Zaldua: "Iribar fue un santo para el Athletic"
Tras la marcha de Carmelo fueron cinco los porteros que quedaron varados en el banquillo del Athletic por la sencilla razón de que coincidieron con José Angel Iribar. El último de una lista que incluye a Javier Etxebarria, Zamora, Deusto y Marro, fue Juan Antonio Zaldua
BILBAO. Tras la espera correspondiente y siendo diez años más joven, a Zaldua (Axpe de Busturia, 1952) le hubiese correspondido protagonizar la sucesión natural de Iribar, pero el infortunio se cruzó en su camino. Una lesión de rodilla le obligó a la retirada, precisamente tres meses antes de que su referente dejase el fútbol. Esta amarga experiencia no le impide considerarse un privilegiado por haber sido profesional en el club de su tierra.
Empezamos por donde le apetezca.
Bueno, las cosas del principio en adelante son más coherentes. Con 14 años empecé en el Gernika, en el Recuerdo que en el último partido que jugué, en Gallarta, me metieron cinco goles y a la tarde jugaba en Durango. Un directivo me dijo que estuviese tranquilo, que con lo de la mañana había cubierto el cupo. Bueno, pues me metieron otros cinco.
Dice que fueron sus últimos partidos en el Gernika.
Sí porque ya había suscitado el interés del Sabadell y del Athletic. Recuerdo que vino a casa Gorostiaga, a convencerme. Entre la voluntad de mi madre y el deseo de permanecer aquí fiché por el Athletic cuando económicamente la oferta del Sabadell era más interesante.
Ha citado a su madre como alguien que intervino decisivamente.
Sí, yo tenía 16 años y era un chaval de pueblo. Firmé con el Athletic y el primer año estuve en el Juvenil A. Ganamos la Copa, me llamaron para jugar con la selección y fui a dos partidos contra Inglaterra. El segundo año ganamos el campeonato de selecciones regionales; la final fue Bizkaia contra Gipuzkoa. Y con el Athletic quedamos subcampeones de Copa.
¿Quién fue su primer entrenador en el Athletic?
José Luis Garay. Estábamos en Etxebarri. Yo pasé a Lezama estando ya en el Bilbao Athletic, creo que en 1972, pero el año anterior estuve algún tiempo entrenando con el primer equipo, con Ronnie Allen. Perdí algún tiempo por la mili, que me tocó en Cáceres, pero existía un acuerdo por el que teníamos la posibilidad de cambiar de región militar y me trajeron al Gobierno Militar de Bilbao.
Más que acuerdo, enchufe por ser del Athletic.
Sí, para entonces ya funcionaban estas cosas. En el Bilbao Athletic coincidí con Aizpuru, Aramaio y Burgueña. Estuve en algún partido suelto en el banquillo del Athletic por lesión de Iribar, con Marro de titular. El salto al primer equipo fue cuando Marro se fue al Valencia. Y estuve de segundo de Iribar hasta que en febrero de 1979 tengo una lesión y, aunque permanecí un año más en el equipo, no volví a jugar.
¿Qué tipo de lesión?
En el cartílago de la rodilla izquierda. Me operaron en Iruñea, pero no se pudo recuperar.
Usted sería consciente de que estando Iribar tenía complicado lo de jugar.
Yo llegué con 22 años y El Txopo tendría 32. Tenía un tiempo de espera que estaba ahí, lo sabía. Pasó que él se retiró con 36 y yo me lesioné con 26, así que no tuve el tiempo en el que hubiera podido estar en el equipo como recambio de Iribar. Quien tuvo el camino más directo fue Agirreoa, que estaba en el filial y subió porque arriba la portería quedó vacía de repente. Luego vino Cedrún y más tarde, Zubizarreta.
Lo cierto es que le tocó pasar por lo mismo que a Zamora, Deusto, Marro y Javi Etxebarria, todos a la sombra de Iribar.
Era así, lo tenías asignado, como un destino natural. En el fútbol, los grandes porteros siempre han sido de mucho tiempo. De portero sólo hay un puesto y los grandes, además de serlo, tienen ese bagaje que da el estar ocupando el sitio. A Iribar siempre le veías como la persona de la que más puedes aprender, es el referente que tienes desde niño y eso es un privilegio que hemos tenido los que coincidimos con él. Yo también pensaba en que su tiempo no sería indefinido y que me llegaría la oportunidad, pero...
