bilbao
lLegará a dónde él quiera llegar", vaticina visionario Joaquín Caparrós cuando mira la escueta y enjuta carcasa de Iker Muniain (Iruñea, 19 de diciembre de 1992), 1,69 metros de gigantesco talento, fogonazo del Athletic que es, mascarón de proa del Athletic que viene. A un palmo de acceder a la mayoría de edad, a un centímetro de poder votar, a un examen de obtener el permiso de conducir, el futuro del Athletic lo trazan los pies veloces, la mirada pilla y la burlona cintura de Elvis de Muniain, el futbolista más precoz de cuantos debutaron con la legendaria zamarra rojiblanca. Alumbró oficialmente Iker a los 16 años, 7 meses y 11 días, antes incluso que el mito Piru Gainza. Nadie ha corrido tanto ni tan rápido bajo el arco de San Mamés, sobre el palpito de La Catedral, como aquel chico precoz, una centella, que asomó con 14 años, la academia de su fútbol barrial bajo su rubia cabellera, en la pretemporada de 2007. Cadete Muniain. "Es nuestro Messi", acertó a definir Joseba Etxeberria cuando observó el jazz de su fútbol, su improvisación, su sorpresa, su capacidad para inventar notas con la pelota cosida al pie mientras su cuerpo se bamboleaba con el sortilegio del rock&roll. "Tenía algo especial, algo que no había visto a nadie antes. Es un talento puro. Tiene unas cualidades extraordinarias".
Iker nació así, un niño a una pelota pegado. Futbolista desde el cordón umbilical. De punta a punta. "Siempre estaba con la pelota. A todas horas. No dejaba el balón para nada", esboza José Luis Nagore, presidente de La Txantrea, el club que encola el fútbol de la colmena de gentes que es el populoso barrio iruindarra de La Chantrea. Callejeando con la pelota, amaestrándola, acariciándola, Iker se encaramó al uniforme del equipo del barrio con las ilusiones que alimentan a los niños, sabrosas como un bocadillo de nocilla. "Al club entró con 5 años" desempolva de la memoria Nagore sobre un muchacho con los ojos despiertos, los pies sinfónicos y la imaginación ilimitada. "Era una raspa, pero con cinco años ya metía goles de vaselina", dice Nagore.
Era descarado, arriesgado y atrevido Iker en el hall del fútbol, en su entrada, el futbito. "A esas edades hacen lo que pueden, se trata de que se diviertan pero ya se le veía que era un chaval con unas cualidades innatas para jugar. Era muy habilidoso y siempre lo intentaba", establece Txuma Miranda, que entrenó a Muniain en el último año de fútbol sala y los dos siguientes de futbol-7, otra dimensión, un mundo nuevo. "Fuera del campo era más bien tímido, pero muy buen compañero en el vestuario. Hacia grupo", expone Miranda sobre Iker, "un chaval que tenía maneras, pero que nadie pensaba que podría llegar tan alto y sobre todo, tan rápido".
"había que frenarle" La velocidad, la aceleración, siempre se alió con Iker, eléctrico, de alto voltaje, impredecible cuando se anudaba a la pelota, su apéndice. Un agitador. "Cuando cogía la pelota generaba peligro. Daba la impresión de que pasaría algo, casi siempre especial", descorcha Miranda, obligado a capar su cuentarrevoluciones, que cimbreaba en la zona roja. "Solía salir muy revolucionado al campo. Había que pararle. Era tan explosivo, jugaba a un ritmo tan alto, que si no conseguías frenarle se cansaba pronto". Rápido, fugaz con la pelota en sus pies danzantes, con los que ejecutaba con "naturalidad" cabriolas y malabares a ras de suelo, destacó bajo cualquier escenario. "Era muy competitivo, le gustaba ganar, pero no era un jugador que le costara soltar la pelota a sus compañeros", enfatiza Miranda, que agrega: "Si veía que alguno de ellos estaba mejor situado que él, no le importaba pasar para que fuera un compañero quien hiciese el gol. Aunque muy habilidoso en el uno contra uno, Iker no era un chupón".
Al menos un par de cabezas por encima del resto en lo futbolístico, Miranda asume que a Iker era complicado enseñarle aspectos técnicos, no porque el muchacho fuera torpe sino por todo lo contrario. "Quieras o no siempre se intenta que aprendan cosas nuevas. Sin embargo, ahí ya entran las cualidades innatas de cada uno y las de Iker son extraordinarias. A Iker los regates le salían de forma natural. Eso se tiene o no se tiene".
