¿Por dónde empezamos?
Por el principio. En diciembre de 1963 fiché por el Athletic, tenía 16 años. Yo pertenecía al Sporting de Lutxana y ya me estaban viendo antes, porque el día que jugamos con el Athletic nos metieron ocho. Vinieron a buscarme Ipiña y Piru Gainza. Yo ya había estado en Barcelona, donde coincidí con Rexach, para hacer una prueba. La verdad es que fui tres veces allí y estaba casi hecho, pero en casa me decían que cómo iba a irme tan lejos. Yo era hijo único y mis padres y los abuelos no querían eso para mí. El Athletic le pagó al Sporting 40.000 pesetas de aquellas, lo que le arregló el presupuesto para un par de años por lo menos y me quedé aquí. Contentos, yo y mi familia, claro.
¿Se atreve a definirse? ¿Cómo era como futbolista?
¿Qué me catalogue a mí mismo? ¡Buff! Bueno: veía muy bien el fútbol, tenía un buen pase, daba el balón a donde había que darlo y hacía lo posible para que el compañero triunfase.
Técnicamente bueno.
Sí. En cambio, físicamente no era muy bien dotado. Además, tuve problemas de espalda que entonces tampoco salieron a la luz. Cuando estaba yo ya estaba en el primer equipo surgieron Igartua y Clemente, que eran grandes jugadores y jugaban también en la media. Ten en cuenta que Clemente incluso le desplazó a Uriarte de la izquierda a la derecha. ¡A Fidel!, que es uno de los grandes que ha tenido el Athletic, muy pocos han llegado a hacer lo que él hizo. Yo era el que centraba y él metía los goles (se ríe).
En aquel equipo coincidió con Iribar.
Fidel a El Txopo todavía le llama monstruo. No puedo olvidar el partido que hizo contra el Liverpool. Hizo una parada y se pegó con la cabeza en un poste. Parecía que estaba mareado y los del Liverpool fueron con todo a atacarle, pero sacó todas, de mareado nada. Qué partidazo hizo. Aquí ganamos 2-1 y allí perdimos 1-0, pero los goles no tenían doble valor fuera y como tampoco había penaltis se tuvo que echar una moneda para decidir el ganador. En el partido de Liverpool yo estaba en la grada, con Zugazaga, y de repente vimos que Koldo [Agirre] se ponía a saltar. La moneda cayó de nuestro lado. Luego nos contó en la caseta que nosotros escogimos el color rojo de la moneda, pero el capitán de Liverpool dijo que el rojo era su color y se lo cedimos. Tiro la moneda el árbitro y salió azul o verde, no recuerdo ya, pero no el rojo.
Estuvo ocho temporadas en el primer equipo.
Fueron buenos años, vivimos cosas bonitas. Por ejemplo cuando fuimos a Caracas para jugar un triangular con el Académica Coimbra portugués y el Platense de Argentina. Era para conmemorar el cuarto centenario de Venezuela. Ganamos y tuve la suerte de marcar el último gol. Pero lo que no se sabe es que allí, en Caracas, nos recibió la gente de la Casa Vasca. Piru Gainza era el entrenador y nos dijo que tuviéramos cuidado, que nos podían estar vigilando y que además teníamos que volver a casa por Barajas. Estábamos celebrando y nos mandó para el hotel porque la gente vasca de allí nos dio ikurriñas y pegatinas. Ten en cuenta que estábamos en plena época de Franco, era 1968. Recuerdo que atascamos el váter del avión porque tuvimos que deshacernos de todo aquel material antes de aterrizar en Madrid. Si nos cogen con todo aquello se arma una gorda.
Vaya.
Piru tenía mucha experiencia y siempre tenía razón. Bueno, casi siempre. Yo a Piru siempre le estaré muy agradecido, tanto como a mis padres. Bueno, casi, no vamos a exagerar.
Ha contado cómo entró en el club. Cómo fue la salida.
Acababa el contrato y no me iban a renovar. Esta historia no es muy bonita. En ese mi último año en el Athletic se ganó la final de Copa al Castellón. Todos habíamos participado de alguna manera en las eliminatorias, pero a algunos nos empezaron a apartar. El entrenador era Pavic. Ya dos meses antes de la final, no contábamos. Te hablo de Betzuen, de Ibáñez y de mí. A la final fuimos en un autobús que el club puso para los empleados, pero en la vuelta no estuvimos en el viaje, ni tampoco en el recibimiento. Celebrar, sí que lo celebramos. Bajamos al vestuario de El Metropolitano (la memoria le juega una mala pasada porque fue en el Vicente Calderón), que es donde se jugó, para felicitar a los compañeros y eso fue todo.
Un final amargo.
Sí, puede decirse así, fue amargo. La culpa no fue sólo del entrenador, en el club estaban también el presidente, la directiva, el gerente. No es cuestión ahora de señalar al culpable. Si miras las fotos de aquella final verás que sólo hay 17 ó 18 jugadores. Betzuen se fue al Hércules; Ibáñez, al Cádiz, y yo fiché por el Sabadell. El primer año allí fue cojonudo, pero en el segundo ya no. No nos pagaron.
