La Audiencia de Pontevedra ha condenado a 47 años de cárcel a un hombre que, según refleja la sentencia, convirtió la vida de su pareja en un "auténtico horror", al maltratarla física y psicológicamente durante sus tres años de convivencia.

Las magistradas, en la resolución facilitada a la prensa este jueves, dictaminan que este varón es autor de los delitos de maltrato habitual físico y psíquico en el ámbito de la violencia de género, contra la integridad moral, coacciones graves, lesiones con deformidad, agresión sexual y lesiones contra la mujer.

Junto con la pena de cárcel, la condena obliga a este hombre a indemnizar a su expareja con 150.000 euros por las lesiones, secuelas y el perjuicio moral causado.

El tribunal considera probado que el condenado mantuvo una relación de pareja con convivencia con la víctima durante tres años, desde que la afectada tenía 19 años, entre 2017 y 2020.

Durante ese periodo, y hasta que la víctima abandonó el domicilio, el acusado tuvo un comportamiento cotidiano "controlador, posesivo y violento", tanto físico como psíquico contra su pareja, aumentando "de manera progresiva" la intensidad y frecuencia de sus actuaciones.

Así, las juezas de la sección cuarta de la Audiencia de Pontevedra destacan que "no solo profirió expresiones con clara intención de insultarla, menospreciarla, humillarla o amedrentarla", sino que, de manera habitual, se comportaba de manera "violenta y agresiva".

Entre los hechos relatados por la sentencia se recogen bofetadas en la cara y en la boca o patadas, puñetazos y golpes por todo el cuerpo, llegando la víctima a perder el conocimiento en alguno de estos episodios violentos.

A ello suman que el acusado, según recoge la sentencia, "le retorcía los dedos de las manos, las muñecas y le doblaba los brazos, le tiraba de los pelos, le apretaba el cuello y le daba latigazos con varas y cables".

"El acusado actuó en todo momento con absoluto desprecio a la condición de mujer de la víctima, a quien consideraba de su absoluta propiedad", recalca la sala, quien afirma que esta situación provocó en la víctima un "temor y miedo constante" en su relación de pareja.

Las juezas consideran acreditado que en un periodo que comprende, al menos, los últimos siete meses de relación, el hombre ejerció un gran control sobre su pareja, impidiendo sus relaciones familiares y sociales, reteniendo su teléfono móvil, que solo podía utilizar en su presencia.

A lo largo de ese tiempo, según el tribunal, le retuvo la tarjeta sanitaria y le impidió ir al médico, a pesar de solicitarlo y de precisarlo la víctima, viéndose obligada a curarse con agua, vinagre y sal.

Además, las magistradas subrayan que, "con ánimo de degradar y humillar a su pareja", de manera frecuente le prohibía dormir en la cama y le obligaba a dormir en el suelo con la perra o a permanecer de rodillas en el suelo durante varias horas.

La resolución judicial refleja también que "con una frecuencia de dos o tres días a la semana" el acusado, cuando la víctima no quería mantener relaciones sexuales, la emprendía a golpes con ella, mediante bofetadas, tirones de pelo y empujones, "hasta conseguir que acabase cediendo".

Las juezas afirman que, en numerosas ocasiones, "le pellizcaba y retorcía las orejas, de modo que le fue rompiendo el cartílago, hasta que provocó la total deformidad de los pabellones auriculares.

En dos ocasiones, según el fallo, le fracturó el tabique nasal, y, otras veces, le propinó varias bofetadas, rompiéndole el labio y provocándole fracturas con pérdida parcial de piezas dentales.

En la sentencia, las magistradas relatan que también le causó fracturas en costillas, en húmeros y fémures, "sin que haya podido determinarse el número de agresiones diferenciadas que las causaron, al no constar asistencias médicas individualizadas".