De tanto patear –Siri me ha preguntado si sigo siendo yo o me he reconvertido en vendedora de pañuelos de fiestas ambulante–, me he ido desinflando y, conmigo, el disfraz de pez globo, que ahora parece más bien un lenguado. Me ha venido genial perder volumen porque con el atuendo original me he quedado atascada un par de noches en la marea de gente del puente de El Arenal y he tenido que ver los fuegos artificiales sí o sí. Que las palmeras son muy bonitas y lo que ustedes quieran, pero una, aunque no lo parezca, está trabajando. O eso creo, porque desde que perdí el pinganillo no he podido contactar con la jefa suprema y, a estas alturas, lo mismo me ha sustituido por un becario.

Me fastidia reconocerlo, pero la idea de rematar mi look con las aletas de buceo no ha resultado del todo bueno. No solo porque tengo que caminar hacia atrás y no sé nunca dónde voy a parar, cosa que les pasa a muchos en fiestas, sino porque ya no siento los pies y los bancos, entre las señoras que se abanican, las familias que engullen bocatas y los que se echan una cabezada, están ocupados 24/7. Las posibilidades de encontrar sitio en una terraza son las mismas que las de que te toque el euromillón, así que cuando vi aquella silla vacía en mitad del recinto festivo corrí como si me persiguiera el toro de fuego. O lo que es peor, Rubiales tocándose el paquete y poniendo morritos . De cesación fulminante.

Llegué la primera y estuve sentada allí tan ricamente hasta que una mujer africana me cobró y me invitó a marcharme. Ya decía yo que había gato encerrado... Curiosamente, al levantarme tenía la cabeza llena de trenzas de colores.

De esa guisa me fui en busca de otro asiento y hallé uno frente al escenario donde programan teatro de calle en la plaza del Gas . Una sorpresa porque las bandas organizadas que madrugan para ocupar las tumbonas de los hoteles también actúan en fiestas. Al inicio del espectáculo, por megafonía preguntaron, invitando a la reflexión: “ ¿Es el malabarista el que mueve las pelotas o son las pelotas las que mueven al malabarista?”. No sé en qué estaría pensando, pero una mujer estalló en carcajadas. Y eso que era una actuación familiar. Qué midedito verla en un chicos. Para los listillos que llegaron los últimos y quisieron sentarse en las sillas para personas con diversidad funcional, un tirón de orejas, y otro para los que se marcharon sin aplaudir. Ojalá les retumbe en la cabeza esta canciónLa noche entera, era, eh, eh, eh...