Y entonces volvió a casa, al River.
Me dijeron para ir a un equipo del sur, pero después de aquella mala experiencia no quería más. Además, tenía ya un hijo pequeño y vinimos para Sestao. Muy bien, estuve dos años y nació mi segundo hijo.
Y después colgó las botas, pero no era muy mayor.
No, iba a cumplir 31 años, pero tenía lo de la espalda, bueno todavía lo tengo. Es un tema de vértebras. Recuerdo que en el Athletic me decían que podía ser un tema de ciática o algo así, hasta que me hizo unas radiografías el doctor Vicandi y resultó que era una lesión crónica. Dejé de ser jugador y enseguida me puse a entrenar.
¿Qué fue lo que le condujo a un banquillo?
Me gustaba el fútbol. Me llamó el Retuerto, luego fui al Portugalete y en 1979 Piru e Iñaki Sáez me llevaron a Lezama para entrenar al Juvenil. De esto sí que estoy orgulloso a tope. No por los resultados, sino porque de esa etapa salieron más de cincuenta jugadores que llegaron a Primera División. Estuve varios años con los juveniles, también con infantiles y con cadetes después.
Tiene contados los que subieron a Primera.
Sí, los fui apuntando en una lista. Esa lista se la pasé al club cuando se hizo un libro sobre Lezama. Ahora bien, tengo que decir que lo que yo hice sólo fue poner la guinda al pastel. Yo estaba con los juveniles y ahí había un trabajo previo de mucha gente: Jesús Garay, Iñaki Izaola, Zugazaga, Beitia,… Ellos eran los que trabajaban con los chavales y cuando me llegaban a mí, estaban hechos, sólo tenía que pulir alguna cosita.
De eso trata el trabajo con la cantera.
Sí, pero hay algunos a los que les encanta ponerse medallas. Hacer un jugador es un proceso de muchos años, ese jugador pasa por varios entrenadores y algunos se olvidan rápido. Yo me quito el sombrero ante la gente que trabaja abajo. Estoy hablando de cuando yo estaba, y me imagino que ahora será igual.
Por usted pasaron entonces muchos futbolistas que han sido del Athletic.
De ese medio centenar no todos jugaron en el Athletic, pero todos llegaron a Primera. Mira, a Julen Guerrero le puse hasta a jugar de libre, para que aprendiera a trabajar más cosas. Le tuve a Aitor Larrazabal, pero era central, con Galdames; los laterales eran Tabuenka y San Miguel. Larrazabal iba bien de cabeza. Y a Urrutia. Recuerdo las broncas que le echaba Izaola porque le gustaba mucho jugar en corto. Es otro de los que llegó.
Alguno de aquellos chavales le cautivó o le llamó la atención por algo.
Pues uno que no llegó a Primera: Joseba Agiriano. Era un futbolista distinto, con una calidad parecida a la de Julio Salinas, que mira la carrera que hizo. Hubiera apostado por Joseba y creo que todos sus compañeros opinarían lo mismo. En una final de Copa estaba con molestias y no le puse. Había sido el mejor del equipo durante todo el año, marcaba las diferencias, pero no le puse aunque sugirieron la posibilidad de infiltrarle. No estuve de acuerdo y no jugó. Fue en Zaragoza, contra el Castilla que había eliminado al Barcelona. Ganamos 2-1 con dos goles de Andoni Aiarza.
Dejó fuera al mejor y ganaron.
Los títulos no son lo más importante, lo que de verdad importa es que el jugador vaya hacia adelante. Claro que me importan los títulos, nos gustan a todos, pero no se trata de ganar a toda costa. La cuestión en juveniles no es ganar por quitar a uno o poner a otro. Otra cosa es en profesionales. Lo que yo buscaba en aquella etapa era que el jugador fuera aprendiendo. Por eso nunca he planteado en un partido un marcaje al hombre. Bueno, una vez sí, no es que lo ordenase, pero teníamos a un chico, Mimenza, que era muy bravo, y cayó por la zona de Míchel, el del Madrid, y le pegó una secada en un partido en Lezama. Se lo comió y ganamos bien.
Marcaje al hombre... ¿Tenía tan claro que sus jugadores debían defender en zona?
Al jugador no hay que limitarle, menos a esas edades, hay que darles un margen. Jugábamos con un 4-4-2 y la defensa en zona, lo cual planteaba un problema porque el jugador se colocaba en su sitio y a esperar. Hay que irle encima al hombre que aparece por tu lado cuando le tienes cerca, pero si marcas individual puedes desarbolar toda la defensa. En el futbolista hay una tendencia a la comodidad en ese sentido, salvo excepciones, por eso es mejor que aprendan a marcar sin que estén persiguiendo a un rival. Recuerdo que los dos mejores marcajes individuales que me han hecho no fueron en Primera. No se me han olvidado lo que sufrí con Igartua, del Deusto, y Roberto Montalbán, del Zalla.
Lo ha dicho antes, se trata de enseñar, de que crezcan como jugadores.
