UNQUE el beneficio comunitario del uso individual de la mascarilla sea más que evidente, con el decaimiento del estado de alarma y el incremento acelerado de la vacunación comienzan ya a oírse las voces que cada vez con más intensidad reclaman que al igual que se están eliminando otras restricciones, se reduzca e incluso se elimine totalmente el uso obligatorio de la mascarilla.

Entre los primeros en plantear esta demanda sobre el tapete se encuentra el presidente de la Xunta de Galicia, Alberto Núñez Feijóo, que ha fijado el verano, julio o agosto, como fecha idónea para que en los espacios abiertos la mascarilla no sea obligatoria; en su opinión un paso más hacia la ansiada normalidad. En este camino transitan ya países como Israel o EE.UU., cuya inmunización ha avanzado a marchas forzadas.

La propia ministra de Sanidad del Gobierno español, Carolina Darias, ha reconocido que este es un asunto que ya se está debatiendo con las comunidades y que será el Consejo Interterritorial de Salud -en el que todas ellas están representadas- el que tome la decisión en base a los informes de los expertos.

Los expertos, en contra

Sin embargo, la mayoría de los expertos, epidemiólogos y médicos consultados por DEIA consideran que esta posibilidad no sería factible por lo menos antes de septiembre. El epidemiólogo Daniel López-Acuña, exasesor de la OMS, considera que en este momento no es un debate razonable. “Es prematuro y además podría resultar del todo irresponsable. No debemos ni siquiera contemplarlo cuando la incidencia de la pandemia es todavía muy alta en buena parte de las comunidades autónomas y cuando el porcentaje de población vacunada con pauta completa es todavía muy reducido (15%)”, añade.

López-Acuña reconoce no entender la obsesión que se tiene desde algunos ámbitos por querer “desconfigurar prematuramente una de las medidas más eficaces y menos onerosas para la protección que logramos con ella y que, además, resulta fundamental para atajar la transmisión de un virus que se transmite por aerosoles”. “Debemos de evitar a toda costa ofrecer mensajes de prematuro optimismo cuando hay comunidades, como la del País Vasco, que se encuentran todavía en situación de alerta roja. No podemos bajar la guardia y transmitir la idea, bien sea por salvar el turismo o la hostelería, de que esto está vencido, porque la situación se puede volver en nuestra contra”, resume.

Protección

Considera que toda la sociedad debe de entender con claridad que haber sido vacunado no significa poder descontinuar que no son solo individuales, sino colectivas. “No hay atajos y no debiéramos quemar etapas anticipadamente”. Además, sostiene que en hospitales, transporte público y residencias geriátricas, entre otros espacios públicos, habrá que seguir utilizándolas.

En una línea muy similar se expresa el doctor Alejandro Fernández Moreno, médico de trabajo de la Clínica Universitaria de Navarra, quien se manifiesta contundente al señalar que en centros sanitarios la mascarilla ha llegado para quedarse. “Podemos plantearnos liberar el uso de la mascarilla dentro de unos meses, pero no en espacios cerrados. Ya hay estudios que señalan que durante estos meses pandémicos, en los centros hospitalarios la mascarilla y el frecuente lavado de manos han reducido de forma considerable las enfermedades nosocomiales”.

Con la mascarilla, añade Fernández Moreno, “sucederá como hace un siglo con el lavado de manos para las cirugías, que hicieron descender las muertes de forma extraordinaria. Ahora, a ningún profesional se lo ocurriría entrar en un quirófano sin estar perfectamente esterilizado. Pues con las mascarillas sucederá lo mismo”, recalca este médico. En todo caso, se muestra prudente sobre dejar de usarla también en espacios abiertos en verano.

