BILBAO. Iñaki Garai (Bedia, 1952) fue un extremo habilidoso formado en la cantera rojiblanca que cuando llegó a la élite acertó a reciclarse para completar una dilatada carrera como centrocampista de trabajo. Hoy en día sigue vinculado al Athletic y destaca la gran evolución experimentada en Lezama, cuyos inicios vivió intensamente.
¿Cuántos jugadores de Bedia han llegado al Athletic?
Pues, poco antes estuvo Beitia, que jugaba de central. Yo entré en el club con 13 años en infantiles y estuve hasta los 26, pasando por todas las categorías. Lo más duro fue el salto de infantil a juvenil, entonces no había cadetes, y con 15 años jugabas contra gente de 18. Yo era un guindilla y te encontrabas con tíos muy hechos físicamente. El que llevaba todo el fútbol de abajo era José Luis Garay.
Entrenaban en Etxebarri, todavía no existía Lezama.
Sí, en Etxebarri estábamos todos. Y Garay con todos los equipos. Solía venir en un Seat 1500, traía el material, los tacos, que se rompían muy fácilmente, eran de madera y a menudo se soltaba la tapa y quedaban los hierros a la vista. Menudas averías que se hacían. Garay empezaba a primera hora de la tarde y terminaba a las ocho de la noche. Y de allí se iba a San Mamés para entrenar a los que por estudios no podían ir antes. Se entrenaba en la Tribuna Principal, en la parte donde estaban los bares. Se hacía toda la parte física y luego partidillo, con las columnas por medio…
Eso de entrenar debajo de una tribuna suena increíble.
Te chocabas con las paredes, con las columnas, encima a media luz. Cuando se encendía la Feria de Muestras se veía algo mejor. La iluminación era muy triste y a menudo las fluorescentes se rompían por los balonazos. Si rompías una te quedaba un sentimiento de culpabilidad. A veces he pensado que a algunos les hubiera venido bien haber pasado por allí para forjarse. Lo de aquel hombre, Garay, tenía mucho mérito. El Athletic fue campeón de juveniles varios años con él.
¿Con qué jugadores coincidió en esos comienzos?
De Ondarroa venían también en un 1500 de siete plazas: Agirreoa, Ortuondo, los Badiola, Bengoetxea y Laka. Estaban también Viteri y Andoni Murua. Estoy citando a los que luego vivieron del fútbol.
En su ficha aparece que un año estuvo en el San Mamés.
En juveniles había muy buenos jugadores. Los más hechos iban al Bilbao Athletic y con los demás se formó otro equipo que se llamó San Mamés y estuvo dos años en Regional, con Poli Bizkarguenaga de míster.
También estaba Piru Gainza en el ajo.
Piru era el shérif. Cuando acabé en juveniles se inauguró Lezama, que no era ni parecido a lo que es ahora. Sobre la marcha se fueron haciendo más campos y el pabellón cubierto, se empezó a montar una infraestructura. En el primer equipo estaba Ronnie Allen, Gonzalo Beitia llevaba el filial, y Poli y Garay siguieron en el fútbol base. También empezó a haber más técnicos que empezaban entonces. En el San Mamés tuve la suerte de meter muchos goles y me pasaron al Bilbao Athletic.
¿De qué jugaba?
De extremo derecha. Desde infantil hasta el filial jugué ahí. Era finito, no pesaba nada, habilidoso, me decían que tenía que jugar con dos balones porque era un poco chupón. Fue Pavic el que me puso en el centro del campo. En el filial hice 22 goles.
Pues ya son goles para un extremo.
Sí, en esa época jugaba todos los partidos, estábamos en un grupo con los equipos gallegos, asturianos y cántabros. Yo me fijaba en George Best. Era mi ídolo, aparte de Fidel Uriarte y Antón Arieta. Best jugaba con la camiseta por fuera, con las medias bajadas, tenía unas patillas… A nosotros no nos dejaban hacer todas esas cosas.
Los del Athletic formales, bien peinados y con la camiseta por dentro del pantalón.
Y los entrenadores nos llevaba siempre a misa y cuando viajábamos, los sábados por la tarde todos juntos al cine. Y, por supuesto, siempre se rezaba antes de un partido. Había una disciplina, pero yo había estado interno en Oñati de los 9 a los 13 años y ya tenía una base cogida en ese sentido. La educación era diferente a la actual. Hoy en día a los chavales les damos todo, les tenemos en palmitas, les apoyamos en todo, les protegemos muchísimo, en vez de dejar que sean ellos los que tengan iniciativa.
Bueno, y sube al primer equipo.
