“Afortunadamente tenemos a chicos y chicas con depresiones moderadas que, con un buen trabajo terapéutico, pueden encarrilarse. Los que más nos preocupan son los que llegan en situaciones de mucha gravedad que requieren muchos ingresos”, explica Graciela Rodríguez, psicóloga de la Asociación vizcaina de familiares y personas con enfermedad mental, Avifes.

¿Hay más jóvenes deprimidos ahora o es que se diagnostican más?

Hay más jóvenes que piden ayuda por sintomatología depresiva porque ahora hablan mucho de salud mental y eso les facilita detectarlo, pero también la pandemia hizo aflorar muchas problemáticas.

¿Por qué se suele deprimir la juventud en líneas generales?

Puede haber factores de riesgo que tienen que ver con la parte social –tras el quiebro de la pandemia, recuperar la normalidad a veces fue complicado– y pueden influir también la autoestima que tiene el joven o la joven, las estrategias de afrontamiento, qué tipo de apoyo social y familiar tiene...

¿Qué suelen tener en común los jóvenes a los que trata?

No hay un perfil concreto, son jóvenes de todo tipo, en diferentes momentos de su vida académica, con distintas situaciones familiares, pero comparten ese sufrimiento que se asocia con la depresión, esa tristeza profunda, esos pensamientos tan negativos y esa desesperanza.

¿Tienen mejor pronóstico que los adultos o se puede cronificar?

Se puede cronificar. El mejor pronóstico lo vamos a encontrar con más probabilidad cuando la atención es temprana. Es muy importante que la familia detecte pronto esas señales de alarma.

¿Cuáles son esas señales?

Cuando el joven tiene una tristeza muy profunda que ocupa todo el día, cuando le dejan de interesar las cosas que hace, cuando se está empezando aislar de la familia y, sobre todo, de las amistades. Otras señales pueden ser dejar de comer o comer mucho, dormir mucho o no poder dormir, dolores de cabeza o de tripa que no se asocian con nada... En el caso de los adolescentes, la irritabilidad, verles más desafiantes, enfadados o frustrados a veces esconde detrás esa tristeza.

¿De qué modo interfiere en esta etapa vital: trabajo, relaciones...?

Cuando aparece la depresión en una etapa temprana hay una interrupción del proyecto de vida en un momento clave. Muchos han tenido que dejar sus procesos académicos, han perdido amistades, no empiezan a encontrar nuevos grupos sociales en los que relacionarse y eso les va a marcar mucho para la vida adulta. Se pueden parar procesos claves para el desarrollo de su vida futura, pero si intervenimos pronto, ayudaremos a que esos procesos sean más normalizados.

Los jóvenes hablan más abiertamente de salud mental. ¿Es positivo o tiene sus riesgos?

Es la cara y la cruz. Por un lado les ayuda a estar más arropados y pedir ayuda, pero también tiene la otra cara, la de que ahora todo el mundo habla de salud mental, sobre todo en redes sociales. Esto puede confundir y hacer que un chico o chica que está sufriendo un proceso normal de malestar de vida, porque está pasando un duelo, atravesando un momento académico importante o teniendo ansiedad, si esos mensajes que le llegan son muy alarmistas, al final entienda que eso que le está pasando no le puede pasar y a veces también hay momentos difíciles en la vida y se superan y no pasa nada.

¿De qué manera les influyen las redes, la sociedad de consumo....?

Cuando un chico o chica tiene de base una autoestima más baja y se está comparando constantemente con ideales que para cualquier persona son inalcanzables, eso le puede estar impactando a nivel de su salud mental. Es importante tener ese espíritu crítico, qué estoy buscando en este contenido, qué me hace sentir, es fiable... Es importante esa psicoeducación en el uso de las redes sociales porque están ahí para quedarse, pero nos tienen que ayudar, no hacernos sufrir.

¿Los trabajos precarios, la dificultad de independizarse o alquilar una vivienda influyen?

La precariedad laboral y económica, la incertidumbre con respecto al futuro, de si podré acceder a una vivienda, pueden ser factores de riesgo. No quiere decir que expliquen la problemática de depresión, pero pueden ser un elemento más.

¿Qué mensaje daría a los jóvenes que sufren desesperanza, que no ven luz al final del túnel?

El primer paso es identificar que lo que me está pasando tiene la suficiente importancia como para pedir ayuda a familiares, a una asociación o al ámbito sanitario. El mensaje tiene que ser de esperanza, de que cuando alguien busca ayuda se puede encontrar ese proceso terapéutico para mejorar. A la sociedad le diría que buscar ayuda no nos tiene que hacer sentir que somos débiles o que tenemos la culpa de tener una depresión.

“¿Cómo vas a estar mal si lo tienes todo?”. ¿Son los jóvenes con depresión unos incomprendidos?

Tenemos que medir cuándo es un problema de salud mental o no, pero es verdad que a veces se minimiza el malestar de los jóvenes o la posibilidad de que tengan depresión y se dice: “Si lo tienen todo, cómo se van a deprimir”. Pues los niños y niñas se deprimen y los preadolescentes también porque es algo muy complejo que no depende de la persona ni de que tenga todo delante.

¿Han detectado un incremento de suicidios en los últimos años entre los jóvenes con depresión?

En la medida en que hemos tenido más casos de depresión hemos tenido también más casos en los que la ideación suicida está presente de una forma muy cotidiana. No hemos tenido casos de suicidio en el ámbito juvenil porque se consigue generar una red de protección por parte de la entidad en coordinación con el ámbito sanitario.

¿Qué diría que hace falta para luchar contra la depresión?

Superar ese estigma y ese tabú a la hora de pedir ayuda y de entender y tratar a las personas con depresión y que el abordaje de esta sea integral. La depresión necesita un tratamiento farmacológico y terapéutico, pero también es importante ayudar a la persona en el ámbito del apoyo social, ayudar a su familia a que entienda el diagnóstico y pueda acompañar a ese chico o chica de una manera adecuada.