¿Cómo puede demostrar algo quien nunca juega?
Aprovechando las pequeñas oportunidades que de vez en cuando se dan, pero normalmente el cambio en la portería, y más si hay un gran portero, viene con el fin del ciclo natural. Una lesión del titular, que en el trabajo diario se le vea mucho mejor al suplente o que el titular no rinda bien, son factores que cuentan, pero acaba decidiendo el entrenador.
La única temporada en que gozó de continuidad fue la de 1975-76. Iribar estuvo lesionado y entre Liga y Copa dispuso de ocho partidos seguidos.
En aquel tiempo creo que mi actuación no estuvo mal y siempre tuve en mi fuero interno esa pequeña esperanza de poder jugar más partidos, hasta que Iribar estuviese recuperado del todo, pero Rafa Iriondo, que era el entrenador, me dijo que El Txopo era El Txopo.
Es el peso del titular, la jerarquía.
Sí, esto me trae a la cabeza que en juveniles, con la selección vizcaína, jugué lesionado una semifinal contra Catalunya. Tenía un golpe en una cadera y no podía ni moverme, pero el entrenador prefirió ponerme. Es como la leyenda esa de El Cid: el entrenador jugó la baza psicológica de utilizar al titular, en este caso yo. Hoy pienso que aquello fue un error total, pero ganamos 2-0. Yo no hice casi nada, no podía, pero todos los balones que me chutaron salieron rozando los palos. Volviendo a Iribar, además de un portero increíble, es una persona a la que todos hemos respetado dentro y fuera de fútbol. Fue un santo para el Athletic.
¿Cómo fue el proceso de su lesión?
Estuve nueve meses de tratamiento sin saber qué era lo que tenía, pensábamos al principio que sería una tendinitis. Fue Alexanko quien me recomendó que fuese a Iruñea, donde el doctor Cañadel, y no olvidaré en la vida lo que le dijo a la enfermera: Hágale tres radiografías axiales a 30, 60 y 90 grados. ¡Jo!, me habían hecho ya un montón de pruebas, mil radiografías, infiltraciones, incluso me enyesaron la zona. Cañadel vio los resultados y me dijo que había que operar. Por si acaso hice una segunda consulta con un especialista de Burdeos y coincidió con el diagnóstico de Iruñea. Mejoré con la operación, pero no lo bastante.
Cuánta frustración acumularía al ver que tenía que dejar el fútbol por un problema físico, tan joven y cuando se le podía abrir el horizonte.
La lesión sí es frustrante, pero lo siguiente que tienes es ánimo para tratar de recuperarte y, finalmente, impotencia, cuando ves que no es posible. Yo tuve la suerte de que en ese tiempo empecé con otra actividad, que es la restauración. En 1978 abrí el Asador Zaldua en Sukarrieta y allí inicié otra faceta profesional.
Eso le compensaría, pero…
Sí que es cierto que cuando veía a la gente hacer deporte y yo medio cojo, era frustrante, pero por otra parte tenía la ilusión de lo que estaba haciendo en el otro ámbito. Koldo Agirre, que había sido mi entrenador mientras estuve lesionado, me quiso llevar al Hércules, pero le dije que si iba, era engañarnos los dos porque mi rodilla estaba mal. Ahí dejé definitivamente el fútbol.
Pero en su cabeza revolotearía la pregunta de qué hubiera ocurrido de estar apto físicamente.
Es una pregunta que no contestaría. Jamás me ha servido lo que hubiera podido ser, no me parece inteligente. Mi cambio de vida fue relativamente sencillo, me incorporé a la nueva, el mundo de la hostelería, donde pude ser feliz, muy afortunado. La lesión tampoco me impedía caminar o nadar. La rodilla no estaba estable y en algunos apoyos sentía un dolor intenso, pero luego pude empezar a jugar a pala y me defendía bastante bien. Acostumbras al cuerpo a hacer los movimientos de otra manera y como manejaba las dos manos… En realidad, la pelota a mano fue mi primer deporte.
De niño, quiere decir.
