uNO no es precisamente de esos que buscan en la ciencia, en microscópicas cadenas genéticas, la fórmula para encontrar la excelencia. A pesar de creer firmemente, inequívocamente y hasta las últimas consecuencias en la filosofía del Athletic, no se puede creer que la clave del buen fútbol está en una probeta, en el milagro de una combinación sublime de ADN. Hay quien ve en la idiosincrasia del club rojiblanco poco menos que una limpieza étnica, una losa que aplasta la diversidad racial, cultural, etcétera. Pero sobre la moqueta verde e impecable de San Mamés (tiempo hace que no se podía sacar a relucir la frase hecha sobre el césped de La Catedral) se vieron ayer buenos ejemplos de que en este Athletic hay variedad genética de sobra. Y tanto ingrediente diferente, esa coctelera de estilos opuestos y perchas variopintas, sirvió para condimentar un juego vistoso, alegre... de genuina marca Athletic.

Con todo el billetaje vendido el equipo no podía fallar a las expectativas. Y lo cierto es que se aplicó. El Sporting apenas pudo contener la apisonadora que fue el equipo de Joaquín Caparrós en los primeros minutos. Si para el minuto 20 el marcador no mostraba ya una pequeña goleada fue gracias al trabajo de Teixeira Vitienes. El trencilla cántabro fue el primer ejemplo de lo caprichosos que pueden ser los genes. No es que sea un adonis o un portento físico. José Antonio es conocido también como Teixeira Vitienes II, ya que es hermano de Fernando Teixeira Vitienes, también árbitro de Primera División. Una madre puede cruzar los dedos para que sus hijos no se tuerzan, no se conviertan en ladrones de guante blanco, trileros o atracadores. Uno siempre quiere lo mejor para sus vástagos, pero que estos le demuestren semejante desprecio haciéndose árbitros... La señora Vitienes tiene que tener el tímpano destrozado y no precisamente por los pitidos de los silbatos de sus hijos.

El árbitro no quiso conceder un gol tempranero de los rojiblancos, ni un penalti que desesperó a Carlos Gurpegi. El de Andosilla se pasó dos minutos llevándose las manos a la cabeza, incapaz de creerse que el árbitro no hubiese visto el penalti del que había sido objeto.

Pero la vergüenza torera hizo que sí señalase otro poco después, el que sirvió para que David López adelantase al equipo. No hay genes en común entre ellos, pero antes de lanzarlo, Iker Muniain se abrazó al riojano para demostrar que no hay ya discusión alguna sobre quién debe lanzar los penaltis. David disparó, metió gol y todos contentos. Fin de la polémica.

Luego llegó la exhibición de Iker Muniain. Sus genes son de otro planeta. Eso es lo que comentaban en el palco Fernando García Macua y Manuel Vega Arango, presidente del Sporting. El pequeño navarro voló bajo para driblar asturianos y cedió el segundo gol a Gaizka Toquero, a quien le ha venido de perlas la llegada de dos delanteros a la plantilla para reactivar su instinto goleador.

Media hora de partido y en el campo ya olía a cuarta victoria consecutiva. Acomodados en el palco, se frotaban ya las manos Blanca Urgell, la consejera de Cultura, y Rafael Bengoa, su homólogo en Sanidad. A Ricardo Barkala se le escapa su sonrisa traviesa pensando ya no en la UEFA, sino en competiciones más elegantes. Cecilio Gerrikabeitia e Ignacio Marco Gardoqui, de la Coral de Bilbao, sacaron del bolsillo viejas partituras con el himno de la Liga de Campeones.

En la banda, Manolo Preciado suspiraba desesperado. Llegó a Bilbao "aliviado" porque no jugaba Javi Martínez, pero la verdad es que se le podía aplicar la frase aquella del circo y los enanos, porque el partidazo de Pablo Orbaiz fue para quitarse la txapela. Su manera de repartir juego desesperó a los concejales asturianos que había invitado Luis Hermosa a San Mamés. Al festival de juego acudieron encantados Víctor Pérez de Guezuraga, director general de Petronor, Enrique Campos, Rafael Ortiz, Jesús Bringas, Manuel Fernández, Hilario Cueto, Ricardo Villa, Fernando Castro y Adolfo Gallo. Tampoco faltaron las peñas del Athletic: la bilbaina de Mikel Dañobeitia y la peña Leones de Barcelona.

Pero si alguien lució genes ayer en San Mamés fue Rafael Goirizelaia. Con su txapela azul marina bien calada, se dio el gustazo de ver el debut de Urko Vera sentado en el palco, rodeado de sus hijos: el rector de la UPV/EHU, Iñaki Goirizelaia, y la abogada Jone Goirizelaia. Sus carnes sintieron lo que toda la grada de San Mamés, que el equipo ha vuelto a creer que puede estar entre los más grandes de la Liga, que el Athletic debe pelear hasta el final para pasear su ADN por la Liga de Campeones.