Ante el colapso en hospitales y centros de atención primaria debido al elevado número de casos de covid y las bajas entre trabajadores, Osakidetza hizo recientemente un llamamiento a sanitarios jubilados para incorporarse de nuevo a la red sanitaria pública y ayudar así a descongestionar el servicio y hacer frente a este crítico momento de la pandemia. Fueron 129 los sanitarios que recogieron el guante y se encuentran estos días "echando una mano" ante la evidente falta de personal en la sanidad pública. Dos de ellos son Mari Carmen Echeverría, enfermera, y Mikel Azkue, médico, explican cómo está siendo la experiencia y qué les ha movido a volver a un trabajo que ya dejaron.

"Se puede decir que estaba prejubilada. Dejé la profesión en su momento porque tenía gente mayor que cuidar, pero cuando llegó la pandemia la Diputación necesitaba enfermeras y me volví a incorporar", explica Mari Carmen Echeverría, donostiarra de 62 años que estos días está por las mañanas en el Atano vacunando a los adultos que tienen cita para la tercera dosis.

Fue en los inicios de la pandemia, en marzo de 2020, cuando Mari Carmen retomó su profesión. Primero estuvo ayudando en residencias de ancianos, donde más duro pegó el covid en la primera ola, y luego se dedicó a hacer pruebas PCR. "Aquello se terminó y ahora Osakidetza ha vuelto a tirar de gente que habíamos dejado de trabajar. Hay mucho personal de baja y hay que suplir a toda esa gente", comenta la enfermera donostiarra, de 62 años. "Estoy bien, sana, y tengo que ayudar como sea. Me gusta lo que hago y no me supone mucho echar una mano", comenta: "Hay mucha gente de baja y en los centros de atención primaria están muy justos de personal. Lo de los ambulatorios es una pasada, están a tope. No sé hasta cuándo seguiré, dependerá de la demanda. Ahora, por ejemplo, hace falta gente aquí, en el Atano, porque hay que vacunar a los niños y poner la tercera dosis a los adultos".

El ritmo de trabajo durante la pandemia ha sido alto y exigente tanto en los inicios de la pandemia como ahora: "Primero estuve en una residencia de Irun y aquello fue duro. Había brotes y hubo gente mayor que estuvo mucho tiempo sin poder salir ni siquiera de su habitación, gente mayor con patologías y sin poder ver a su familia. Luego fue la época de las PCR. He hecho alrededor de 13.000 pruebas. Era todo el rato brotes y ahí íbamos. Había días que estabas a las 9.00 horas en Zumarraga, a las 11.00 horas en Legazpi y de ahí a Ordizia. Y luego todo eso lo llevábamos al hospital. Hacíamos muchos kilómetros en coche. Estuvimos así durante meses".

Reconoce Mari Carmen Echeverría que es "una enfermera vocacional": "Soy enfermera de enfermo, empatizo mucho, siempre hay que tener una palabra de ánimo con el paciente. Incluso aquí vacunando, aunque tenemos un minuto por paciente, tienes tiempo para atenderle bien. Te levantas, recibes a la persona, le preguntas qué tal...". Pese a todo, reconoce a veces sentirse "harta" por toda la situación que ha creado el covid: "Vas pasando por fases, pero intentas ser consecuente con tu profesión. Estoy vacunada y tengo cuidado. Entiendo que todo el mundo debería hacerlo, pero no es así y a veces, con las típicas personas que pasan de todo, te hartas. Los que no se vacunan hacen vida normal, se ponen enfermos y son atendidos igual que los que han cumplido. Tienes que hacer tu trabajo igual, pero son cosas que te dan rabia".

