Bilbao

A lo largo de la historia del Athletic se han sucedido innumerables personajes que han contribuido al crecimiento del club, hasta elevarlo a los altares del fútbol. Sin embargo, son pocos quienes han dejado una huella tan inmensa como imborrable. No en vano, la tamaña contribución de este elegante entrenador, con su característico puro, su bombín y su abrigo de tres cuartos, comenzó a ser reconocida ya durante la década de los años treinta, cuando un halo de exclusividad comenzó a envolver a la institución. "Es un ejemplo único en la historia", ilustró la revista francesa L"Equipe, haciendo referencia al equipo rojiblanco. A lo que su entrenador entonces, Frederick Beaconsfield Pentland, reconocido popularmente como Míster Pentland (29-VII-1883, Wolverhampton - 16-III-1962, Poole), añadiría: "Athletic no hay más que uno". Un principio con herencia centenaria que permite comprender la mística que actualmente órbita entorno al Athletic.

Pentland, quizás el entrenador que más ha contribuido para acrecentar la leyenda del Athletic, dirigió al conjunto bilbaino en dos etapas, entre 1922-1926 y 1929-1933, y ganó seis títulos: dos Ligas (1929-30 y 1930-31), cuatro Copas (1929-30, 1930-31, 1931-32 y 1932-33) y seis Campeonatos de Bizkaia (1923-26 y 1930-33). Y aunque estos datos son los que mejor se recuerdan tras su paso por Bilbao, por ser los más recurrentes, sería injusto no entrar en los detalles que le permitieron alcanzar semejantes gestas, las que encumbraron al club como uno de los mejores del mundo y le convirtieron en un modelo a seguir. Eran aquellos los años del despegue futbolístico, de los primeros técnicos que pisaban los banquillos, y Pentland fue la mejor de las lanzaderas. Fue un visionario, estratega del rectángulo, psicoanalista y pionero, con unas propuestas que fueron recibidas de brazos abiertos en la capital bilbaina y que resultarían ser la seña de identidad para los años venideros y hasta la contemporaneidad, donde aún se le reconoce su labor. "Su presencia ha hecho que este club sea lo que ha llegado a ser, aportando lo mejor de sí mismo", reverdece el presidente Fernando García Macua.

Con Pentland desembarcaron en Bilbao ideas frescas, la mayoría de las cuales todavía se desconocían. Fueron aspectos como la sistematización de los entrenamientos. El inglés estableció jornadas concretas (martes y viernes) y horarios para las sesiones de práctica, donde se ejercitaban cuestiones específicas para el ejercicio del fútbol, como son la agilidad, la resistencia, la velocidad y la elasticidad. Cualidades hasta entonces sin explotar, sin pulir. Impuso el compromiso en el colectivo, el que llegó, entre otras cosas, por la remuneración que empezaron a percibir los jugadores con su llegada. Eran los primeros pasos hacia el profesionalismo. Además, Pentland implantó algunas peculiaridades como aprender a atarse las botas de tacos, las que hasta la fecha se ajustaban con sus cordones en los tobillos, lo que restaba movilidad y aumentaba el riesgo de lesiones; él enseñó a rodear los cordinos por el empeine y la suela. Detalles.

Y es que una de sus máximas era que nada debía quedar de la mano de la improvisación. Todo debía figurar en un guión, orquestado, estructurado, organizado. Con él, no existía el factor suerte que en tantas bocas se instala. Como fruto de este principio, exilió el juego del patadón y mostró el camino hacia el juego raso y la importancia de la posesión del esférico, de ahí su cambio de esquema: pasó del 2-3-5 al 2-5-3. Era un enamorado de la táctica. Tal fue su calado que los entrenadores nunca más perdieron el seudónimo de místers, pues él enseñó cómo ser respetados.

Pero tal vez, lo más importante que dejó Míster Pentland fue su espíritu. Él se reconocía a sí mismo como un inglés de Bilbao. Y como tal, se dedicó a infundir un sentimiento de pertenencia, de unificación entre pueblo y equipo. Promulgando el nacimiento de lo que hoy en día añoran para sí mismos el resto de los clubes cuando miran hacia sus graderíos. Sin ir más lejos, viajaba con un mechero con el anagrama del club. Aunque siempre desde el prisma del respeto al prójimo, desde la elegancia, pues, por encima de todo, Pentland era un caballero. "En el deporte hay algo más profundo y noble que la victoria misma", rezaba a los cuatro vientos.

la anécdota del bombín En cuanto a su extravagancia, Pentland era un tipo de té por las tardes, paseo y elegante presencia. De ahí su indumentaria, compuesta por un bombín que con el tiempo sería su rasgo distintivo. Todo inspirado de manera espontánea por la celebración del jugador y capitán Chirri II, El cerebro de las medias caídas, quien en un acto de arrebato que pasaría a ser tradición, quitó el sombrero al entrenador inglés y de guasa lo desfondó de un puñetazo. Aquel gesto fue el epílogo del primer doblete conseguido en la historia del fútbol estatal. Sucedió en 1930 con los Bata, Unamuno, Urkizu, Lafuente, Blasco Gorostiza o Muguerza, entre otros.

Para los nostálgicos también queda en la memoria una de las cifras más recordadas, como es el 12-1 que el Athletic de Pentland le endosó al Barcelona, haciendo de aquella la mayor goleada jamás protagonizaba en la Liga. Pero aquello fue algo superficial, anecdótico, pues sería su interior, lo que viajaba dentro de su imponente fachada, su filosofía, la que perduraría más que una vida.