López-Acuña va más allá y señala, “que como muy pronto sería en septiembre, aunque tampoco pienso que tendríamos que dejar de usarla en todos los casos”, se sincera. “Además, recordemos que las personas vacunadas sí están protegidas contra la severidad de la enfermedad, el riesgo de hospitalización y de fallecimiento, pero pueden contagiar y por ello deberían seguir poniendo en práctica medidas como el uso de la mascarilla”, añade el epidemiólogo en plena coincidencia con el experto de la Clínica de Navarra.

Para este epidemiólogo solo se podrá plantear dejar de usar la mascarilla cuando la incidencia acumulada de 14 días sea inferior a 25 por cien mil y cuando se haya vacunado al 70% de la población. Y debería mantenerse su uso en la temporada invernal de gripe estacional. “Ahora, aunque muchos lo pidan, no debe suprimirse. Gracias a su uso el pasado invierno hemos tenido una incidencia residual de gripe estacional”.

En este mismo sentido, el doctor Fernández Moreno señala que “está perfectamente demostrado que el uso de las mascarillas ha sido y sigue siendo la medida de mayor eficacia para evitar el contagio por covid”, recalca. “Puede estar extendiéndose un anhelo social que esté animando a la población a querer abandonarla, pero debe analizarse el riesgo-beneficio que suponga quitárnosla antes o esperar unos meses más. Si me pregunta si ahora es el momento idóneo de echar a volar las mascarillas, incluso en espacios abiertos, diría que no. En los meses de verano el riesgo de contagios en los exteriores se reduce hasta un 30%. Tendremos que ver cómo estaremos para tomar la decisión de no usarla, incluso en el exterior”, explica didácticamente.

El experto en Medicina del Trabajo cree que es aventurada la relajación total de las mascarillas entre la población. “Si continúa como hasta ahora el buen ritmo de las vacunaciones vamos en una buena situación; pero todo esto dependerá de que las inmunizaciones sigan creciendo en el Estado y no se paralicen por las vacaciones del personal sanitario, de las personas que deben de vacunarse o porque, como en meses anteriores, corten el suministro de vacunas”.

Esta será, en su opinión, la clave para que en verano se pueda llegar a una inmunidad suficiente de grupo, “que nos permita relajar el uso de las mascarillas en los exteriores, y tal vez en algunos lugares interiores”, apunta el experto de la Clínica Universitaria de Navarra.

Desescalada

En términos parecidos se manifiesta Begoña Díez, microbióloga de la Universidad del País Vasco (UPV/EHU). Para ella, lo coherente para eliminar el uso de la mascarilla sería realizar “una desescalada escalonada, como lo hemos hecho con otras medidas de prevención. El uso de la mascarilla ha sido la medida más eficaz de control de la pandemia antes y durante la vacunación; por eso pienso que debemos liberar su uso de forma prudente tras analizar el impacto de cada actuación; lo menos arriesgado por ahora es relajar su uso solo en exteriores”.

Sin embargo, la experta en Microbiología también sostiene que la situación epidemiológica que puede ser diferente en cada país o comunidad, es un factor definitivo a tener en cuenta. “No sería adecuado eliminar su uso si la incidencia acumulada fuera superior a 150/100.000 y no muestra una tendencia a la baja o si la población vacunada fuera menos del 50%. Pero si el ritmo de vacunación sigue como hasta ahora, a mediados de julio podríamos estar en situación óptima de plantearlo”, explica Díez.

En cualquier caso, para esta microbióloga de la UPV/EHU, el abandono del uso de mascarillas, al igual que el de otras medidas preventivas, no es algo “que debamos abordar de forma individual, sino esperar a que las autoridades sanitarias den luz verde a esta nueva mejora de nuestra forma de vida comunitaria”, sentencia.

“Su uso ha sido la medida más eficaz de control de la pandemia antes y durante la vacunación ”

Microbióloga de la UPV/EHU

“En los hospitales y otros centros públicos la mascarilla ha llegado para quedarse”

Clínica Universitaria de Navarra

“Creo que tampoco en septiembre debiéramos dejar de usar la mascarilla en el exterior”

Epidemiólogo, exasesor de la OMS