Estuve cinco temporadas. Coincidió que el club empezó a traer gente veterana como Zabalza, Irureta, Lasa, Churruca, Tirapu… y a los que veníamos de abajo eso nos cerró bastante las puertas. Subí con Txato Núñez, Eskalza, Amorrortu y Martín.
¿Qué tal con Pavic?
Era un entrenador con muy buenos fundamentos, buen técnico para enseñar a los chavales. Era disciplinado, salvo en el tema de la puntualidad. Una vez que íbamos a Santander, el autobús salió sin él porque no llegaba. Recuerdo que cuando viajábamos en coche-cama, a los jóvenes nos ponía encima de las ruedas, para que los veteranos fuesen más cómodos y con menos ruido. Esa diferencia entre veteranos y jóvenes estaba bien marcada. Entonces impresionaba coincidir en la caseta con gente como Iribar, Txetxu Rojo, Fidel… Había unas jerarquías. Si tenías un golpe, por ejemplo, te daba respeto ir a donde Perdiguero para que te atendiese.
El segundo año, cambio de técnico.
Vino Iriondo. Y estuve tres meses cedido en el Barakaldo, que andaba jodido. A principio de temporada habían mandado allí a Madariaga, Oñaederra y Zuloaga. Yo fui en febrero. El entrenador era Eusebio Ríos, que no nos decía que entrásemos duro, pero si el rival iba por encima de la valla, mejor.
Y llega al cuarto año, una temporada especial.
Cogió el equipo Koldo Agirre y estaba también Manolo Delgado, que para nosotros era una novedad terrible. Sabía trabajar muy bien, les sacaba rendimiento a los veteranos, nos mentalizaba, nos metía cosas nuevas que no habías practicado nunca en los entrenamientos. Te fijabas en todo, eras joven y estabas con los ojos bien abiertos.
Pero la titularidad estaba muy cara.
También ibas madurando y cogiendo cosas de los veteranos. Zabalza y Jabo Irureta te decían: Chaval, no pierdas el balón, no arriesgues. Esa temporada fue muy buena, terceros en Liga y las dos finales, de UEFA y de Copa. Un año sensacional. Empecé jugando y a mitad de año en un entrenamiento me rompí los dos malévolos del tobillo derecho. Fue en vísperas de los cuartos de final de la UEFA. Me quedó el pie colgando.
Jugó unos cuantos partidos de la UEFA.
Sí, contra el Ujpest y el Basilea.
Y en la semifinal con el Racing White. Ese día coincidieron en la media Oñaederra, Rojo II y usted.
La gente se iba cargando de partidos, había alguno lesionado y jugamos los tres en la ida. Pero es que todos participamos. Fue fundamental la preparación de Manolo Delgado y Koldo sabía cuándo tenía que dar descansos. Así que llegamos muy bien a las finales, la prueba es que en las dos el resultado fue muy ajustado. Se tocaba mucho la pelota, se daba espectáculo. Era un equipo muy ofensivo, Villar era el medio que aguantaba. Al Madrid le ganamos 2-3 en el Bernabéu y me tocó marcar a Velázquez, qué clase tenía. No como Fidel, un escalón por debajo. Creo que Uriarte es el más completo que he conocido, bajaba al área a recoger, conducía y todavía tenía facultades para llegar a rematar y cómo lo hacía. Partidos como ese del Bernabéu se te quedan grabados por el ambiente que había, era una época en que estaba todo revuelto por la política.
Al decir esto está pensando en algo.
Dicen que no hay que mezclar deporte y política, pero en aquella época no te podías expresar en la calle y se aprovechaba la concentración de gente que supone un partido para reivindicar cosas. Por ejemplo, coincidiendo con la final de la Juventus se guardó un minuto de silencio por las personas que habían matado durante una semana de movilizaciones en favor de la amnistía. Estaba pensando en que un año antes, en el 76, mataron a cinco obreros en Vitoria, y uno de ellos, Pedro Martínez Ocio, era cuñado mío. Todas estas cosas se notaban en los campos, también a la inversa cuando ibas a jugar a sitios como el Bernabéu.
¿Qué supuso la lesión de tobillo que comentaba?
Entonces te escayolaban y ¡hala, ya te curarás! Pero yo quedé cojo perdido y perdí un año. Hasta tuve que cambiar el golpeo, al darle limpio me molestaba y empecé a darle con rosca, con efecto. Hice la recuperación con Miguel Gutiérrez, iba mucho a correr a la playa, era consciente de que cojeaba. Ahí tuve muy mala suerte, con 23 años no pude seguir evolucionando.
Y tuvo que dejar el Athletic.
