BILBAO. Santi Urkiaga (Sestao, 1958) fue el primer infantil que ingresó en Lezama y se consolidó en la elite. Hoy en día, después de ejercer de técnico, sigue en la casa, desempeñando otras labores. Pocas personas conocen como él las entrañas de la fábrica del Athletic.

Usted tiene a gala ser el primer producto integral de Lezama.

Soy el primer jugador salido de la escuela de Lezama que llegó al primer equipo. Para mí es un gran honor y un dato que siempre sale cuando se habla de Lezama o se cumplen aniversarios de la escuela.

Fue captado en categoría infantil.

Sí, era de los más jóvenes y por eso hice dos años en infantiles. Hubo otros que empezaron a la vez, como Imanol Mazarredo, pero él iba siempre adelantado. Y en el segundo año de infantil coincidí con San Pedro, que era un jugadorazo, pero que sólo llegó al Bilbao Athletic, tuvo una lesión de tobillo. Era de lo mejorcito que había y también iba por delante del nivel que le correspondía por edad.

No fue este su caso.

No, yo siempre fui ascendiendo cuando me tocaba por edad. El primer entrenador que tuve en Lezama fue Piru Gainza, quien entonces hacía tándem con Manolín, que justo cuando yo llegué, en esa pretemporada, se fue al Palencia.

Gainza les impresionaría a esa edad.

Tuve la oportunidad de conocerle mejor y te dabas cuenta de que era un sabio del fútbol y una persona muy socarrona. También me entrenaron Poli Bizkargüenaga, José Luis Garay y luego estuve muchos años con Iñaki Sáez, también en el filial. Tengo una anécdota para contar de esa época…

Cuente, cuente.

Con Iñaki Sáez llegamos a semifinales del Campeonato de España y antes nos tocó emparejarnos con el Pamplona, donde De Andrés jugaba de líbero y era el que dirigía a su equipo. Aquí empatamos y para el partido de vuelta, Sáez me dijo que me emparejara a De Andrés, que solo me preocupara de marcarle, y eso hice. Ganamos 1-4 y hubo un momento en que Miguel hasta perdió los papeles.

Le pegó una secada.

Sí, todavía hoy lo solemos recordar, sobre todo él.

¿Pero usted en qué demarcación jugaba?

Yo entonces era extremo derecho, pero en infantiles jugaba de segundo delantero y metía goles. Metí goles hasta que llegué al filial, de hecho llegué a ser internacional en juveniles jugando de extremo.

¿En qué momento le retrasaron a la defensa?

Fue Txutxi Aranguren el primero que me puso de lateral con la selección vizcaina.

Y seguramente no le haría gracia.

Pues la verdad es que no, es más bonito jugar arriba. Para mí el cambio fue una sorpresa porque entonces no era como ahora que a los chavales les prueban en varios puestos. Los técnicos entenderían que con mis características me adaptaba bien a esa demarcación y ahí me dejaron para siempre.

Ha habido más casos.

Sí, el mismo Iñaki Sáez o Txema Lasa. En el Bilbao Athletic desde el primer momento me pusieron de lateral y sin darme muchas explicaciones. Yo era muy rápido y está claro que tenía condiciones para jugar ahí, pero cuando era extremo era como un martillo para los defensas, les hacía correr mucho.

Esa capacidad para subir y bajar la banda le vino de perlas para asentarse en la elite.

Tenía mucho recorrido y una buena recuperación. El físico que tenía era importante, aguantaba muy bien los esfuerzos. Durante años era el que mejor daba en las pruebas físicas, porque podía hacer esfuerzos extremos de forma muy seguida y me recuperaba pronto.

¿En quién se fijaba, qué lateral le gustaba?

Me gustaba Tirapu, él era quien jugaba arriba. Como lateral de referencia estaba Camacho, pero mi referencia era Tirapu, a quien le quité el puesto.

Alguna mención especial de un rival.

