"Me perdía que me dejaba llevar por el corazón"
Aunque rehúya el boato, está entre los más grandes. Dice que él simplemente jugaba al fútbol y que trató de hacerlo desde la normalidad, pero no es común cumplir diecisiete temporadas en el primer equipo. Tras su amigo Iribar es el jugador que más veces ha defendido la camiseta rojiblanca
Bilbao. Txetxu Rojo (Bilbao, 1947) tuvo un seguimiento especial por parte de la afición. Pudo suscitar polémica, alimentar filias y fobias, pero nunca se discutió ni su clase ni su profesionalidad. Fue un digno sucesor de Piru Gainza, a quien cita con cariño en esta entrevista, ambos dieron brillo a la banda izquierda de San Mamés.
Como cualquier chaval de su época empezaría a jugar en la calle, algo que entonces se podía hacer.
Sí, en Begoña jugábamos en las campas de tierra y también en un frontón, en cemento. Tomé parte en torneos que se hacían en Mallona, el equipo nuestro se llamaba Peñarol. Estuve ahí desde los once hasta los catorce años, cuando fuimos a un torneo de Firestone y nos cogieron a varios. Estaría a punto de cumplir los catorce cuando empecé allí, luego quedamos campeones en juveniles, en ese equipo estaban Zorriketa o Latorre. De ahí pasé al Athletic. Luego el Firestone se disolvió, tenía un campo muy bonito, pero terminamos jugando en San Ignacio.
¿Qué se encontró al ingresar en el Athletic?
En aquella época era Garay quien llevaba el tema. En aquel equipo de juveniles jugaban Santamaría, Mancisidor, Nico Estéfano, Fullaondo, Nogales, Ezpeleta, Mardaras, Lavín, los hermanos Urra, Sanz,… Te digo el equipo completo porque luego muchos coincidíamos en la selección vizcaina.
Pronto dio el salto al primer equipo.
En el Athletic siempre he conocido una buena convivencia, pero cuando tienes 18 años todo te parece especial. Creo que hice la pretemporada con el Athletic, solo jugué tres partidos en el Bilbao Athletic, fue Piru Gainza quien me subió. A Piru siempre le he tenido un gran aprecio, era alguien especial, alguien que decía cosas y con el tiempo te dabas cuenta de que tenía razón.
¿Qué recuerda del debut?
El jueves anterior al debut me llamó Piru para el partidillo que se hacía los jueves en San Mamés. Luego fui con el equipo, era mi primer viaje y jugué. Fue en El Arcángel, en Córdoba, a las doce del mediodía y llovía la tira. Ese día no jugó Iribar porque se había hecho un corte en un pie en la ducha en el viaje a Pontevedra y jugó Zamora. Estaban Eneko Arieta y Orue, también Manolo Etura de la época anterior.
Gente que imponía.
Me acuerdo que entré en la caseta con Larrauri, que venía del Indautxu, y como siempre me ha gustado hacer las cosas de una forma normal, pregunté que dónde me sentaba. Me dijeron que en la parte derecha, era donde se ponían los más jóvenes. Luego cada cual iba cogiendo su sitio. Estaba Fidel Uriarte, que ya llevaba dos o tres años, igual que Txutxi Aranguren, y otra gente con más trayectoria, como Koldo Agirre. En mi debut pasó algo que merece la pena contar.
Ese día no se olvida.
Claro que no. Nos metieron gol en la segunda parte, chutó el central del Córdoba, el balón hizo un extraño. A mí me marcaba un tal Simonet. Me fui de él un par de veces y entonces me advirtió que si lo hacía otra vez me iba a calentar. Eneko, que estaba por allí, intervino y le dijo algo así como al chaval ni le toques. Al de un rato Simonet me hizo una entrada fuerte y allí fue Eneko, le soltó un guantazo y se marchó a la calle sin que el árbitro le dijese nada.
Cómo les protegían los veteranos.
La relación era muy buena con todos. Yo me fijaba mucho y me gustaba escuchar todo lo que se decía, callado. Empecé a compartir habitación con Orue, al que conocía porque solía ir por Begoña cuando yo era un chaval. Le pedían la firma y yo, que era muy vergonzoso, no me atreví y le dije a un amigo que lo hiciese por mí. Luego, ya ves, al de unos años acabamos durmiendo juntos. Lógicamente, hablaba más con los jóvenes, pero lo que te marca es la convivencia en general, fueron años fenomenales.