Me gustaba tener un juvenil con chavales a los que les quedase otro año en esa categoría. Así se iban adaptando a ese nivel. Ese primer año andábamos justitos de resultados, lo que no me importaba demasiado, pero al siguiente…
Con usted el Juvenil alcanzó varias finales.
Pero ganar pocas. Me tocó vivir aquella del gol de Míchel en que la pelota entró por el lateral de la red. Al de tiempo, el árbitro, Miguel Pérez, pidió disculpas al Athletic. Su mujer le debió de decir lo que había hecho, pero la hizo. Perdí otras dos finales de Copa con el Barcelona, pero no voy a empezar a buscar justificaciones. También ganamos la primera Liga Sub'19 que se organizó a nivel estatal. En fin…
Estuvo un buen número de años entrenando en Lezama y en la actualidad sigue trabajando para el club como ojeador, pero en su trayectoria en el Athletic hay alguna interrupción.
Altibajos. Oye, igual que a algunos les gustaba cómo trabajaba, pues a otros no. Las elecciones en el Athletic son muy jodidas, qué te voy a contar. Y ahora, desde hace tiempo ejerzo de ojeador. Veo mis partidos los fines de semana, hago mis informes y los paso. Ahora está Blas [Ziarreta] dirigiendo este tema y estoy muy a gusto con él.
Lleva toda la vida viendo fútbol. Se decía de Piru Gainza que tenía ese instinto que le permitía distinguir dónde había un jugador con posibilidades. También de Blas Ziarreta.
Si me vas a preguntar que si yo tengo esa capacidad, te diré que tengo facilidad para equivocarme, pero a veces acierto. Creo que algo sé, pero ya te digo, capacidad tengo para equivocarme. Esta semana tengo que ver cuatro partidos de chavales, eso es lo mínimo, pero he llegado a ver hasta nueve en un fin de semana.
¿Le queda tiempo o ganas para ver fútbol de élite?
A veces sí, pero lo que yo hago también cansa como para que luego encima te pongan los partidos a las tantas de la noche. Ya ni voy a San Mamés cuando es tan tarde un partido.
Esa labor de ver y ver equipos de chavales es en realidad clave. Hablamos de la captación.
Aquí es clave, en los demás equipos no sé porque muchos se gastan la tela en hacer fichajes. Con uno o dos que…, bueno dos son muchos ya, con uno que salga al año por cada ojeador que andamos por ahí, ya tienes jugadores para el club. Somos un poco como aquellos buscadores de pepitas de oro que había en el Oeste. Si encuentras una, feliz. Todo lo que le sirva al Athletic, yo encantado. De todas formas, los tiempos han cambiado mucho. Antes se jugaba al fútbol y sólo al fútbol. Ahora hay muchas más cosas. Luego, la gente dice que el futbolista gana mucho dinero y cosas de ese tipo, pero para jugar arriba hay que empezar de cero y la gente de hoy no tiene la misma disposición de antes para sufrir y sacrificarse. Qué le vamos a hacer, es así. Me estoy poniendo nostálgico. Los tiempos van cambiando, pero hay que ver fútbol, es la frase que he oído toda vida y es verdad, hay que ver mucho para sacar jugadores.
Estará vacunado para todo tipo de situaciones, pero eso de ir campo por campo, tendrá lo suyo.
Yo me suelo poner en una esquina. Hace mucho ya tuve un incidente por hacer un comentario sobre el ruido que estaban metiendo a mi lado y resultó que era la madre de uno de los jugadores. Metí la pata y prefiero estar discretamente, pero es difícil porque la gente te conoce y te viene… Sí tengo que decir que los clubes de Bizkaia se portan muy bien con nosotros y los árbitros también.
No podrá evitar que haya quien le quiera aconsejar sobre tal o cual chaval.
Pero te lo dicen de buena fe. Una vez Piru me preguntó a ver qué me parecía un chaval que estábamos viendo. Le dije que bien, que me gustaba. Y quiso saber cómo era su padre. Le dije que le conocía, que era majo, buena persona. Y Piru me dijo entonces que siguiera de cerca al chaval. Piru tenía razón, una vez más. La verdad es que hizo cosas muy buenas en Lezama. El le metió a Iñaki Sáez, que ha sido muy importante en esa labor con los equipos de abajo.
Piru fue el entrenador que le hizo debutar en el Athletic. Luego estuvo con Rafa Iriondo. Serían muy distintos, al menos en el carácter.
Sí, eran distintos, pero a la hora de trabajar eran parecidos. La mayor diferencia era que a Rafa le gustaba mucho trabajar la estrategia y Piru hacía más hincapié en el juego natural. Con Rafa se ensayaban mucho las faltas, no era algo que se llevase mucho en aquellos tiempos, pero cuando salían en los partidos te quedabas muy satisfecho. Me quedé con cosas de los dos para mi etapa de entrenador.
¿Hasta cuándo piensa seguir viendo chavales para traer al Athletic?
En principio no tengo intención de dejarlo. Estoy a gusto y seguiría todo el tiempo que pudiera, mientras me funcione el cerebro. Me limito a intentar hacer bien mi trabajo, más no puedo decir.