En un 25N marcado por la denuncia de las violencias que no siempre dejan huella visible pero sí condicionan la vida de miles de mujeres, el foco se desplaza también hacia el ámbito digital. Allí, donde el discurso se viraliza y el anonimato ampara agresiones silenciadas, la lucha feminista busca nuevas estrategias para enfrentar un escenario que multiplica riesgos y reproduce desigualdades.

La psicóloga feminista Sheila Melcon alerta de que estamos asistiendo a una violencia cada vez más "sofisticada" y que se enmarca en discursos aparentemente "modernos o postmodernos".

Lo sabe de primera mano porque además de realizar labores de acompañamiento a mujeres supervivientes a la violencia machista, lleva la lucha feminista a las aulas de la mano de Sortzen. Sobre anglicismos como "ghosting', 'benching' o 'love bombing', Melcon apunta que enmascaran una violencia invisible que hemos ido normalizado, concibiéndola como parte de nuestras relaciones afectivas.

Empecemos por el principio, ¿cuál es el denominador común de las ‘violencias invisibles’?

Todas ellas forman parte de una estructura y a todas las mujeres nos afectan en algún momento de nuestra vida. Prosiguen esas formas de violencia que conocemos desde hace décadas porque que se han ido visibilizando y les hemos puestos nombre, pero con los modelos relacionales actuales y las redes sociales han llegado nuevas dinámicas. La violencia se ha ido sofisticando.

 

¿A qué se refiere?

Ya no se dan de manera tan explícita como antes, sino que se integran en discursos aparentemente más modernos o postmodernos. Pondré ejemplos: si me quieres, compartes conmigo tu ubicación, me dejas tu móvil o me das tus contraseñas. En el caso de las redes sociales, controlo tu perfil de Instagram, veo cuántos likes tienes o quiénes te los dan.

 

Pero esto no es solo cosa de los más jóvenes, también tenemos redes sociales los adultos. Claro que en el caso de la generación Z, han crecido con ellas y han ido desarrollando su propio lenguaje.

De hecho, hay muchas formas o discursos que parecen modernos como pueden ser por ejemplo los memes. Algunos parecen humorísticos o inofensivos, pero se encuentran camuflados de violencia. Aquí es donde entra en escena la normalización y, por tanto, su difícil identificación. Los chicos no son conscientes de que están generando violencia porque lo ven dentro de la lógica de sus relaciones.

 

Lo sabe de primera mano por los talleres que imparte en centros escolares, ¿no?

Efectivamente. Cuando estoy en el aula veo un lenguaje afectivo y dinámicas relacionales que yo no conocía. Yo soy de la generación Millennial, del 87, y no existían conceptos como el 'ghosting', 'benching', 'blood grooming', 'love bombing', 'red flag', etc. Se han generado una especie de lenguaje contemporáneo para referirse a violencias que existen desde siempre. Lo que hoy llamamos ‘ghosting’ antes se decía del hombre que iba por tabaco y no volvía. Por otro lado, tenemos los mensajes instantáneos, las aplicaciones de citas... Todas estas plataformas de contenido normalizan conductas que van en detrimento de las mujeres. Lo hacen, además, empleando un lenguaje muy ligero.

 

"Hay que ponerse las pilas con las pantallas. Lo que está pasando no es casual"

Si eres consciente de todo esto, por desgracia, una consecuencia directa es que acabes sospechando de cualquier tipo de relación incluso de aquellas sanas. Me explico. Puedes llegar a dudar de si te están haciendo 'love bombing' cuando simplemente están teniendo un detalle.

Es verdad que esta terminología está generando más desconfianza a nivel emocional, así como una constante sensación de inseguridad ante lo está pasando. Hay miedo a la manipulación emocional. Por eso cuando alguien nos cuida “demasiado”, las mujeres llegamos a plantearnos ¿será que es un 'love bombing'?, ¿será una estafa del amor? Todos estos términos y microdinámicas hacen daño a nuestra psique y a la confianza en las relaciones. Es muy cansado y frustrante estar desconfiando de nuestros propios vínculos. Ellas lo dicen cuando imparto los talleres.

 

Todo este auge de lo tecnológico y la hiperconectividad cobró fuerza con la pandemia, sin embargo ha ido cogiendo una deriva que resulta un tanto preocupante...

Las redes amplifican el tema del control, de geolocalización, de la comparación, la presión estética, la presión sexual. Está esa necesidad de exposición pública y el miedo al rechazo, al mismo tiempo. Pensemos también en los trabajos o dinámicas que se están promoviendo en las redes con plataformas como ‘Only Fans’ o la tendencia de las ‘tradwifes’.

 

Las 'tradwifes', esa legión de mujeres que se muestran en redes como perfectas cocineras y te dicen cómo limpiar la casa de forma impecable. Lo hacen subidas en tacones imposibles, perfectamente maquilladas y presumen de hacer así felices a sus maridos. Un fenómeno muy popular en Reino Unido.

