Rosa está implicada en Radars desde su comienzo en 2008. Es una red donde trabajan conjuntamente vecinos, comercios, farmacias, voluntarios, entidades y equipamientos. Todos con una mirada sensible que atienden la dinámica diaria de los mayores de su entorno y que, si detectan algún cambio, se ponen en contacto con los centros sociales y de salud del barrio. Además, para paliar el sentimiento de soledad tienen un seguimiento telefónico periódico y establecen una relación de confianza que es un primer paso para promover su vinculación con la comunidad.

Radars ya está muy arraigado.

—Sí va para adelante, empezamos en 2008, y ya se ha extendido por 54 barrios de Barcelona, con el detalle de que en este tiempo hemos sufrido tres cambios políticos en la alcaldía super importantes.

Eso significa que los mayores importan a los políticos.

—No solo no lo han abandonado, lo han respetado y, además, lo han propiciado.

Las ciudades grandes son más agresivas con los mayores solos.

—Sí. Cuando empezamos me daban toques en la espalda de incredulidad diciéndome, una cosa es que tú quieras hacer cosas para las personas mayores y otra es que pretendas que los vecinos y fuerzas vivas del barrio se impliquen en ayudar. Se equivocaban. Realmente ha funcionado y la gente responde.

¿Cuánto se tarda en crear una de estas redes solidarias de barrio?

—Afortunadamente no hay un estandar. Depende de cada barrio, de su orografía y accesibilidad, que facilitan o no los encuentros. Depende del tejido social previo con el que cuentes en la zona y no importa empezar siendo dos los componentes de la red, después otros se van incorporando.

¿Es exportable el ejemplo de Barcelona a Bilbao?

Sin problemas, se adapta perfectamente a cada territorio, es muy versátil, es la gracia. Y tiene que ser así porque ha de coger la plasticidad de la ciudad a partir de todos los indicadores que existen.

Tienen una especie de franquicia con la firma de convenios

—En 14 ciudades de Cataluña y del resto del Estado, y después ha inspirado a otras muchas que finalmente, por temas burocráticos no hemos acabado conveniando Radars con su nombre, pero no importa. Madrid tiene un programa llamado Ciudad de los Cuidados y en todos las jornadas que realizan lo reconocen como Radars, y aquí al lado están trabajando en ello.

¿Dónde?

—En Santurtzi, hace tres años estuve aquí ya que quería desarrollar un proyecto igual y creo que siguen con ello con el nombre de Vigías. Lo importante no es el nombre sino que tenga la misma esencia.

En su ponencia ha diferenciado el envejecimiento activo y productivo, ¿por qué?

Es un salto importante. Hasta hace poco los mayores vivían con sus familias en el mejor de los casos y ya está. Después se incorporó el concepto de envejecimiento activo, que fue un salto cualitativo, que aún tiene mucho recorrido, pero que quizás se no ha ido un poco de las manos. Hemos generado infinidad de actividades desde diferentes equipamientos. Ese hacer es importante, pero no deja de ser un consumo más de actividades que algunas reportan y otras no.

¿Entonces?

—A partir de ahora tiene que haber un envejecimiento productivo donde los mayores no solo hacen cosas sino que también aporten y sean. Poner en valor lo que son y lo que tienen capacidad para hacer, eso es distinto y mejor.

Como los que se han integrado en las redes comunitarias ayudando a otros mayores.

—Sin duda, un 40% de ellos han pasado de ser receptor del programa a integrarse en el mismo como agente activo.