Cesáreas y episiotomías (cortes en la vagina) innecesarias, trato infantilizado y paternalista, banalizar el sufrimiento de una mujer que está dando a luz... la violencia obstétrica toma muchas formas, pero todas tienen algo en común: maltrato físico, humillación y abuso verbal, o procedimientos médicos no consentidos. Así lo define la Organización Mundial de la Salud, que subraya que es una forma de violencia contra la mujer.

Y es que estas son solo algunas de las múltiples formas de manifestarse de la violencia obstétrica, una lacra todavía poco conocida, pero que, sin embargo, afecta a un gran número de mujeres.

Según datos recogidos entre 2018 y 2019 en el estudio Violencia Obstétrica en España: Intervención y Medicación durante el parto de la enfermera y profesora universitaria Desirée Mena-Tudela y otros expertos, la aplicación de la técnica Kristeller, un procedimiento desaconsejado, ocurre en un 34,2% de los partos y en el 39,3% de los nacimientos en el Estado se practicó una episiotomía, el rasgado de los labios vaginales para facilitar la salida del bebé en el parto.

Intervencionismo

La investigación, cuya muestra superó las 17.000 encuestas, también encontró diferencias entre la sanidad pública, privada y concertada. La conclusión: "Los partos en España parecen estar muy intervenidos", zanja. Así, aunque la OMS ya se ha pronunciado a favor del término, sigue habiendo un gran debate en torno a él. Y es que el Colegio de Médicos se mostró reticente a aceptar este concepto y, aunque estaba previsto que se incluyera en la reforma de la ley del aborto, finalmente quedó fuera. Sin embargo, afecta a casi un 40% de las mujeres que han sido madres en el Estado, según el estudio de Mena-Tudela.

'Abandono e invalidación'

Deva Rodríguez Ingenhoff es una de las muchas mujeres que denuncian un trato difícil de olvidar en sus partos. Como cuenta, el primero no fue fácil: "Me sentí abandonada, no me contaban nada. Sientes que no pintas nada. Se supone que tienes que tomar tú las decisiones pero las están tomando por ti", denuncia.

Y es que, tras estar horas y horas en el hospital, además de no informarle de nada, asegura que le trataron de forma paternalista. "Les dije una y otra vez que me dolía muchísimo después de darme la epidural, y la única respuesta que recibí fue la de la matrona que me gritaba: Pero, ¿cómo te va a doler? Y así era", cuenta. Y es que tras múltiples cambios de habitación se olvidaron de encender el gotero, narra. "Invalidan lo que dices. Se creen que saben más que tú, cuando tú eres la que está pariendo, y tienes la sensación de que no pintas nada. Haces un plan de parto, de repente todo se va al traste y te encuentras con que ellos están tomando todas las decisiones sin preguntarte nada".

Y con el segundo parto no fue diferente. "Tenía contracciones cada minuto y me decían: tienes que estar quieta. Pero me retorcía de dolor. Decidieron que me tenían que hacer cesárea de urgencia. Yo no entendí nada. Solo me hablaban de protocolos, yo había dicho que quería el piel con piel, y no me lo hicieron, no me pusieron al bebé encima", cuenta. "Estaba tan mal y con tantas medicinas que no estaba en condiciones de insistir en que yo había pedido eso. Y ahora solo quiero borrar esos recuerdos de la cabeza. Has traído una vida al mundo y estas asustada, necesitas apoyo, pero somos como vacas lecheras que van a parir y están esperando a que pase la siguiente", denuncia.

Protocolo. Esa es la palabra que más escuchan, destaca Rodríguez. Por eso, critica que en muchas ocasiones no se respeta en plan de parto con el que van.

En el otro lado se encuentra Ana Jiménez, que explica que debido a la preparación que tuvo antes de su primer parto decidió acudir a Mendaro, un hospital que alaba por su trato totalmente personalizado. "No tiene nada que ver con otros, me respetaron todo lo que pedí", expone. "Haces acuerdos con la matrona. Yo no quería epidural pero llevaba 24 horas y el matrono vino y me dijo que tenía que romper el pacto, y me tenía que dar oxitocina, porque el tema se complicó".

Sin embargo, destaca que le aseguró que iban a esperar a que recuperase toda la movilidad para comenzar el trabajo de parto. "Me respetó en todo momento. El parto fue muy respetado, muy natural, muy sentido", exclama. "No me pasó nada de lo que suele pasar a las mujeres, que acaban todas intervenidas porque el sistema quiere ir más rápido de lo puede ser un proceso de parto natural y hay que ir al ritmo que marcan los protocolos médicos". Y defiende que "no se cómo puedes dar a luz sin apoyo emocional": "Con la pandemia hemos ido hacia atrás, pares como si fueras una vaca".

Por último, Vanesa Guerrero, que dio a luz hace tan solo unos meses, critica que en su caso fue todo lo contrario. Por querer evitar una cesárea en un primer momento acabaron llevando a su bebé al límite. Y es que asegura que, aunque insistía en que le intervinieran, estuvo más de 30 horas en la habitación del hospital. "Te dicen que cuando rompes aguas vayas corriendo. Pero, ¿para qué?¿Para estar aquí más de un día esperando?", exclama. "Al final, tras hacerme una cesárea de urgencia tuvieron que intubar a mi niño. Llevaba tantas horas respirando porquería que tuvo que estar en la UCI tres semanas", denuncia.