Los duelos con López Ufarte eran muy intensos. Había días en que no le dejabas tocar bola y otros en que era imposible marcarle. Era una buena época de la Real y jugamos muchas veces en contra. Era muy listo, te llevaba a zonas en que no sabías muy bien lo que hacías.

Ha dicho que fue escalando categorías paso a paso.

Cuando me cogió el Athletic jugaba en el equipo de mi barrio, el Albiz de Sestao. Vinimos a jugar el Torneo de Lezama, donde por cierto nos aceptaron aunque nos apuntamos al día siguiente del cierre del plazo de inscripción. Entonces venir a Lezama desde Sestao no era ninguna broma.

¿Y una vez que le ficharon cómo lo hacía?

Tenía 12 años, salía de la escuela a las cinco y media y volvía a casa a las doce de la noche. Solo había un autobús que te llevaba a Lezama y salía de San Mamés. Si llegabas a tiempo y lo cogías, pues bien, si no tenías que coger trenes o hacer dedo. Ya digo que no era sencillo. A veces me tiro de los pelos cuando veo a los chavales de ahora que casi quieren que el autobús les pase a recoger por el portal.

Eran otros tiempos.

De repente tenías partido en Getxo, yo salía de casa, cruzaba por el Puente Colgante y cómo no tenía ni idea de dónde estaba Fadura empezaba a preguntar a la gente y me iba hasta allí corriendo por las calles. La familia no podía llevarle, claro.

En mi casa no había coche, mi padre trabajaba a turnos en Babcock y mi madre bastante tenía con cuidar de todos. Mira, mi padre prácticamente no me vio jugar hasta que estuve en juveniles y eso fue en algún partido cerca de casa. Si les cuentas estas cosas a los chavales de ahora no te creen, piensan que les estás metiendo una bola.

Viendo su evolución sería consciente de que tenía opciones de llegar a lo más alto.

Estaba entre los que destacaba, pero no estabas pendiente de eso. Ahora es distinto porque las familias están muy encima de los niños y todos quieren llegar a ser figuras. A nosotros no se nos pasaba por la cabeza. Hombre, una vez que estabas en el Bilbao Athletic sí que pensabas en dar el salto, pero hasta entonces no.

¿Cómo fue el salto?

Koldo Agirre nos llevó a De Andrés y a mí a Santander, en pretemporada. Entre nosotros comentamos que si el Racing podía estar en Primera con los jugadores que tenía. He visto pasar a muchos jugadores a mi lado que se han quedado y yo no era el mejor, ni mucho menos. Sí que era constante como el que más, trabajador como el que más, pero había otros mejores.

Al poco tiempo de estar en Primera División tuvo la lesión más grave de su carrera.

Sufrí rotura de tibia y peroné. Fue en febrero y hasta septiembre no reaparecí. No fue una fractura limpia, fue complicada, pero me pilló en una buena edad.

¿Cómo sucedió?

Íbamos ganando 2-0 en San Mamés al Atlético de Madrid y Julio Alberto se lanzó e hizo una tijera el aire y me dio. Son cosas del fútbol, no digo que fuera queriendo ni sin querer, pasan sin más. Cuando me recuperé ya estaba de entrenador Javi Clemente, que tuvo la misma lesión que yo. Una casualidad.

Usted no fue un defensa duro.

No era de dar patadas, pero duro sí que era, iba fuerte al choque, pero no era como otros que siempre pescaban carne. Nunca fui expulsado y solo una vez me sancionaron por acumulación de tarjetas.

Ya ha citado a Clemente, con él llegaron unos éxitos que no han vuelto a repetirse.

Viví una época dorada, muy bonita. Hasta que no se gane algo siempre nos van a recordar. También a nosotros nos hablaban de los títulos de los años cincuenta. En cuanto el Athletic gane algo, se olvidarán de aquel equipo.

¿Qué es lo que tenía su equipo?

