Bilbao

Aquel año nació Richard Nixon, Federico Moyua dejaba la alcaldía de Bilbao y en las aguas de la ría se disputó un estrafalario partido de waterpolo durante las fiestas de Bilbao en el mismo caluroso agosto de 1913 en el que Rafael Moreno, Pichichi, marcaba el primer gol de la historia en San Mamés. Lo logró, para más precisión, un 21 de agosto de 1913 y cuentan las crónicas que cerca de 3.500 personas presenciaron aquella gesta "en un campo de aire inglés, con una tribuna de madera de seis filas de fondo y los palcos y el terreno de juego cuajados de macizos de flores", tal y como lo recuerdan los cronicones de la época. Es curioso que las obras de aquel primer San Mamés fuesen bendecidas por una hoja de berza en vez de un hisopo, dado que éste se le había olvidado al sacerdote Manuel Ortuzar. Atrás quedaban los primeros escarceos en los campos de aviación de Lamiako y por delante toda una leyenda.

Un paso atrás. Poco antes, a finales del siglo XIX, había en el Bilbao más viejo algunas casas de lenocinio especialmente famosas, entre ellas y distinguida como la más famosas, el Serrallo en la calle Marzana. Por Bilbao la vieja y San Francisco hicieron nombre en el oficio Luisa Campan, La Francesa, Margarita La Descolorida o Ramona Riguero, apodada, imagínense por qué Robamelones.

En esa atmósfera hizo fortuna, ya entrado el siglo XX, el Salón Vizcaya, ubicado en los números 40 y 42 de San Francisco. Allí triunfaron los combates de boxeo e incluso las peleas de lucha grecorromana, pero sobre todos ellos se impuso el musical picante y pícaro. Era un tiempo de excesos e incluso periódicos bilbainos como El Liberal daban cobertura a lo vivido. Valga como ejemplo unos versos publicados en sus páginas por aquellos años: "Si piensas darlas abasto/con solamente una picha/tómate aquél chocolate/de la inocente Virginia./Bebe mucha agua en ayunas,/no mires a la Aguedita,/come picante y saldo,/diabolines y salchicha". Hoy aquellas recomendaciones provocarían un alboroto.

El Salón Vizcaya albergaba en su interior un cabaret llamado Club Vizcaya, cuentan que el más atrevido y rupturista antro de perdición. En él se bailaban los ritmos más atrevidos, recién llegados de París o de América; en él hizo fortuna Consuelo Portela, La Chelito, con canciones picantes como el chile mexicano que encendían a nuestros antepasados, poco acostumbrados a los excesos. Y en él la cupletista Teresita Zazá, recién llegada de Madrid, se llevó la sorpresa de su vida.

El Salón Vizcaya tenía un sobrenombre en la época: la catedral de las varietés. ¿Predestinación? Los rojiblancos más románticos no lo dudan un instante: por supuesto que sí. Volvamos al escenario. Teresita apareció en la cartelera bilbaina formando parte del espectáculo preparado por el Salón Vizcaya. Ya hacía bolos por provincias y su caché aún era bajo. Aun con todo, El liberal la definía, en la época, de esta manera: "Su arte es realmente único, puesto que su especialidad no consiste en cantar los cuplés, sino en decirlos con admirable distinción y gusto exquisito, y si a ello se une su soberana belleza y elegancia sin igual, queda justificada la predilección de los públicos que han tenido la suerte de admirar el sin par trabajo de la genial artista a la que auguramos en ésta el mismo clamoroso éxito obtenido en Madrid, Sevilla y otras poblaciones importantes, a la bellísima Zazá".

En su repertorio, Teresita llevaba la Canción del Alirón, con letra de Álvaro Retana y música de Gaspar Aquino, estrenada por Marietina en el Romea madrileño.

La letra original decía:

En Madrid se ha puesto en moda

la canción del ¡Alirón!

y no hay nadie en los "madriles"

que no sepa la canción

Y las niñas ya no entregan

a un galán su corazón

si no sabe enamorarlas

al compás del ¡Alirón!

¡Alirón! ¡Alirón!

Pom, pom, pom...

Julián Echevarría, Camarón, testigo de lo que se cuenta, explica en su Cancionero Bilbaino: "(...) Grande fue la sorpresa de la Zazá cuando el público, levantándose, le rectificó el estribillo final, obligándola además, a cantarlo con él:

¡Alirón! ¡Alirón!

¡el Athletic campeón!

