Bilbao - Las denuncias de 20 exalumnos del Colegio Salesianos de Deusto han puesto de nuevo el foco sobre la importancia de conocer, denunciar y obtener justicia en los casos de abusos sexuales y físicos a menores. Unos delitos que muchas veces quedan impunes porque cuando se denuncian ya han prescrito y otras muchas se silencian, pero que siempre generan secuelas y marcan de por vida a las víctimas.

“Que una víctima pueda tener voz, decir que ha sufrido abusos sexuales y señalar a su agresor le da fuerza, porque los agresores, desde su posición de poder, siempre intentan acallar a la víctima, la callan con amenazas, buscando su complicidad para que el niño se sienta culpable y no hable. Amenazas, complicidad manipulación, miedo, vergüenza? hay un largo etcétera de formas para hacer que el niño se calle. Por eso, decir al mundo ‘esto me ha ocurrido y ese es mi agresor’ permite a esa persona recuperar su fuerza, quitarse la culpabilidad”, afirma Carmen Escudero, psicóloga y directora de la Asociación Garaitza que trata a víctimas de abusos sexuales en la infancia. “El daño que genera el abuso en la infancia es brutal y como sociedad tenemos que tomar conciencia de ello y generar espacios para la recuperación de las personas que lo han sufrido”, recalca.

Carmen Escudero destaca que “es importante que haya cauces y espacios para que las víctimas de abusos sexuales en la infancia puedan denunciar, porque estamos hablando de un tema tabú y da igual donde se hayan producido esos abusos”. “Ahora estamos hablando mucho de casos relacionados con la Iglesia y olvidamos de que el 85% del abuso sexual es intrafamiliar. Sin embargo, lo que se comenta mucho ahora mismo es el abuso extrafamiliar”. A pesar de que las víctimas que están tomando la palabra son las que han sufrido el tipo menos habitual, la psicóloga reitera que “es importante que se les dé voz, da igual que tipo de abuso hayan sufrido, porque vivimos en una sociedad en la que se culpabiliza a la víctima”.

Para explicar la situación que viven las víctimas y que a menudo explica su silencio Carmen Escudero recuerda que “el abuso sexual es un abuso de poder, las personas que lo ejercen hacen valer su poder sobre la víctima. Ahí vemos que los agresores son personas que tienen un estatus muy concreto, lo hemos visto recientemente: miembros de la Iglesia, entrenadores deportivos, todas ellas son personas con cierto estatus respecto a sus víctimas. En las familias ocurre igual: no es lo mismo un padre que un hijo, o un abuelo que un nieto. Siempre es un abuso de poder”.

En cuanto a las secuelas que sufren las víctimas a lo largo de su vida, Carmen Escudero indica que hay de tres tipos: las que afectan a la parte laboral, a la social y a la familiar. “Son las tres áreas básicas de un ser humano -dice-, así que si yo tengo afectadas esas tres partes ¿cómo va a ser mi vida? Va a ser terrible porque o bien voy a ser un paciente crónico y dependiente de los servicios sanitarios, o bien voy a necesitar ayuda en algún momento. Las víctimas de abusos generan toda una serie de enfermedades, como depresiones, incluso trastornos mentales como el bipolar, límite de personalidad, etc. Nos encontramos con personas dependientes, con medicación que en muchos casos les impide trabajar, lo que lleva a que no puedan ser independientes y entran en riesgo de exclusión y marginación social. En otros casos las personas sufren unas secuelas que les permiten ser medianamente funcionales, tener una formación y un trabajo, pero normalmente la depresión y la ansiedad están presentes en su vida, también necesitan estar medicadas”.

La psicóloga es tajante cuando opina que “una víctima de abusos sexuales no va a tener un futuro bueno a ningún nivel”, aunque también lanza un mensaje esperanzador al asegurar que de esas malas situaciones generadas como secuelas del abuso “se puede salir”.

Según Carmen Escudero, “si la víctima es una mujer genera un tipo de conductas y si es hombre otro. En el caso de las mujeres es fácil que sean víctimas de violencia de género, tienen tendencia a sufrir mobbing y bullying”.

La experta recalca que “tenemos que tomar conciencia de que es un problema social y de salud pública muy importante”.