Lleva décadas tratando a menores víctimas de malos tratos, entre ellos, a Janire Goizalde, cuya historia de superación se recoge en el libro Una nueva vida florece, junto a su aportación y la de la psicóloga Cristina Herce y la psiquiatra Carmen Ortiz de Zárate.Dice que Janire arrastra “heridas psíquicas profundas” por el trauma que sufrió en su infancia.

—Los tres primeros años de vida son los más importantes. Si en esa etapa la persona que te tiene que querer y proteger te maltrata, eso produce alteraciones en el desarrollo del sistema nervioso.

¿Qué secuelas puede provocar?

—Afecta a la capacidad de regularse emocionalmente, de controlar los impulsos, de confiar en las personas, de mantener la atención, de sentirse seguro, de mantener un equilibrio en el estado de ánimo y también perjudica las relaciones interpersonales porque se inhiben de ellas o se pueden volver indiscriminados. Todo el desarrollo se ve repercutido por ese trauma.

¿Son imprescindibles los tratamientos farmacológicos?

—En contra de lo que la gente pudiera pensar, cuando hay una razón de ser para tomarlos ayudan muchísimo. No son la solución, pero son un medio muy importante para que los chicos y chicas puedan tener una mayor estabilidad y regulación que nos permita que las terapias y las intervenciones educativas vayan dando su fruto.

Terapias, medicación... El camino para reparar ese daño no es fácil. ¿Cómo se trata a estos menores?

—Es posible hacer un camino de resiliencia, pero ningún profesional va a poder ayudar por sí solo a una persona con un trauma tan complejo. Debe ser una red formada por psicólogos, psiquiatras, profesores y, por supuesto, la familia, que es la base sobre la que tenemos que sustentar la intervención. Es muy importante que una persona coordine toda la intervención.

¿Qué papel debe jugar el colegio?

—Muchas veces por el ritmo que llevan o la cantidad de alumnos que tienen se ven desbordados, pero hacen falta colegios más sensibles a los traumas. Hay que analizar por qué un chico o una chica da problemas de estas características, entender que hay un sufrimiento y empatizar. Sancionar, criticar o expulsar son medidas puramente conductuales que no ayudan en nada a quienes han sufrido un trauma.

¿Qué medidas se podrían implantar para paliar estas carencias?

—Creo que con la Ley Rhodes, y la nueva figura del coordinador de bienestar de los alumnos que se va a poner, en las escuelas entenderán que sus vidas personales y las cosas que les pasan, sobre todo cuando son graves, influyen en su salud y eso puede traer un deterioro en el aprendizaje y las relaciones. Es muy importante que, desde el director del colegio hasta el último trabajador, tengan una sensibilidad especial hacia las personas que han sufrido y las ayuden a reflexionar sobre lo que les ocurre y no fijarse solo en si el comportamiento es positivo o negativo y aplicar unas consecuencias. Tenemos que ayudarlas entre todos a desarrollar herramientas para que sean capaces de solucionar sus problemas.

En definitiva, un abordaje integral.

—Se trata de poner muchos puntos de apoyo alrededor de estos jóvenes. En el caso de Janire ha sido capaz de hacer esta transformación positiva gracias a los puntos de apoyo que le hemos ido poniendo y que ha sabido aprovechar muy bien. La clave es una red afectiva y solidaria. Sin la solidaridad de toda la sociedad es muy difícil que estos chicos y chicas se puedan dar la vuelta.

Maltrato, violación, ‘bullying’... Janire ha sufrido lo indecible.

—Existe la idea equivocada de que ese tipo de cosas se pueden olvidar, superar, que es una cuestión de voluntad y no es así. El trauma se queda grabado en el cerebro y en el sistema nervioso y muchas veces, aunque no quieran, tienen una serie de reacciones, de lucha, de huida, de bloqueo. Mientras no las trabajes a fondo no pueden evolucionar positivamente. Solamente pueden sanar si se encuentran con esa red de personas sensibles, empáticas y que se pregunten que hay más allá de un comportamiento negativo.

¿En las familias adoptivas es más frecuente que haya menores con traumas en su mochila?

—No podemos generalizar, pero entre los que han sido adoptados a partir de los dos, tres o cuatro años, si se han dado estas condiciones de abandono, maltrato, negligencia o abuso, a veces sí es frecuente que sufran traumas que pueden interferir muy negativamente si no se trabajan de forma temprana.