Bueno, no recuerdo hacer deporte o correr antes de los 10 años porque era asmático, pero sí jugábamos a mano en un frontón chiquito en el pueblo. Llegué a la final de un torneo que se hizo y perdí 18-15 contra uno tres años mayor que yo. Luego me inicié con la cesta, con 13 años, y coincidí con gente que acabó siendo profesional en Estados Unidos como Remen, Elordui o Boni Guenetxea. Lo dejé porque no me gustaba cómo nos trataban los mayores: abusaban y nos echaban del frontón. Y me metí en el fútbol. ¿Qué hubiera pasado si sigo con la cesta? ¿Y qué hubiera pasado si ficho por el Sabadell? Son cosas que no contemplo. No se puede llevar una vida de posibles que no se concretaron, la realidad es lo que vives, te toca lo que te toca.
Para quien no le vio jugar, ¿cómo se definiría como portero?
(Ríe) ¿Hablar de mí? Diría que era sobrio, como los de aquel entonces. Hoy los porteros son más versátiles, basta con fijarse en Víctor Valdés. En mi tiempo el juego no era tan rápido y el portero tenía más opciones. Hoy tiene que estar más puesto porque el fútbol es más vertical, se llega al área con una precisión impresionante. En general, técnicamente no teníamos el nivel que existe ahora.
Era un fútbol más voluntarioso.
Algunos suelen apelar a la fuerza, a la raza, y luego ves cómo la técnica de un Barça diluye todo el esfuerzo.
Títulos no logró ninguno, pero participó en una temporada donde el Athletic aspiró a todos.
Fue un año maravilloso con Koldo Agirre: finalistas en Copa y en Europa y terceros en Liga. El siguiente fue mi último año en activo porque luego empecé con los problemas físicos. Llegaba a casa después de entrenar y estaba como una vieja, sin salir.
Su carrera profesional no fue larga y terminó a causa de un problema irreversible. ¿Qué sabor de boca le queda cuando hace balance?
En fútbol el que no haya estado a gusto es porque tiene un carácter negativo. El fútbol es algo que nos gusta a todos y encima unos pocos hemos tenido la oportunidad de ser profesionales, además en el club de tu tierra. Todos, hayamos estado en mejor o peor posición, somos unos privilegiados en muchas facetas de la vida, en la económica, la del reconocimiento social, la de proyección... Yo, pese a esa dolencia en una rodilla, he podido hacer una vida normal y no puedo negar que el fútbol me ha aportado además relaciones porque en todos sitios se habla de fútbol, las anécdotas salen en las conversaciones y el círculo de conocidos y de amigos se amplía.
En la hostelería, el componente social es clave ¿Cómo le dio por ahí?
Es un tema casual asociado a que mi padre era cocinero. Cuando jugábamos, empecé con Txato Núñez a vender materiales de construcción y en una venta que le hice a un constructor de mi pueblo fui al local donde luego empezaría mi actividad. Lo típico, que vaya lonja tienes, que si está en venta y así. Me animé pensando un poco en mi padre, que era cocinero de barco, para que pudiera tener la posibilidad de retirarse en tierra. Desgraciadamente, murió poco antes de abrir el restaurante. Se contrató a gente y empezó la actividad del asador.
Ese fue el arranque.
Sí, a eso le siguieron otras aperturas: en 1986 en Plentzia, que luego también fue hotel; en 1992 cogí el Baserri Maitea, que ya existía; en 2001 empecé con Fernando Canales en el Zuria, que luego él dejó, y en 2003, lo del Castillo de Arteaga.
¿Cómo sigue ahora el fútbol?
Desde la distancia. Cuando más me está gustando el fútbol es ahora. Hay equipos que hacen magia y serían como la NBA, mientras que los de nuestro tiempo éramos como la ACB. Lo que sí mantengo es la amistad con quienes compartí caseta. Lo más grande de todo es haber hecho amigos entonces y después de 30 años seguir teniendo esa cercanía. Esto no se puede comparar con nada. Son amistades permanentes.
Ya que menciona la amistad, ¿sería más llevadero que fuese alguien tan íntegro como Iribar quien le cerró el paso en el plano profesional?
En ese sentido está claro. Creo que él era especial en lo deportivo y en lo humano. Y tremendamente humilde siempre. Entonces el fútbol no tenía la difusión mediática con que se vive hoy. Sí tenía repercusión en tu entorno más próximo, fuera de aquí todo se diluía más. Pero Iribar estaba considerado al nivel de los mejores, como Gordon Banks o Sepp Maier.