El brillo de Muniain era para los 10 años un foco de extraordinaria potencia, un cañón de luz cuyo luminiscencia alumbraba más allá de La Chantrea. "No tardaron en saber de él en Bilbao. Nosotros somos un club convenido y la comunicación es constante. Siempre que creemos que hay un chaval que puede ser interesante se comenta con el Athletic", señala José Luis Nagore, el presidente de la entidad. El impacto del fútbol de Muniain era cada vez más expansivo y los responsables de Lezama, que manejaban unos informes excepcionales sobre el potencial de Iker lo reclutaron sin dilación. "Los primos de Iker, Adrien y Julen Goñi, ya estaban en Lezama. Eso facilitó las cosas", apuntan desde La Txantrea, convencidos de que Iker necesitaba ampliar su horizonte.
"un adelantado" En la cantera rojiblanca, donde Iker aterrizó exitosamente en el infantil, fue moldeado sucesivamente por las manos de alfarero de Vicente Gómez, Unai Melgosa, Bingen Arostegi y Kike Liñero. Este último, que permaneció quince años en la disciplina de Lezama, aceleró su paso del juvenil al Bilbao Athletic. "Iker ha sido un adelantado, esa clase de jugadores a los que su categoría se les queda corta por el fútbol que son capaces de desarrollar", dice Liñero que manejó referencias de Muniain desde que Iker asomó su pericia en benjamines. "Tenía hilo directo con La Txantrea y ya sabía de sus cualidades, de que era un futbolista diferente, con un potencial enorme. Es de esos que cuando le ves piensas: si este no llega no se quién puede llegar".
"Si en Primera es un jugador que destaca, imagínatelo jugando en categorías inferiores. Era la bomba", descubre Kike Liñero, que dispuso del ingenio del jugador tras ascenderlo del juvenil sin que finalizara su proceso a Segunda B, "una categoría muy complicada". No tardó, sin embargo, en ensamblarse al vestuario Iker, al que cataloga como "un chaval muy sencillo". Tampoco le costó al iruindarra acomodarse entre las puntiagudas aristas de un paisaje tan exigente como el de la Segunda B, donde mezclan jóvenes opositores con futbolistas en proceso de retorno tras disfrutar de la élite. Rebobina entonces Kike Liñero hasta un duelo frente al Barakaldo en Lasesarre para enmarcar el carácter competitivo de Iker, su gen de futbolista en el fondo y en la forma. "Bolo jugaba de delantero en el Barakaldo y en un rechace a la altura del medio campo saltó con Iker de cabeza. Imagínate con la diferencia de altura, de cuerpo, pero Iker disputó la pelota. Los dos cayeron al suelo e Iker, como si fuera el veterano de los dos, le dio un cachete en la cara como diciéndole levántate chaval".
Ese descaro, "parece un veterano que llevase diez años en Primera y apenas ha empezado su carrera futbolística", destaca Liñero, le emparenta con la genealogía de los futbolistas suramericanos. "Por el modo de jugar, por el descaro y lo espabilado que es tiene esa cosa de los futbolistas suramericanos, de los que tienen mucha calle. Es un jugador muy listo, muy pillo, pero en el buen sentido. Es muy comprometido con el equipo". También es de esa opinión Cuco Ziganda, entrenador y exrojiblanco cuando examina a Muniain del que tuvo noticias desde pequeño tal era el eco que provenía desde Iruñea. "No juega tan arriba como el Kun Agüero, pero se asemeja a él. Tiene el tren inferior muy fuerte, es muy hábil, rápido, listo y su cambio de ritmo es muy bueno".
amplio margen de mejora Aunque Muniain quema etapas como si se propulsase con la turbina de un cohete espacial, Kike Liñero cree que el futbolista tiene que mejorar técnicamente en el golpeo de balón. "Dadas sus características es un jugador que puede hacer mucho daño cerca del área porque es rápido y vertical y aunque no es un goleador como tal es importante que mejore técnicamente la pegada con el empeine, una de sus carencias, para ser más peligroso cara a portería", estima Liñero, persuadido por el carácter del muchacho en el campo. "Esta temporada ha demostrado que es titular y que no se trata de solo un revulsivo. Tiene mucha incidencia en el juego". Tal es su jerarquía, que Iker "ya se ha echado el equipo sobre su espalda en algunos partidos. Eso dice mucho de él, de lo importante que es para el equipo".
En el vestuario, el despegue de Iker lo observan con admiración, como un regalo. "Para nosotros Iker, siendo aún un crío, es una de las mejores noticias de lo que ha pasado en el club en los últimos años. Un jugador de 16 ó 17 años con ese descaro, con ese fútbol que tiene, no es muy fácil de encontrar", subraya Carlos Gurpegi, voz sabia la suya. Toquero, ojiplático, deslumbrado, asiste a Carlos, fortaleciendo el juicio de su compañero. "La verdad es que como siga con esta evolución, no sé hasta dónde llegará". Tal vez, hasta dónde él quiera. Ese será su límite.