Leire Lizarraga, donostiarra de 37 años que reside actualmente en Gran Canaria, es una trabajadora social especializada en asistencia a personas que han sido víctimas de experiencias traumáticas. Durante diez años trabajó con familias divorciadas en el Punto de Encuentro Familiar, un contexto muy delicado y conflictivo, dependiente del Departamento de Justicia del País Vasco. La experiencia en este trabajo con historias familiares complicadas, unida a su formación “en diferentes vertientes como coach”, le hizo crear un proyecto personal que denomina Cambios desde el amor.Trabaja centrada en divorcios.

—El conflicto es parte de la vida de cualquier persona. Se pueden tener conflictos con pareja, hijas e hijos, vecinas, e incluso con una misma. Mi trabajo es acompañar esas situaciones para alcanzar su resolución. ¿Cómo? Mejorando la relación en pareja, orientando el proceso de un divorcio y también en esos momentos de grandes cambios a nivel personal y de desarrollo individual.

Usted intenta que el divorcio no sea traumático.

—Parece que todos tengan que suponer un trauma. Y aquí te doy un sí y también un no. Los divorcios aún siguen siendo temas tabú. Son procesos duros por que están implicadas en él las personas más importantes de la vida de una, y porque cada cual cuenta con una personalidad y sensibilidad diferentes. Sin embargo, no necesariamente tiene que derivar en una vivencia traumática para cada persona, si el proceso se cuida. Existe un dolor inherente a la pérdida de una estructura familiar, de un hogar, pero este dolor puede ser meramente transitorio y algo adaptativo hasta alcanzar la superación y reubicarse ante la nueva forma de vida familiar.

Usted acompaña en ese proceso.

—Todo divorcio debería ser llevado con una madurez adulta, con la que no se cuenta muchas veces. En un proceso de divorcio hay muchas emociones a flor de piel: enfado, ira, frustración... que dominan con frecuencia las actuaciones y esto repercute negativamente. Se pueden plantear varios intentos de mejora, pero cuando la relación no se modifica, el divorcio pasa por ser la solución. Es lo que defiendo. Nada es para toda la vida, y mantener una relación saludable también requiere de un esfuerzo y compromiso bidireccional y equilibrado.

Cuando hay hijos e hijas de por medio, el proceso se complica.

—Por supuesto. En estos casos le doy otro peso al enfoque. Propongo que se les tenga en consideración, tanto a las madres o a los padres como a las y los profesionales que trabajan directamente con ellas y ellos. Resulta extremadamente importante que conozcan la realidad de su propia vida (y el divorcio de sus padres lo es), que se les comprenda ese duelo y malestar que esa situación les genera. Hay que tenerles en cuenta, de abrir espacios para que puedan expresarse.

Cuando acuden a usted, ¿lo primero es intentar salvar el matrimonio?

—Depende de la historia del matrimonio y de los cartuchos que se hayan gastado. Me he encontrado con casos en los que la dificultad estaba en la relación de la pareja, pudimos identificar aquellos factores que iban a impedir mejorar la relación y a partir de ahí acompañar el proceso de divorcio. Depende de cómo llegue la mujer. Hay algunas que tienen de manera interna ya tomada esa decisión, pero el proceso les asusta. Falta hablar con frecuencia de esto, hay incertidumbre y desorientación cuando una se encuentra en esa situación.

¿En qué momento hay que pensar que el matrimonio no funciona?

—Todo es revisable y cada matrimonio es muy particular. Las dinámicas que terminan siendo cíclicas o tóxicas tienen el divorcio como su solución. Decir siempre es igual o los cambios duran una semana y vuelta a lo mismo son una pista enorme para ello. Si no practicas el amor a nivel afectivo, con conversaciones, con cercanía, con sexo... entonces es que no hay amor. Hay conflictos que se resuelven y llevan al matrimonio a evolucionar y las dos personas salen más unidas. Y hay otra situación en la que se puede tardar más o menos en adaptarse a lo acordado, pero existe un interés real. Cuando no hay disposición, ni compromiso, es un importante indicador de que no hay opción a mejora.

¿Se puede evitar el juzgado?

—Hay un perfil de divorcio que recoge la parte de la violencia o maltrato. Ahí es necesario el juzgado porque hay que activar protocolos y adoptar medidas. Pero para otros supuestos se puede evitar. El juzgado es un arbitraje de un tercero que va a decidir sobre tu vida y la vida de tu familia.

Le llegará gente agotada a este momento. ¿Cómo la acoge?

—Cuesta llegar a tomar la decisión, y hay cansancio, agotamiento mental, emocional. Mi acogimiento es primero escuchar, no es fácil hablar de un tema así. Hay una primera sesión que es de escucha total, y ahí no te puedes ni imaginar todo lo que llegan a expresar. Hastío, decepción, profunda tristeza y hay un sentimiento de culpabilidad considerable. A partir de ahí podemos establecer un orden de prioridades para ir trabajándolas.

El final del proceso es que lo vean como algo positivo.

—Te das cuenta de por qué no lo he hecho antes. Tras el divorcio, hay un periodo de adaptación a la nueva vida familiar y hay que procurar que en un plano organizativo sea similar a la anterior al divorcio. El cambio grande, que sea progresivo.

Puede haber dificultades económicas y eso lo complica aún más.

—La independencia económica es indispensable. Cuando tienes apoyos que pueden ayudarte de manera puntual o hasta que tu situación se estabilice, es importante saber solicitar esa ayuda. Si no tienes esos apoyos, la energía hasta divorciarte puedes dirigirla a esa búsqueda de empleo que te permita divorciarte a la mayor brevedad. Como última posibilidad, están los servicios sociales, que pueden dar respuesta a situaciones específicas.

¿Han aumentado los divorcios tras la pandemia?

—Si durante la pandemia los divorcios se vieron reducidos, en 2021 han aumentado con respecto al año anterior. En mi caso, he recibido más solicitudes de consultas concretas y puntuales, con un incremento de consultas por escrito y a través de correo electrónico, por encontrarse las mujeres aún en convivencia y sin tiempo ni intimidad para abordar su situación en una sesión on line. Tras la pandemia, más gente ha recurrido a mí para mejorar su relación.

“Cuesta tomar la decisión; hay cansancio, decepción, hastío... y mi primera sesión es de escucha, a partir de ahí acompaño y oriento”

“Hay que practicar el

amor a todos los niveles; las dinámicas cíclicas y tóxicas tienen el divorcio como solución”