¿Cómo valora los datos del barómetro sobre la diversidad en la CAV? ¿Qué conclusiones saca?

En general, vemos que la población vasca está abierta a la diversidad religiosa, pero al mismo tiempo en algunos ámbitos aparecen signos de menor apertura.

¿Hay diferencias significativas en la actitud de la sociedad vasca hacia las religiones prevalentes y minoritarias?

Es verdad que la iglesia católica presenta algo más de apertura, pero las religiones minoritarias, no están muy alejadas. Respecto a los centros de culto, vemos que la sociedad vasca considera que debería existir el derecho a instalar un centro de oración, por ejemplo, en sanatorios, centros penitenciarios y hospitales. Es la postura general.

¿Existe racismo en el ámbito religioso? ¿Qué dice el estudio al respecto?

El 45,2% reconoce haber presenciado burlas, bromas, comentarios negativos y rumores sobre otras religiones. La discriminación verba, esos microrracismos que a veces no nos parecen que son para tanto, es lo que está en la base de la falta de apertura social y supone un obstáculo de cara a tener un diálogo sincero en condiciones de igualdad. Ese es otro reto que detectamos: por un lado las relaciones que se dan en la sociedad vasca y, por otro lado, los estereotipos y prejuicios.

¿Cómo afecta la desinformación a la percepción sobre determinados colectivos en nuestra sociedad?

A veces circulan bulos o informaciones sobre determinados grupos que no son ciertas, creando prejuicios que rompen la convivencia y la cohesión social. Hay que trabajar para combatir esos rumores infundados.

Según el estudio, los gitanos y los musulmanes son dos de los colectivos que sufren mayor discriminación. ¿A qué es debido?

Es cierto que el grado de confianza y de apertura hacia estos colectivos no es muy elevado a día de hoy, pero los vascos somos conscientes de esta realidad. Cada vez somos más abiertos y tenemos más confianza con personas gitanas y de origen musulmán.

¿Qué podemos hacer para seguir avanzando como sociedad en este sentido?

Todo pasa por normalizar el contacto y las relaciones cotidianas con ciertos grupos o confesiones religiosas y no estigmatizarlos.Debemos buscar los elementos comunes y no centrarnos tanto en las diferencias. Queda todavía un largo camino por recorrer.

El estudio refleja también que un 76,9% de los encuestados prefiere vivir en una sociedad abierta y diversa frente al 83,9% de 2022. ¿A qué atribuye esta caída?

La explicación es bastante fácil porque realmente aquí el dato que rompe un poco la tendencia es el de 2022, el más alto de toda la serie. El trabajo de campo coincidió justo con la guerra de Ucrania y con la crisis humanitaria que hubo después. Observamos un aumento de solidaridad en general; la sociedad vasca se mostró más abierta hacia cualquier tipo de diversidad.

¿Qué papel juega la educación a en la construcción de una sociedad en la que ninguna persona se sienta discriminada?

El ámbito educativo es clave en este sentido. Hay que fomentar la participación de los padres y las madres, generando espacios de encuentro entre alumnos y familiares. En realidad, los niños y niñas no suelen tener problemas por ninguna de esas cuestiones porque todavía no son conscientes y no les dan ninguna importancia. Sin embargo, hay estudiantes que a medida que se hacen mayores van interiorizando el discurso de la familia o de la sociedad y aparecen esas desigualdades y estereotipos.

¿Cómo influye la preparación de los docentes en la creación de un entorno escolar más inclusivo y positivo?

Los profesores son quienes gestionan directamente la convivencia diaria en los colegios. Su formación es esencial. Hay que dotarles de herramientas para que puedan abordar la realidad actual porque nuestra sociedad es cada vez más diversa, y esos profesionales tienen que tener capacidad para afrontar esa diversidad de manera positiva y derivarla hacia relaciones sinceras.