Esa nostalgia del hogar, de las esposas tradicionales, de la vuelta al hogar, a la cocina... Todo esto está conviviendo con la venta de ‘nudes’ (desnudos). Yo les digo que me da igual que le cocinen a Pablo pero que él tendrá que cotizar por ellas para que tengan acceso a una pensión. Nos llenamos la boca con que hoy podemos divorciarnos, pero un divorcio cuesta más de 800 euros. Son cosas que los jóvenes no ven. Me refiero a la importancia de tener una economía autónoma para no depender de tu pareja.

 

¿También hay que explicarles lo que es violencia sexual?

Hay muchas violencias a nivel sexual, tanto en el plano digital como en el carnal, a las que se está poniendo otro nombre. Es una manera de pasar por alto que estamos hablando de una violación como en el caso de lo que llaman ‘selfing’ , que es quitarse el condón de manera no consentida durante una relación. Así le llaman a esto los chavales y lo ven casi como una broma o una mentirijilla. Yo les dejo claro que esto es violencia sexual.

 

También se escucha que los jóvenes ya no mantienen relaciones sexuales por miedo a una denuncia falsa. ¿Qué hay de verdad en esto?

Esto es el fantasma que nos persigue desde la ley de igualdad de 2004 con Zapatero. Desde entonces hay un discurso cada vez más popular, más en la calle, de que las mujeres denunciamos falsamente para: conseguir cosas, por desamor o por venganza. En resumen, que somos las malas de la película y vamos a joderles la vida mediante la denuncia. Detrás de estas tesis hay una esfera digital muy organizada y llena de fakes que corren rápido. Tampoco se está pidiendo tanto, simplemente que las relaciones sean consentidas y deseadas. Se vende que la cuarta ola del feminismo ha venido a robarles y cuando llego a un aula, me reciben con las manos en alto y haciendo el gesto de que están esposados.

 

¿En serio, le reciben así?

Es el gesto que hace esta masculinidad más hegemónica, más temerosa de los avances feministas. Siempre les digo que no se trata de quitar nada sino de que las cosas no queden impunes. Hasta ahora ha habido mucho silencio y abordarlo les da cierto miedo. El fake hace tanto ruido que tapa la verdad y por más que les impartes un taller, están sus youtubers e influencers de referencia que vienen, en muchas ocasiones, de determinados sectores políticos con un claro interés por tumbar estas leyes. Muchos de ellos quieren derogar la ley contra la violencia machista, la ley de género, de libertades sexuales, la ley LGTB, la ley trans… Ahí se sitúa, por ejemplo, Roma Gallardo.

 

"Hay violencias a las que se está poniendo otro nombre. Es una manera de pasar por alto que se trata de violencia sexual"

También hay chavales con espíritu crítico con aquello que les llega.

¡Si pensar, piensan genial!, pero nosotros influimos en esta adolescencia y en nuestras propias generaciones. El machismo es estructural y hay una parte de la sociedad que considera que se nos está yendo de las manos. Nos tildan de feministas radicales y no estoy hablando ya solo de los más jóvenes. En realidad, esto es no querer entender realmente la lucha feminista que no es contra los hombres, sino en favor de visibilizar las opresiones.

 

Con tanto frente abierto, ¿cuáles son los cambios urgentes para frenar esta ola reaccionaria?

Para empezar tenemos que ponernos las pilas con las pantallas, hacer un análisis de lo qué está pasando y pensar que no es casual. Es muestra de la resistencia ante la cuarta ola feminista y ya venía cociéndose desde la segunda, allá por los 70-80. Además, sería interesante hacer un análisis de los modelos relacionales y afectivos actuales. En este momento histórico es clave hablar de por qué genera tanto miedo que reclamemos prácticas sexuales consentidas y, sobre todo, deseadas. En definitiva, cómo podemos entendernos, sin cerrarnos y sin generar una guerra de sexos. Se trata de analizar qué está sucediendo, escuchar de manera activa y no poner el ‘sanbenito’ a los jóvenes, que también hacen muchísima labor de resistencia.

 

¿Podría dar algún ejemplo?

 Son generaciones que en Nepal o en Marruecos están cambiando toda la lógica mediante las redes. Se están organizando en plataformas como 'Discord' para poder elegir presidentas. Esto no se había visto hasta ahora y creo que es una generación súper potente que ha armado muchísimos refugios o salvavidas también en las redes. Hay un montón de activismo y lugares en los que debemos poner el foco. La lucha feminista está en lo digital, no solo en la calle y, más allá de la comunidad, es fundamental el papel de las instituciones. No basta con poner el foco en la víctima o en su comunidad, sino conocer qué estamos haciendo con los recursos y el dinero público.