BILBAO

ALINEAR a Carmelo como delantero fue una de las decisiones que le costaron el puesto a Daucik, siendo relevado por Baltasar Albéniz en un periodo de transición que a comienzos de 1958 invitaba al fatalismo, ya que se unió el fallecimiento de Perico Biritxinaga, una de las figuras de la entidad, con el accidente aéreo del Manchester United que causó tanta conmoción. Sin embargo, de nuevo la Copa enarbolaría al Athletic con uno de los partidos más emblemáticos de su dilatada historia, el que en la final le enfrentó al Madrid yeyé de Di Stéfano. Antes hubo que eliminar al Celta (3-0 y 0-1), Las Palmas (0-4 y 1-0) y Barcelona, al que se ganó 2-0 en San Mamés, validado con un 4-3 en el Camp Nou. Esperaba la locomotora blanca, que llegaba de derrotar al fantástico Milan en lo que fue su tercer título de Copa de Europa, Liga aparte, de forma que los merengues buscaban el triplete. Como la Federación había decidido que la puja por la corona se dirimiría en Madrid con independencia de la identidad de los contendientes, tras recibir presiones al más alto nivel, se eligió como sede el Metropolitano, lo que indignó al club rojiblanco, aunque los intentos del presidente Guzmán para la revocación del escenario fue inútil. Así, tiró de bilbainada y exigió que el duelo se disputase en el Bernabéu para que al menos acudiera mayor cantidad de afición bilbaina.

la pizarra de albÉniz La pizarra de Albéniz hizo el resto. Aunque ya tenía sustituto para el cargo -Martim de Francisco-, el eibarrés se fue por la puerta grande. Ante las bajas de Gento, Marsal y Kopa, impidió que Di Stéfano, Rial y Santisteban enlazaran como acostumbraban: Etura evaporó la magia del astro argentino, Garay defendió como un gigante y Koldo Agirre, un joven de apenas 19 años, frenó al central uruguayo. Arieta, a quien el máximo dirigente acuñó como el nuevo Telmo Zarra, subió a los altares cuando al minuto 20 abrió la cuenta con un zambombazo y tres minutos después Mauri voleó de manera magistral un centro de Uribe. Con el Real Madrid sobre la lona, los blancos se limitaron a colgar balones como un equipo pequeño. A la hora de recoger el trofeo, al dictador Franco no le quedó otra que exclamar a regañadientes: "¡Otra vez ustedes por aquí!". A lo que Gainza respondió: "¡Sí, y el año que viene nos volveremos a ver!". El poder vizcaino afloró como nunca, acuñándose la leyenda acerca de "¡cómo les hemos pasado por la piedra!. Ya te lo dije hermano, que las cosas no están tan mal. Para ganar la final nos bastaba con once aldeanos ". Paralelamente, Brasil se proclamó campeón del Mundo en Estocolmo.

Además de los ¡125.000! espectadores que se congregaron en Chamartin, el partido fue televisado, si bien el desarrollo del televisor era aún precario y solo los privilegiados tuvieron acceso a la pequeña pantalla. Después, desde Otxandiano hasta el Ayuntamiento la caravana de coches se hizo interminable con banderas, música y vítores. Terminaba un curso para el recuerdo antes de un largo paréntesis de once años, los que tardaría luego el Athletic en proclamarse otra vez como el rey de Copas.

ATHLETIC: Carmelo, Orue, Garay, Canito, Mauri, Etura, Artetxe, Uribe, Arieta I, Koldo Agirre y Gainza.

REAL MADRID: Alonso, Atienza, Santamaría, Lesmes, Santisteban, Zarraga, Joseíto, Mateos, Di Stéfano, Rial y Pereda.

Goles: 1-0: Min. 20; Arieta I. 2-0: Min. 23; Mauri.

Árbitro: González Echevarría.

Incidencias: Santiago Bernabéu. 29 de junio de 1958.