Mientras el ocio y la diversión han cambiado de manera sustancial en los últimos tiempos, el circo permanece como una de las atracciones festivas imprescindibles. Este año el Circo Tamberlick ha vuelto a plantar su carpa en el Parque Etxebarria, esta vez en una ubicación diferente por mor de los cambios urbanísticos, para sorprender a los bilbainos con un espectáculo marcado por la acción, el riesgo y la adrenalina.

Veo que tienen la plaza de Bilbao como segura en su agenda, ¿qué expectativas tienen?

Reventar la taquilla, que se caiga la grada cada día de función. Tenemos muy buenas expectativas porque hemos venido con atracciones muy potentes y el espectáculo está gustando mucho. Esperamos que el público bilbaino venga a reventar la grada todos los días.

¿Cuál diría que es el espectáculo que más éxito tiene?

Hemos querido traer a Bilbao un espectáculo extremo. El año pasado trabajamos más la emotividad o la poética pero esta vez queremos que la gente sienta adrenalina pura. Por eso nuestros números estrella son el globo de la muerte con motos a 100 kilómetros por hora girando al mismo tiempo y el lanza cuchillos con la única mujer en España que se dedica a ello, por lo que se trata de un número mixto que tiene mucho éxito.

Eso es romper clichés...

Y ofrecer cosas distintas, no es el típico número del hombre que lanza cuchillos y la mujer que le asiste. Aquí lanza él y lanza ella. El circo es la mezcla de todas las artes donde todo tiene cabida. El año que viene volveremos con una propuesta completamente distinta en la que ya estamos trabajando y que creemos que a la gente le va a encantar.

¿Qué público es más exigente desde la grada, el adulto o el infantil?

Sin duda, el adulto. El circo es un espectáculo familiar en toda Europa, con lo que tiene que ser capaz de gustar a los niños, a los jóvenes, a los padres y a los abuelos. Si hay algo imprescindible es tener números y partes que le vayan encantando y conquistando a cada persona. En el caso de los niños, el payaso siempre va a ganar por goleada, a los abuelos les suelen atraer más los alambristas y a los jóvenes el espectáculo con motos.

Todo parece muy variado.

Creo que la riqueza y el éxito de cualquier función es ofrecer números y alternativas para que todo ese público familiar de cualquier edad salga encantado. Que le haya gustado todo el espectáculo, por supuesto, pero que haya algo en concreto que de verdad esté pensado para cada persona.

¿Cada función es diferente?

Sí, porque al final dependiendo del público se genera un ambiente distinto que hace cada día especial. Hay veces que el público está más entregado y el payaso utiliza un recurso nuevo. Los números en sí no cambian tanto pero se viven de manera distinta.

El circo es una de las profesiones más duras, ¿cómo vive el hecho de tener que viajar constantemente?

Para alguien que no es de familia de circo y que no está acostumbrado es una droga porque engancha lo más grande. También es una vida muy dura y muy sacrificada por los días de viaje, de montaje y desmontaje, vientos y terrenos malos. Sin embargo, cuando tenemos que parar durante un mes, por ejemplo, luego volvemos con muchas ganas de retomar las giras.

¿Cuándo supo que quería dedicarse a este mundo tan diferente?

Lo tuve claro a los ocho años, concretamente desde la primera vez que entré en un circo y me quedé fascinado. En realidad me quedé tan alucinado que no sabía lo que había visto, pero desde ese momento supe que de mayor me dedicaría a ello y así fue, pero en un principio me dediqué al teatro. Siempre comento en broma que me metí en el teatro porque no tenía dinero para montar un circo. Sin embargo, cuando tuve dinero y monté el Circo Tamberlick, en honor al antiguo teatro-circo que había en Vigo, vino una pandemia mundial.

A menudo se habla de la idea del circo como familia, ¿diría que es realmente así?

En realidad, es como una segunda familia. Al final, aunque cada uno tenga su caravana, convivimos de manera diaria con los demás, sus problemas, las buenas y malas noticias, etc. Se acaba creando una familia y cuando tenemos que cambiar de artistas para hacer un espectáculo completamente nuevo nos da bastante pena y seguimos teniendo contacto con todos. Aunque en este caso no tengamos ningún vínculo, sí que nos consideramos una familia.

¿Qué tiene este espectáculo para que en una época tan digital como la actual pueda seguir existiendo?

Que es de verdad, en vivo y en directo. Lo que presentemos hoy, mañana o dentro de quince días no va a estar. Es esa autenticidad, esa realidad que tiene el circo no te lo ofrece ni un móvil ni una tablet. Es cierto que el circo también se retroalimenta del mundo digital. Ahora cuando a la gente le gusta un número saca el móvil en lugar de aplaudir. Es un poco surrealista. El circo lleva vivo dos mil años y seguirá vivo porque es vivo porque aquí todo es real y si algún artista se equivoca y cae de las motos se pueden matar, no tenemos la posibilidad de rebobinar o pulsar el botón de pausa. Esto es adrenalina pura que no se puede sentir ni con Netflix, ni con Movistar+.

¿Y cómo ve la situación del circo de cara al futuro?

Al igual que otras artes como el teatro, el circo seguirá evolucionando. La base del espectáculo sigue siendo la misma que es entretener y hacer disfrutar al público, pero a día de hoy tenemos una infraestructura de iluminación y sonido que antes no había. Creo que estar en un cambio constante siempre es positivo, de hecho en relación a los animales se ha producido una evolución que tiene que seguir en la misma línea. No hace falta tener animales para ofrecer un buen espectáculo de circo. l