Diría que era una conjunción maravillosa de poder con clase, había una calidad superlativa en Argote, Sarabia, Sola… Luego, era muy difícil hacernos gol y todas las líneas estaban compensadas. El nivel del equipo lo daba que casi todos fuimos internacionales.

¿Se atrevería a destacar a alguien?

Yo tenía predilección por De Andrés, era el jugador clave, el que daba equilibrio, y si hubiera jugado en su verdadero puesto, de líbero, hubiese sido el mejor de Europa. Técnicamente Argote y Sarabia eran fueras de serie, uno era el mejor centrador que había y el otro, por su regate y su llegada al gol. Y estaba Dani, el pequeño, el más ratonero, un fenómeno, qué olfato tenía y qué bravo era.

No faltaba de nada.

Había más gente importante. Piru Gainza era la mano derecha del míster, Biritxinaga, Manolo Delgado, Miguel Gutiérrez… Cada uno en su parcela. Hasta los que jugaban menos estaba a gusto, algo que en otros sitios no suele pasar. Hubo momento muy bonitos: el doblete o ver que tres cuartas partes de las gradas del Bernabéu eran del Athletic. Eso es muy fuerte.

Hasta que vino el lío.

A raíz del lío entre Clemente y Sarabia se deterioró todo. La directiva deshizo el equipo demasiado rápido, demasiado.

La limpia le afectó.

Estuve el año del Txopo (Iribar) y luego me marché.

Pero ese último año participó en cincuenta partidos.

Fue un año de transición. Salvo el año de la lesión siempre jugué muchos partidos. Pasó que la directiva me ofrecía una cosa, yo pedía otra. Yo hubiese seguido y no puedo decir que me echaran, pero tampoco tenían mucho interés en que siguiera.

Emigró al Espanyol.

Era algo que estaba ahí y no le había dado mayor importancia, pero fue Clemente quien me llamó y al día siguiente de ver que no me quedaría, viajé a Barcelona y firmé. El Espanyol me dio más dinero que el Athletic, pero no me fui por eso. Estuve dos años, el primero fue muy bueno, llegamos a la final de la UEFA, pero en el segundo todo se complicó. No se fichó bien, destituyeron a Clemente...

Y en ese instante lo dejó, ¿por qué?

Acabé mosqueado, harto, con las batallas que tenía encima no aguantaba algunas cosas. Tuve alguna oferta, ninguna me sedujo y me ofrecieron ser el segundo entrenador del Santurtzi.

Le tiraba lo de ser técnico.

Hasta que no te pones a ello, no sabes. En el Santurtzi, muy bien, luego hice de coordinador en el Sestao, saqué el título y volví al Santurtzi, pasé por el Basconia, cuando no tenía nada que ver con el Athletic, y también llevé la selección de Euskadi de juveniles. Me llamaron de Lezama y estuve entrenando abajo durante ocho años.

Volvió a casa.

Sí, pero antes de eso estuve por ahí, porque a veces oyes cada comentario. Llegó un momento en que te tienes que tirar hacia arriba o replantearte lo que haces y entonces surgió el trabajo que ahora realizó en Lezama, de encargado de las instalaciones, y dónde voy a estar mejor.

Ha conocido Lezama por dentro desde el primer día hasta hoy.

Ha cambiado muchísimo. El Athletic ha sido pionero, pero ahora todos los clubes trabajan la base porque nadie tiene un duro. El Athletic tiene que hacer bien las cosas, hay que poner los mejores medios y no quedarte atrás.

Lezama es tema recurrente cuando el primer equipo no obtiene resultados positivos.

El Athletic ha pasado momentos malos cíclicamente, incluso teniendo jugadores consagrados ha estado cerca de Segunda algunas veces. Hacen falta jugadores competitivos, son muchos los que debutan, pero no todos se consolidan. Se han jugado dos finales con una media de 23 ó 24 años, pero no puedes parar.

Haga balance de su etapa profesional.

Me retiré relativamente pronto y perdí un año por lesión. No me quejo, los buenos recuerdos superan con mucho a los malos.