Ahí se hiló la ligazón entre el Athletic y el viejo cuplé, que pronto se reescribió al gusto de la afición de la época, para quedar como sigue:

En España entera triunfa

la canción del ¡Alirón!

y no hay chico deportista

que no sepa esta canción.

Y las niñas orgullosas

hoy le dan su corazón

a cualquiera de los once

del Athletic campeón.

¡Alirón! ¡Alirón!

el Athletic es campeón.

Hoy el fútbol en España

es la máxima afición

y la gente se emociona

con los ases del balón.

Empezando por Pichichi

y terminando por Apón

todos cantan las proezas

del Athletic campeón.

¡Alirón! ¡Alirón!

el Athletic es campeón

Tan rotunda aceptación y tan clamoroso éxito de la tonadillera, forzó el que los propios autores de la coplilla decidiesen reescribirla.

No fue aquel el único momento de la historia en que el Salón Vizcaya hermanó con el Athletic. No en vano, a finales de la segunda década del pasado siglo hizo fortuna una canción que decía "Ay, Cecilio, Cecilio Ibarreche/están echando pestes/los de San Sebastián/ y es seguro que p'aliviar sus penas/le nombran al Arenas/su sucursal" apoyándose en la melodía de un chotis que la tonadillera -y más tarde locutora de Radio Bilbao...- Emilia Bracamonte había popularizado en el viejo salón.

Hoy, cuando San Mamés se convierte en un gran teatro cada vez que truena la Marcha Triunfal de Verdi, conviene recordar las viejas palabras del compositor italiano, cuando dijo aquello de "retorna a lo antiguo y serás moderno". Viajemos pues, en tiempo, en busca de las fuentes de la eterna juventud cantada de este equipo.

La primera canción de la que se tiene constancia fue El pasodoble del Athletic, escrito por Jacné en el año 1903. Se sabe que acompañaba a los recibimientos coperos y los partidos disputados en Lamiako y que fue interpretado en numerosas ocasiones por la banda de Garellano. Sin embargo, el tiempo borró su recuerdo y no se conserva ni la letra ni la música. Años después, en 1923 y con la excusa de la celebración de las bodas de plata del club, Marcelino Amenabar, director de la banda municipal de Portugalete, escribió el pasodoble Athletic Club. La pieza se estrenó en Atxuri el 15 de mayo de 1923. Fue muy popular en la época y se perdió en un traspapeleo de la banda de Garellano. En 1940 apareció una partitura de piano y el director de la banda municipal de Gallarta la recompuso y armonizó de nuevo.

Como se acostumbra en esta tierra, cuentan las voces que en 1950, sobre los manteles de un restaurante y en los blancos de una servilleta, el letrista Goyo Nadal y el músico Timo Urrengoechea (al parecer murió dolido con el club...) compusieron una canción de urgencia, un himno oficioso del Athletic para que esa misma tarde sonase en el programa radiofónico de Boby Deglané. Nació así, inspirado en un pasacalles, la viaja canción que cualquiera recuerda, aquel "Tiene Bilbao, un gran tesoro..." bajo el que se han librado cientos de batallas deportivas. Para entonces el legendario Gabriel Ortiz (perdón, Rompecascos...) ya había popularizado el histórico irrintzi ¡Athleeeeeticc! que se remataba con un ¡eup! multitudinario antes de que estallase una botella de vidrio en su cabeza al grito de ¡pa' los pollos! Esa fue otra de las grandes melodías de San Mamés que aún perdura.

"Por el río Nervión bajaba una gabarra, rúmbala, rúmbala, rum ; con once jugadores del club Atxuritarra rúmbala, rúmbala, rumba, la rumba del cañón...". No hay un aficionado que no conozca la canción tradicional athletikzaleak, inspirada en una coplilla de los años veinte. De su letra se extrajo la idea de surcar la Ría a bordo de una gabarra para celebrar el título de Liga de la temporada 1982-83. Con ocasión de aquella celebración, el Athletic, al fin, decidió encargar el primer himno oficial de su historia: el Altza Gazteak que hoy perdura, treinta años después.

En 1982 el compositor de Otxandiano, Carmelo Bernaola recibió el encargo de su vida: escribir el himno del Athletic. Bernaola buceó en las tradiciones (desde el Alirón de Aquino y Retana al pasacalles del Altza Gaztiak de Beobide...) y reorganizó los viejos cantos, arropándolo con versiones instrumentales Propuso entonces a Antton Zubikarai la creación de una letra en euskera y el conjunto se escuchó por primera vez el 30 de marzo de 1983, en los prolegómenos a la disputa de los cuartos de final de Copa jugados frente al Barcelona.