El plasma convaleciente donado por pacientes recuperados ha demostrado su utilidad en algunas otras crisis sanitarias.

—Es un tratamiento que siempre se plantea cuando aparece alguna crisis infecciosa sanitaria. Nosotros, de hecho, lo habíamos usado en su momento en algunos casos graves de la gripe A. Es de sentido común. Si uno se infecta, se recupera y crea anticuerpos como una defensa contra la infección, puede ayudar a recuperar un paciente que todavía no los ha desarrollado. Es la razón de la gammaglobulina antitetánica o la gammaglobulina antihepatitis B. En otras infecciones también existen gammaglobulinas farmacéuticas para defenderse en los primeros momentos de una infección.

El plasma de supervivientes del ébola demostró también su eficacia con ese virus tan letal.

—Sí, a nivel estatal y europeo también obtuvimos plasma de los, afortunadamente, pocos pacientes con ébola que hubo en el continente. Pero como esta pandemia de coronavirus ha adquirido tales proporciones, el riesgo al que está sometida toda la población es mucho mayor. Por eso Europa actuó desde el principio y decidió explorar esta posibilidad porque no podemos desperdiciar esta opción terapéutica.

Es llamativo que en 16 meses haya varias marcas de vacunas contra el covid, y, sin embargo, no exista todavía un tratamiento específico para la enfermedad.

—Los virus son así. Esto realmente es inmunidad pasiva. Son anticuerpos que ha desarrollado una persona contra ese virus, que somos capaces de recoger, mantener e incluso concentrar y enriquecer para tratar a otros. En este sentido, es un medicamento un poco especial. Es una herramienta que no debemos desechar de entrada porque es una posibilidad importante para curar a algunos enfermos.

¿Y si no sirviera?

—En cualquier caso, es una buena inversión porque independientemente de la evolución de la pandemia y de sus necesidades, nos genera una mayor captación de donantes, más obtención de plasma que se va a traducir en un mayor número de productos derivados del plasma. Y nunca se va desechar ese plasma donado.

¿En qué se va a emplear?

—El plasma es un producto estratégico para la sanidad de cualquier país. Se va a poder utilizar con otros pacientes para hacer inmunoglobulinas específicas contra el covid o para fabricar otros medicamentos para enfermedades, por ejemplo, autoinmunes. De hecho, cada año crece un 10% su uso. Y, por eso, una de las prioridades más importantes del Centro vasco de Transfusiones es conseguir en los próximos cinco años 30.000 donaciones específicas de plasma para afrontar las necesidades de este tipo de nuevos tratamientos.

Hay algún estudio reciente en Reino Unido, 'Recovery', que, sin embargo, no ve evidencias científicas en el uso del plasma sanguíneo para tratar el coronavirus.

—Desde luego no ha sido la panacea contra el coronavirus. Pero ahora se está intentando determinar un nicho concreto de pacientes en el que este tipo de suero puede ser muy útil. Pacientes con inmunodeficiencias, pacientes con ciertas enfermedades crónicas que les impiden hacer una recuperación inmunológica adecuada. Y puede ser muy eficaz en personas en los primeros estadíos de la enfermedad. En algunos casos ya se está viendo que hay una disminución significativa de la mortalidad.

¿Han identificado ya a los pacientes que podrían beneficiarse más de estas investigaciones?

—Tenemos pendiente determinar qué grupo de pacientes se pueden beneficiar más. Eso es lo que nos toca matizar con los diferentes estudios que estamos llevando a cabo. No parece, evidentemente, que sea útil en pacientes con ventilación mecánica o con una neumonía bilateral muy desarrollada. Es decir, no parece correcto para alguien ingresado en cuidados críticos. Pero seguro que para muchos puede funcionar. Lo que no se puede hacer es que teniendo una fuente tan cercana y relativamente fácil de utilizar, no pongamos en marcha este recurso.

O sea, se utilizará más en personas con cuadros moderados de covid que con cuadros graves.

—Ahora mismo, según los ensayos clínicos, la indicación más adecuada es para los primeros días de la sintomatología. Mejor tres días que seis. Y en pacientes, por ejemplo, con enfermedades crónicas. Evidentemente no vamos a utilizarlo en un joven sano de 20 años, pero con una persona hipertensa o cardiópata de 60 años, puede tener grandes ventajas. Y puede ser la salvación para un enfermo inmunodeprimido que no es capaz de producir anticuerpos, o para pacientes con ciertos riesgos.

El Centro de Transfusiones lleva ya tiempo explorando esta alternativa del plasma.

—Empezamos casi al principio de la pandemia, pero luego la UE, al ver que era una posibilidad de tratamiento, quiso garantizar que estuviera disponible para los ciudadanos europeos y hubo una convocatoria para estimular la donación de plasma covid y su financiación. Había un presupuesto importante y a todos los países nos dieron la posibilidad de hacerlo por vía de emergencia. Al final, nosotros hemos acabado liderando y coordinando la investigación de la zona norte de España, con Catalunya, Baleares, Aragón, La Rioja, Castilla y León, Navarra, Asturias, Cantabria, Galicia y Euskadi.

Y les dieron la subvención.

—Nos concedieron cerca de tres millones para financiar y obtener este tipo de plasma y eso hacemos. El objetivo no era solamente conseguir plasma de paciente convaleciente para utilizar en infectados. Porque si no se necesita para esas situaciones, va dirigido también a obtener inmunoglobulinas específicas contra el covid. O como fuente de otro tipo de medicamentos derivados del plasma que son muy necesarios.

"El plasma es un producto estratégico para la sanidad de cualquier país y nunca se va a desaprovechar"

"Es un tratamiento que siempre se plantea cuando aparece alguna crisis sanitaria infecciosa"

"La indicación es, ahora mismo, en los primeros días de sintomatología y para pacientes muy concretos"