy siempre ha tenido como único objetivo razonable el de mantenerse. Lo logró en Pucela dos años seguidos, siempre con presupuestos ridículos, y al tercero le enseñaron la puerta, tránsito que hizo que los albivioletas entrasen en barrena y descendiesen. Su trabajo obtuvo el reconocimiento de afición y prensa, pero fue engullido por la ley del fútbol, para él tan exigente en Valladolid como en Bilbao.

Cuando Osasuna reclamó los servicios de Mendilibar en febrero de 2010, el entorno estaba hasta el gorro de José Antonio Camacho y el equipo no sabía por dónde le daba el aire. El vizcaino afirmó sin pestañear que era el técnico idóneo para Osasuna y Osasuna, el equipo idóneo para él. No anduvo descaminado: lo cogió en febrero de 2010, ganó ocho partidos y lo impulsó hasta la novena posición. En la Liga 2011-12, pese a que la meta volvía a ser la de eludir angustias, el conjunto navarro acabó séptimo. El campeonato vigente lo ha encarado apechugando con la enésima descapitalización del plantel y antes de navidades se escucharon voces, insistentes y ruidosas algunas, pidiendo su marcha. Lógicamente, Osasuna lleva desde el verano metido en el lío de la cola y ha sido este último mes cuando ha podido sacar la cabeza.

El sábado se le presenta una oportunidad de tomar algo de aire en detrimento del Athletic, el club que no le entendió y abortó su despegue como entrenador de prestigio en la élite del fútbol. Un rasgo clave de la personalidad de Mendilibar se deduce de la forma en que asimiló este episodio traumático: no solo no le hundió, sino que lo supo utilizar a modo de trampolín. Las sucesivas travesías por el desierto que posteriormente ha dirigido en clubes más modestos le acreditan como un profesional muy capaz y temible para los rojiblancos. Visto lo visto, más que el propio sir Alex Ferguson.