En diecisiete temporadas coincidió con muchísimos jugadores.
Pues como Iribar, cogí hasta tres generaciones distintas. Luego fueron viniendo los Igartua, Clemente,… Más adelante Astrain, Lasa, Gisasola, Eskalza, Villar, Dani y esa generación y en mis últimos años Goiko, Sola, Argote…
Y jugó con su hermano, siete temporadas.
Eso me hizo mucha ilusión. Imagínate cómo lo vivió mi padre, que era muy de fútbol, siempre iba a ver al Athletic y al Indautxu. Al principio se te hace raro, pero luego es algo normal, es tu hermano, pero es uno más en el equipo. Solo nos llevamos trece meses y de chavales jugamos juntos. Estar con él fue una razón más para disfrutar.
Habla muy bien de sus comienzos.
Es que entonces pasábamos juntos muchas horas. Subíamos al autobús el viernes para jugar el domingo, en el coche-cama también eran viajes largos. Lo de ir en avión a todas partes vino más tarde. Se salía a menudo a cenar, quizás más con los de tu quinta, pero también todos y eso se te queda grabado. Aprendías muchísimo en todos los sentidos y te ibas soltando.
Antes ha dicho que era muy prudente, que prefería escuchar.
Hasta que un día pedí la palabra y, ya sabes, yo que hablo rápido…. Entonces Zorriketa dijo: por fin ha explotado la pólvora.
De ahí viene lo de 'Polvorilla'
Supongo que sí. Aparte de Fidel y algún otro no me solían llamar así.
Debutó y enseguida gozó de la posibilidad de jugar una final de Copa.
En mi primera temporada. En cinco años jugué tres, casi seguidas. La primera fue contra el Zaragoza, al que le había visto el año anterior porque siendo juvenil jugué antes la final de Copa, que ganamos, después de haber eliminado al Barcelona en semifinales con un 0-5 en el Camp Nou. Chus Pereda vino al vestuario a felicitarnos. Contra el Zaragoza no pudimos, sí hubo más opciones un año después con el Valencia. Perdiendo 2-1 tuve un remate en el área para empatar.
Goles no hizo muchos, pero jugando de extremo…
Yo era interior izquierda y en juveniles metí cantidad de goles. Aunque muchos no se lo crean, de cabeza iba bastante bien. Metería cerca de veinte goles de cabeza. En Primera empecé de extremo, luego pasé a ser interior. De extremo solía jugar Pedro Lavín. Fue Piru quien me puso de extremo, formando ala con Uriarte, y ahí me quedé. Al principio se me hacía extraño porque el extremo tenía que estar pegado a la banda, si te metían un pase en largo tenías que estar allí. A mí me salía más irme para el centro, participar más en el juego, combinar más, y Piru me dijo que no dejara de hacerlo. Los últimos años volví a jugar de interior y estuve muy a gusto. Entonces, el extremo era extremo, pero mis cualidades eran de interior.
El centro al área era uno de sus fuertes.
Uriarte me decía que tenía que haber sido extremo derecho porque los zurdos como él rematan mejor los balones que les llegan desde la derecha. La verdad es que él cabeceaba bien de todas las formas. Uriarte es el mejor que he visto. Dani también era muy bueno rematando, pero Fidel le daba igual en estático que viniendo desde atrás. Antón Arieta no era tan goleador, pero técnicamente sí era bueno.
Hubo dos años en que jugó poco, sería por lesiones.
Tuve un tema de clavícula con 23 años y estuve tres meses escayolado. Volví, pero me resentí y otro mes y medio parado. El entrenador era Ronnie Allen. Luego sufrí una lesión de tendón de Aquiles, con Koldo Agirre. Tenía molestias fuertes, pero me pusieron una inyección y jugué contra el Ujpest Dozsa.Hubo prórroga, en la que Tirapu metió el gol de la victoria. Tuve que ir a donde un especialista a Colonia y me puso un tratamiento de un mes sin salir de casa, que cumplí a rajatabla. Luego, por recomendación de Dani, viajé a Toulouse, para que me hicieran acupuntura. Yo era reacio, pero funcionó, estuve dos semanas con dolores, me dolía hasta que calentaba. No tuve problemas para jugar unos años más.
