Necesitan pasar página pero no pueden hacerlo "hasta leer la última letra", y saben con certeza que la lectura de su relato de vida apenas ha comenzado. A Enrique Pérez Guerra y Emiliano Álvarez Delgado les sigue doliendo su adolescencia, hecha añicos por unos abusos sexuales a manos de la Iglesia cuyas secuelas perduran. "Me abordó. No estaba acostumbrado a decir que no, rememora Pérez Guerra. Delgado recuerda todo aquello como "un nido de pederastas".

El pasado mes de abril, por primera vez, la Iglesia católica reconoció 220 casos de abuso a menores desde el año 2001. Las iniciativas para denunciar estos hechos en las instituciones religiosas del Estado han sido muy escasas y nunca se han hecho investigaciones a fondo sobre la victimización para poder repararla adecuadamente. Es una de las conclusiones del estudio presentado en Donostia. Se trata de la investigación más ambiciosa de las realizadas hasta ahora en el Estado, de la que dieron cuenta Josep María Tamarit, de la Universidad Abierta de Catalunya (UOC); Noemí Pereda, de la Universidad de Barcelona (UB), y Gema Varona, de la UUPV/EHU.

Con 12 años y una autoestima por los suelos, Pérez Guerra creía haber encontrado en la pubertad su vocación misionera. Conoció a un sacerdote de Zaragoza de mucho prestigio, el padre Javier, que le dijo que acudiera aquella tarde a la celda del confesionario. "Ahí empezó una relación totalmente destructiva. No tenía ningún interés por mi vocación, pero sí por mi cuerpo". El infierno que vivió este hombre de 65 años es la historia de unos abusos cometidos por clérigos plenamente conscientes de la extrema vulnerabilidad de sus víctimas y la inexistencia de un contexto protector. Aquello les permitía asegurarse la impunidad. La vocación de Pérez Guerra, claro está, se fue al garete. "El curso lo suspendí; me infligía autolesiones, quemaduras, punciones. Tenía un miedo atroz. Me veía como el pecador hundiéndome en el infierno".

Los abusos se prolongaron hasta que una tarde les sorprendió un seminarista. "Yo estaba desnudo y entregado al placer del cura que abusaba de mí". Poco después cambiaron de destino al sacerdote sin que nada trascendiera. "Mi padre se murió sin saberlo, y con mi madre esperé demasiado y cuando se lo quise contar tenía demencia senil".

Emiliano Álvarez Delgado (54 años) estudió en el Seminario San José de la Bañeza, donde hace cuatro años trascendió el primer escándalo sobre pederastia investigado por la Santa Sede en Castilla y León. "Aquello era un nido de pederastas, tenemos constancia de al menos 400 casos. Cuando estábamos en la cama dormidos nos hacían felaciones. Era terror. Por el día te castigaban con palizas brutales y durante la noche abusaban de ti". Asegura que no ha dispuesto de ayuda psicológica y que hace dos meses tuvo "un bajón importante. Sigo con antidepresivos. Los abusos sexuales fueron un infierno".

30-40%

La mayoría de los abusados fueron "niños" con episodios "que se produjeron en más de una ocasión durante largos periodos de tiempo" y de carácter grave, señala la investigación. De hecho, entre un 30 y un 40% fueron con penetración, por lo tanto "esa falsa creencia" de que estos abusos fueron "menos graves no es cierta", subrayó la profesora de la Universidad de Barcelona, Noemí Pereda.

60

La doctora del Instituto Vasco de Criminología Gemma Varona recordó que ante las peticiones de la UPV/EHU para la apertura de los archivos eclesiásticos, "la Iglesia ha contestado con el silencio" aunque agradeció a quienes "se han salido del guión" y han colaborado. La UPV/EHU ha conseguido unos 60 testimonios de víctimas en Euskadi, insatisfechas con la falta de respuesta de las autoridades eclesiásticas y con la ofrecida por las instituciones públicas y la sociedad.

220

Las denuncias se producen en la edad adulta, pero la mayoría no lo hace por lo que los 220 casos admitidos por las autoridades eclesiásticas serán "muchos más", dijo Pereda.