Koldo me dijo que no me veía recuperado y… Bueno, la cosa fue que Maguregi ascendió al Celta y me quiso llevar, pero tuvo algún problema allí y se marchó al Almería. Me volvió a llamar y aunque estaba en Segunda me dio las mismas condiciones que me ofrecía en el Celta. Pagaron cinco millones al Athletic.
¿Cómo se tomó esta salida?
Llevas toda la vida en casa y de repente tienes que cambiar. Te fastidia, es normal, peor bueno fui al Almería y ese año ascendimos y seguí con mi carrera, estuve diez años más jugando al fútbol en Andalucía. El segundo año tuve que jugar contra el Athletic. Primero fue en Almería, en Nochevieja, y ganamos 4-2 con dos de Rolón y dos de Murua. Me tocó emparejarme con De Andrés. Aquí, en Bilbao, nos metieron 5-1. Ese día me tocó cubrir a Argote, que jugó de interior, con Txetxu de extremo. Ya me hizo correr, Estanis era un fenómeno al que quizá no se la he reconocido tanto porque era muy buena persona. Fue una sensación rara jugar en San Mamés con otra camiseta, pero eso es normal la primera vez.
Por lo que dice enseguida se amoldó a su nuevo destino.
El cambio era impresionante y el primer talón que me dieron no tenía fondos. Le dije al presidente que si no me pagaba al día siguiente me largaba para Bilbao. Era un equipo que llevaba dos ascensos consecutivos y el presi, el día de la presentación, nos dijo que si la grada estaba como aquel día, que habría, no sé, unos tres mil, no cobraba nadie. Empezó la Liga y el campo estuvo siempre a reventar. En dos años en Primera, allí, en el Franco Navarro, no ganó nadie.
Y se puso de moda lo del autobús de Maguregi.
Eso ya iba con él cuando estuvo en el Racing y en el Celta. Era de amarrar, siempre había jugado así y le había dado resultado. Magu trabajaba muy bien el tema psicológico y llevaba él la parte física. Creo que su sueño siempre fue entrenar al Athletic. A mí me trató como un padre. Me acuerdo que yo, como era el capitán solía ir a cobrar las primas. Los demás entrenando y yo en el coche a donde el presidente y vuelta al campo con toda la tela para repartirla.
Coincidió con Andoni Murua, con quien empezó de crío en el Athletic.
Murua estaba en el Levante, Magu me preguntó y le contesté que había que traerle. Nos dio un rendimiento fenomenal. Cuando jugaba en el Bilbao Athletic era de los que driblaba al defensa y le esperaba para driblarle otra vez, pero ya había madurado y en cuanto podía buscaba la portería.
La aventura del Almería no terminó bien.
No, se fue Magu al Espanyol, vino Arsenio y le echaron en enero. Descendimos y resultó que había una deuda de 40 millones. La Federación no tramitó las fichas y el club desapareció. Yo, que tenía tres años más firmados, pues a buscarme la vida y además esto pasó en plena pretemporada. Tuve suerte de ir al Jaén, allí estaba Carmelo Cedrún. Luego pasé a la Balompédica Linense y estuve cuatro años. El último de jugador y de secretario técnico a la vez. Otra vez coincidí con Carmelo y con él estuvimos cerca de ascender. Con 36 años dejé el fútbol, tenía un tendón de Aquiles tocado y era momento de volver a casa, por los hijos, sus estudios y demás.
Diez años en Andalucía, ¿nunca tuvo una oferta para volver, no al Athletic, pero a otro club vasco o más próximo a casa?
Algo contacto hubo con el Alavés, pero fuera se ganaba más. En ese sentido quedé muy satisfecho en todos los sitios en los que estuve. Me mentalicé para adaptarme bien a ciudades, los equipos son muy diferentes a lo que tenemos aquí, por eso estuve tanto tiempo. Es otra cultura, otra educación, nosotros somos más serios, pero es posible que en todo esto influya el clima.
En la actualidad trabaja en el Athletic, en Lezama.
Estoy feliz por ello, llevo ya cinco años. Que se acuerden de uno es como un reconocimiento y estoy agradecido.
Este Lezama y el que usted conoció en los setenta…
¡Lo que ha evolucionado todo! La forma de trabajar, la cobertura que tienen los equipos, con técnicos, preparadores físicos, un servicio médico que es una maravilla... Nosotros no conocimos todo esto. Antiguamente cuando te hacías una avería a veces ni decías nada. Ahora el club está pendiente, muy encima de los chavales. Y el trabajo es más intenso, creo que nosotros nos divertíamos más en los entrenamientos.