Por lo demás, apenas pisó la enfermería.
Tenía una buena musculatura. Aparte de contracturas o golpes, solo me acuerdo de haber tenido una rotura en toda mi carrera.
Tenía fama de cuidarse muchísimo.
Siempre tuve el mismo peso. Gané al principio tres kilos de masa muscular, pero luego me mantuve ahí. Sí es verdad que me cuidaba mucho, me gustaba estar bien, si jugaba mal era por otros motivos. Cuidaba la comida, me acostaba pronto… Me gustaba correr y llegaba a la pretemporada con una base. Entrenar bien, descansar bien y la alimentación, son las tres claves. Nosotros, en general, nos hemos cuidado.
Porque usted era de los que recibía bastante leña.
Jo, las patadas que daban. Antes daban más y no salía en todos sitios. Era el árbitro y nada más, sí que había cámaras, pero no hacían el seguimiento que hacen hoy en día. Ahora es distinto. Había gente muy dura y los árbitros no pitaban ni la mitad. Luego empezó a venir a la Liga gente de otros sitios donde se jugaba de otra manera.
Aquellos duelos con el lateral de turno le costaron algún disgusto.
Siempre he sido de gesticular, decían que parecía italiano. Pero bueno, lo que pasaba es que hacía así con los brazos -los levanta con energía- y te expulsaban, no había tarjetas amarillas. La primera vez que me expulsaron me fui con Benítez, el lateral del Barcelona. Benítez era cuadrado, de calidad, pero duro. En un amistoso en Irun también nos echaron a los dos y luego vino a buscarme a la caseta para tomar una cerveza. Al principio sí, pero luego ya no tuve expulsiones.
Para la historia quedó la de Atocha, el incidente con Gorriti.
Salió el balón de banda, iba a sacar y él me dio con el banderín de córner. Entonces, le empujé y el árbitro me echó. Antón Arieta se encaró con Gorriti y según me iba del campo le dije que no hiciese nada. Estaba en la caseta, ni me había quitado las botas, y escuché la puerta. Pensé es Antón y efectivamente. Me pusieron cinco partidos de suspensión y cuatro a Antón. El Athletic recurrió pero no hubo nada que hacer. Luego hubo gente de allí, de San Sebastián, que me dijo que no hice nada, pero lo pagué caro.
Fue a cinco jornadas del final de la Liga 69-70, que aspiraban a ganar.
Con ganar los partidos de San Mamés y sacar un punto fuera, éramos campeones, mientras que el Atlético de Madrid tenía que ganar los cinco. Bueno, pues quedamos a un punto del título. Una lástima.
Un sentimiento similar provocaron las finales de UEFA y de Copa del 77.
Lo de ese año fue más duro por los méritos que hizo el equipo. En la Liga fuimos terceros. En UEFA lo hicimos fenomenal contra grandes equipos, Barcelona o Milan. En la final perdimos en Turín, Tardelli metió el gol con el hombro. Fue un centro de Scirea y el balón salió raro porque remató mal, como bombeado, si no Iribar la para. Fue muy igualado, muy táctico, sin ocasiones. En San Mamés metió Bettega al empezar y desde ahí el partido fue nuestro. Remontamos, les embotellamos, Villar pegó una en el palo, la Juve no pasó de medio campo, pero… El árbitro también…
De esa final hay una imagen de usted sentado sobre el césped
Tengo la foto. Luego vino Iribar a animarme, pero fue un momento duro, se vio que podíamos jugar con cualquiera y encima pasó en San Mamés. Luego, para colofón lo de la Copa. Estuvimos ganando, éramos favoritos, pero nos empataron al final. En la prórroga, otra vez por delante y otra vez empatan. Los penaltis fueron el colmo. Tiraba Dani para ganar y yo me bajaba para el vestuario y me llama Ángel, mi hermano: Txetxu sube que Dani no ha metido. Luego falló Villar, yo ya ni miraba.
