"He visto partir a todo el mundo; yo también quiero marchar". La ansiedad se adueña de una joven maliense que se aferra a su mochila azul y se sacude la tensión mirando una y otra vez al móvil. Otros compatriotas parecen ensimismados. Forman parte de la treintena de migrantes que deambulaba por el centro de Irun a la espera de cruzar la muga. "Lo intentaremos las veces que haga falta porque en Irun no hacemos nada", confiesan.

En sus rostros se adivina el cansancio. Entre el grupo hay tres menores. Matan el tiempo jugando en la céntrica plaza junto a sus madres, que no pueden ocultar su preocupación porque no acaban de ver claro cómo llegar hasta Baiona. Hay tres mujeres que van y vienen.

El resto son jóvenes varones como Hamed Sylla. "Es la primera vez que voy a intentar pasar la frontera hacia Francia, donde me esperan", cuenta este maliense de 27 años que llegó a Irun hace unos días. "Sé que la situación está muy complicada pero lo tengo que hacer", insiste el joven, protegido con mascarilla y gorro de lana.

Desde que comenzara noviembre ha vuelto la presión migratoria al paso fronterizo. La Red de Acogida de Irun (IHS) denuncia que se ha duplicado el número de personas de origen subsahariano en la localidad. Se calcula que alcanzan la ciudad fronteriza entre 25 y 30 migrantes al día, que acuden en primera instancia al centro de atención humanitaria de Cruz Roja.

Una vez que abandonan el recurso, muchos acuden a la plaza San Juan, donde Irungo Harrera Sarea les ofrece información a la espera de que llegue su oportunidad. "Son personas libres que pueden hacer lo que quieran, aunque sus posibilidades son cada vez más escasas", lamenta Josune Mendigutxia, voluntaria de la red de apoyo.

Controles policiales

Los controles policiales son constantes, como puede apreciarse casi a diario en el Puente de Santiago, "esa otra valla de la crisis migratoria" del Estado con el país galo. El endurecimiento de la vigilancia de los puntos de tránsito regulares entre Irun y Hendaia está generando "ansiedad, desesperación y estrés", lo que obliga a muchos jóvenes a buscar rutas en las que sus vidas vuelven a correr un serio peligro.

A este lado de la muga también pueden verse controles de la Guardia Civil. El cierre fronterizo es cada vez es más efectivo pero afecta principalmente a personas negras o de supuesta procedencia norteafricana. Este periódico pudo comprobarlo pasando a uno y otro lado sin ningún problema. No es el caso de Makhtar. "Lo he intentado dos veces pero me han devuelto", dice el joven senegalés, que llegó a España hace nueve meses.

Acaba de llegar a Irun, como buena parte de los migrantes que le acompañan. A Makhtar le ha sido denegada la solicitud de asilo y protección. "He preguntado el motivo pero no he recibido respuesta, y aquí en Irun no hago nada. Debo ir hacia Francia como sea", revela este joven de 24 años. "Sé que hay controles pero hay que arriesgarse. Muchos amigos lo han conseguido y están ahora en Francia. He podido hablar con ellos por teléfono. Algunos están en proceso de demanda de asilo y otros trabajando. Ese es mi objetivo", aclara.

El bloqueo en la frontera provoca que cada vez más jóvenes acaben en manos de las mafias. Los arrestos de la Guardia Civil por delitos contra los derechos de los ciudadanos extranjeros se suceden. El último tuvo lugar cuando fue arrestado un hombre que trataba de introducir a seis personas migrantes en Iparralde, entre ellas, cuatro menores.

"Hemos tenido jornadas en las que hemos tenido aquí 50 chavales colapsados. No sabemos qué ha sido de ellos, pero seguro que alguno lo intentó también por el río o de cualquier otro modo", aseguran desde la red de apoyo.

Decisiones arriesgas

La plataforma alerta de que estas personas tratan de cruzar la frontera adoptando decisiones cada vez más arriesgadas. "Nos consta que sigue pasando gente por el río", asegura Jon Aranguren, integrante de la red de apoyo.

Makhtar no es de los que han intentado cruzar a nado. Dice el joven que no quiere tomar ese riesgo porque sabe que tres migrantes han fallecido en los últimos meses. El último fue Abdoulaye Koulibaly, el joven de 18 años de Guinea Conakry que perdió la vida en el Bidasoa el pasado 8 de agosto. La plataforma reclama "la desaparición de los controles migratorios ilegales disfrazados bajo una supuesta seguridad nacional que el Estado francés manifiesta a la hora de renovar los controles internos en territorio Schengen".

Demanda a las instituciones vascas que "no se escuden en el no cumplimiento de requisitos" al hacer uso de los recursos de acogida. Los integrantes de la red de apoyo reclaman que estas personas puedan permanecer más de tres noches en el albergue para evitar que "mientras dure este bloqueo fronterizo ninguna persona migrante se vea obligada a dormir en la calle o a arriesgar su vida" intentando cruzar la frontera.

"No queremos más muertos en el Bidasoa. Tampoco queremos oír lamentaciones. Y no son aceptables las excusas y comentarios que por parte de las instituciones hemos escuchado en los casos anteriores", han indicado en un comunicado.