El fármaco Finasteride le “ha robado todo” a J.M.D.E. Cuando trabajaba como vigilante de seguridad de una discoteca de Pamplona se percató de que se “estaba quedando calvo”. Su peluquero le recomendó en 2019 este medicamento, así que se lo recetaron. “Me tomé media pastilla el lunes y otra media el jueves; a la semana siguiente, una entera. Y lo dejé porque me daba mala espina, pero ya era demasiado tarde”, recuerda.

A pesar de ser un hombre de 51 años que practicaba deporte de manera habitual, su corazón le empezó a fallar —extrasístoles ventriculares— , sufría muchos de los problemas sexuales reportados en el prospecto, se mareaba y en enero de 2022 ingresó en el hospital por un fallo renal. Sin embargo, en las analíticas los médicos no encontraron nada.

“Tenía mucho miedo porque no entendía qué me pasaba, pero sentí que estaba entrando en el infierno. Dejé de dormir, mi cuerpo se deshizo, apenas puedo ver. Tengo la gran mayoría de los órganos sensoriales afectados; miodesopsias (“moscas volantes”), tinnitus, no genero saliva, no tengo gusto, me falla la memoria, pierdo el equilibrio, tengo falta de andrógenos, sufro fiebres muy altas, etc.”, enumera. En cuanto a la sintomatología neurológica, J.M. padece depresión, ansiedad y “ he pensado en suicidarme porque no puedo comer, no puedo dormir”.

Se han registrado más de mil demandas judiciales contra la farmacéutica Merck en referencia a su producto Propecia, cuyo ingrediente activo es el Finasteride. En 2018, la empresa pagó una indemnización de 4,3 millones de dólares a los demandantes. No obstante, el fármaco se mantuvo en el mercado y, desde entonces, otras muchas personas se han visto afectadas por sus efectos adversos. “Cuando contaba mi situación, la gente no me creía. Y sentía impotencia porque esto me está destrozando la vida. Los médicos seguían sin encontrar nada, pero le comenté a uno que tenía el síndrome post-Finasteride y me contestó que eso no tenía cura”.

Una “película de terror”

Su vida se convirtió en “una película de terror”. Su cuerpo perdió por completo la homeostasis: aparecieron la ansiedad, los vómitos, su corazón latía fuerte y, de pronto, le bajaba la tensión, no producía dopamina, no podía dormir… “Es un estado incompatible con la vida. Pedí la baja porque me era imposible continuar”, asegura. Era tal su dolor que se replanteó renunciar a la vida: “Se han producido alrededor de 4.000 suicidios. Ahora en el prospecto indican que algunos de los efectos secundarios pueden ser depresión e ideación suicida”, declara.

Además de un cuadro médico interminable, J.M. también se siente “desahuciado en todos los sentidos. Estoy solo; mi padre murió y estoy en su casa heredada, pero hay que pagarla y solo cobro 700 euros porque no puedo trabajar, pero no se reconoce mi enfermedad. Me siento desbordado”. Dice que se encuentra mejor que antes porque se ha acostumbrado: “Sé que ya nada va a volver a ser como antes, pero solo pido poder llegar a casa, comer y dormir”.

Por otro lado, una de las cosas que le hacen seguir adelante es contar su historia para que otros no caigan en los mismos pasos que él y “puedan salvarse. Es una enfermedad rara que no afecta a todos de la misma manera; mi caso es grave, pero te pueden atacar 100, 20 o 40 síntomas o quizá no te pase nada. He visto el testimonio de un chico que, después de haber tomado una dosis, no puede abrir los ojos porque si lo hace le dan descargas en el cerebro. Es un horror diario y nadie nos ayuda”, señala. De hecho, ha habido gente que le ha llegado a decir que no se queje tanto y que se le había ido la cabeza, “pero yo solo puedo pensar en que tengo que pasar el resto de mi vida así”, concluye emocionado.