Y le tocó tirar.
Solía tirar raso, a colocar, y Esnaola era muy intuitivo y además se movía antes. Iba después de Alexanko y le dije al árbitro que Esnaola se adelantaba. Tiré y me lo paró, pero el árbitro mandó repetir y metí. Luego fue el turno de Iribar, que tiraba bien, pero falló. Lo peor de todo fue que durante el partido hubo opciones claras de ganar. Los años con Koldo Agirre fueron buenos, veía bien el fútbol.
Todavía jugó cinco temporadas más, hasta sumar 17.
Hasta el final estuve bien. Tenía un año más de contrato, pero pasé a entrenar a los chavales y perdí la posibilidad de haber ganado una Liga. Pero más importante que esto es haber estado tantos años y con tantos compañeros. Si esa Liga hubiese sido un broche bonito como jugador, pero bueno, la festejé igual que todos.
Se recicló como entrenador de inmediato.
Ahí también Piru tuvo mucha influencia. Mientras jugué no hizo los cursos y él me aconsejó que sacase los títulos rápido. Lo hice. Llevaba dentro lo de entrenar, pero Piru me animó. Siempre me había fijado mucho en los entrenadores y me había gustado analizar a los rivales. Estaba Iñaki Sáez de coordinador, empecé con los alevines y cada año iba subiendo un escalón hasta llegar al Bilbao Athletic y luego arriba como ayudante de Howard Kendall. Cogí la remesa de los Garitano, Mendiguren, Alkorta, Urrutia… y fue hasta arriba con ellos.
¿Qué puede decir de Kendall?
Que era alguien de nivel. Cercano. A mí me facilitó mucho las cosas. Luego hubo unas elecciones y no seguí, aunque tenía una propuesta, no pudo ser. Fui a Ibaigane a despedirme y me marché sin más. Piru me dijo entonces que seguro que volvía. Piru no era brujo, pero como si lo fuera. Fui a Bayona, en Galicia, a pasar unos días y pensé que aquello estaba muy lejos de casa, pero resulta que me fichó el Celta y allí estuve varios años.
Por primera vez salía del Athletic.
Fue una buena experiencia. Todo era muy distinto, pero tuve suerte, la gente se portó muy bien. Empecé en Segunda, luego subimos y perdimos una final de Copa a penaltis, casualmente en la misma portería de la final con el Betis en el 77. Luego pasé a Osasuna, de ahí al Lleida, Salamanca y Zaragoza, donde llegamos a la Champions, y me vino el Athletic. Tenía alguna opción más y la verdad es que apenas hablamos de nada, pero es que no lo tenía que pensar.
Fue un año difícil el de su regreso.
Empezamos bien, pero coincidieron varias lesiones de Alkorta, Bittor, Santi, Carlos García, luego Joseba Etxeberria andaba con el pubis… Otra vez llegaron las elecciones y me fui. Me llamaron del Mallorca, del Valencia y del Zaragoza. Al Valencia fue Benítez y aunque el Mallorca tenía mejor equipo me dejé llevar por el corazón, que es lo que me ha perdido siempre, y volví al Zaragoza. Luego quise descansar. Me llamaron de Rusia y de Yugoslavia, pero me costaba mucho salir. Y luego ya nada, dejé de tener agente, aunque entrenador no dejas de ser nunca.
Al principio echaría de menos el fútbol.
Me sigue apasionando, toda la parte táctica, cómo evoluciona, pero hay determinadas cuestiones que no me van. Si hago balance de mi carrera como jugador y técnico, solo borraría momentos puntuales. Diría que el noventa por ciento ha sido positivo. Salir de Bilbao te enseña a valorar todo mejor. El Athletic es diferente y cuando se gana algo te hace ilusión por la gente, el Athletic hace feliz a la gente. Y como he dicho antes no se puede comparar un título de Liga con toda una vida en el Athletic. Ganar es importante porque engrandece al club, pero en el Athletic tenemos más cosas que nos llenan.
Como el partido de homenaje que tuvo.
Es difícil describir aquellas sensaciones: San Mamés lleno, jugamos contra Inglaterra, que nunca se había enfrentado a un club, vino Ronnie Allen también, fue emocionante.