La enfermera donostiarra tiene muy claro que hay que "reforzar" la sanidad pública: "¿Cómo? Gastándose pasta. Hacen falta enfermeras en residencias y centros de salud. Es cuestión de dinero, en lugar de gastártelo en otra cosa te lo gastas en esto. Por ejemplo, aquí hay enfermeras y auxiliares haciendo los registros de vacunados, que es algo que puede hacer un administrativo. No me digas que no hay administrativos en paro para contratar, y así estas auxiliares y enfermeras pueden ir a un centro de salud". Es consciente Mari Carmen que reclutar a gente jubilada o prejubilada es "un parche, pan para hoy y hambre para mañana": "Ahora hay problemas de personal por el covid. ¿Y si luego viene otra cosa estaremos igual?".

En cualquier caso, se toma "con alegría y humor" su labor en la pandemia: "Mis amigas me dicen que estoy un poco loca, que me meto en todas las salsas, pero me encuentro bien y quiero ayudar. El día tiene 24 horas, por las mañanas estoy aquí y a la tarde tengo libre. Suelo jugar a pádel", dice para explicar su envidiable forma física y vitalidad, gracias también a la "genética": "Mi tía Isabel va a hacer 107 años el 30 de enero".

OCHO AÑOS JUBILADO

En el ambulatorio de Gros recibe a este periódico Mikel Azkue, médico de 72 años, jubilado hace ocho y que esta misma semana se ha reincorporado a Osakidetza. En la séptima planta del ambulatorio, además de él, se encuentran otros tres médicos, también jubilados y que están, básicamente, tramitando bajas de pacientes. Una labor burocrática, pero que quita "mucho trabajo" a los médicos en activo para tratar a sus pacientes en la atención primaria.

"Lo primero que pregunté fue por qué han pedido médicos jubilados y no hay más médicos contratados, y me dijeron que no hay ninguno que cumpla los requisitos de tener el MIR y estar colegiado en Gipuzkoa", explica Mikel Azkue: "Hicieron un llamamiento ya el año pasado y ahora otra vez porque están absolutamente saturados de cosas que podemos solventar nosotros como es gestionar las bajas, saber si el paciente tiene las analíticas hechas, etc. Desde el centro de salud nos pasan listados de gente, entramos en su historial, gestionamos la baja y se la mandamos por SMS. Contacto con el paciente no tenemos". En una mañana cada médico puede gestionar "alrededor de 100 bajas".

Este médico donostiarra tenía claro que iba a "echar una mano": "He sido muy afortunado de disfrutar de mi trabajo durante años y me parecía que debíamos algo a esta sociedad. Estoy bien y tengo tiempo". Y es que reconoce que "es un momento sanitario difícil": "Y si no fuera por las vacunas, esto sería una hecatombe, habría muchas muertes. Y las cifras que salen necesitan más contexto. Cuando se dice que seis de cada diez pacientes en la UCI no están vacunados, hay que añadir que esos seis además representan solo al 10% de la población, porque el 90% ya estamos vacunados".

Mikel Azkue, que ha trabajado toda su vida en atención primaria, "en Bidania, Ordizia, Elgoibar, El Antiguo e Intxaurrondo", en este último centro de salud durante 25 años, reconoce que vivió con "sorpresa y desconocimiento" la llegada de la pandemia: "Cuando se vio lo que pasaba en Italia ya vimos que era gordo. Pero al principio el desconocimiento era total. Incluso ahora sigue habiendo lagunas. Los médicos, salvo los virólogos y epidemiólogos, no sabíamos nada. No ha habido nunca una epidemia gorda con un virus que se contagie tan fácil. Estábamos en fuera de juego, también los médicos. Me preguntaban y yo decía: No tengo ni idea".

El médico donostiarra, convencido "militante de la medicina pública" y que en principio estará ayudando "hasta el 3 de febrero, aunque dependerá de si baja la intensidad de la ola", ha dedicado buena parte de su tiempo libre desde la jubilación a cuestiones solidarias: "Colaboro aquí con Zaporeak y he estado en Lesbos y en otros lugares donde están los refugiados. Siempre pienso que tenemos suerte de haber nacido aquí y no en otro lugar".