Columna vertebral del sistema de salud, en tiempos del covid-19, las enfermeras se han dejado el alma, el corazón y la vida. Y aunque todos los homenajes se quedan cortos, en el Día Internacional de la Enfermería, hay que rendirles tributo porque si los cuidados fueran una hipoteca, la sociedad estaría pagando indefinidamente. Estas heroínas sin capa empiezan poniendo el muro de contención al virus en la Atención Primaria, y María Ángeles Fuente, supervisora de enfermería del Centro de Salud Landako-Durango, lo vive día a día. "Han sido unos meses agotadores a nivel físico, a nivel psicológico. Un gran estrés para todas nosotras que todavía seguimos padeciendo porque se ha ido sucediendo una ola tras otra. La situación es de mucha saturación física, mental. La gente está muy cansada. Llevamos mucho tiempo pendientes de los contagios y de la pandemia". A pesar de ser una profesional bregada, con muchos años de experiencia previa en los quirófanos de Mendaro y Galdakao, nunca había sufrido un tsunami como el que arrasó en la primera pasada con el sistema sanitario. "Rompió con nuestras agendas, con nuestro trabajo diario con los enfermos pluripatológicos. Ha sido una crisis sanitaria tremenda que obligó a resetearlo todo de la noche a la mañana".

Trabajando con uñas y dientes y poniendo en riesgo su salud, las enfermeras son las heroínas anónimas de uno de los desafíos más grandes que ha enfrentado el mundo. Se han dejado la piel. Y algunas, la vida. A mediados de marzo de 2020 falleció Encarni, una enfermera de 52 años de Osakidetza que se convirtió en la primera sanitaria cuya vida se cobró el virus. Nadie estaba preparado para ese golpe. "Ha sido un año muy complicado para todos los sanitarios, particularmente para la enfermería. Llevamos catorce meses de lucha incansable. Ha habido momentos de menos presión, pero han durado poco porque se han ido concatenando las olas", confiesa Irantzu Elortegui, que asumió la supervisión de Trauma y Cirugía Vascular en el hospital de Galdakao cuando sobrevino la pandemia de covid-19. "El hospital se tuvo que reconvertir. Decidió restringir las visitas para contener los contagios y fue una decisión muy difícil", revela.

"Cuidamos lo humano"

Porque las enfermeras no solo brindaron cuidados físicos, también atendieron a sus pacientes a nivel psicosocial y espiritual, y estos nunca estuvieron solos. "Llegando al final de la vida, enfermería siempre estuvo a pie de cama. Siempre trabajando para que los familiares se pudieran despedir. El servicio de Informática se implicó mucho, facilitando videollamadas con los seres queridos y se trabajó mucho en cuidar todo lo humano y lo personal", destaca Elortegui.

En cada turno se veían mujeres que intentaban no romperse aunque tuviesen miedo, compañeras que decían "ya no puedo más" y que al minuto estaban con el EPI pasillo arriba, pasillo abajo, con una energía y una profesionalidad que pone los pelos de punta. ¡Qué orgullo de profesión, qué orgullo de ser mujer y de pertenecer a ese gremio maravilloso! Por eso, cada una de ellas tiene una historia que contar porque entienden de esperanza y valor, alegría y desesperación, dolor y sufrimiento, de vida y de muerte.

La Atención Primaria ha sido, es y será el auténtico escudo contra el coronavirus. "Y con un gran hándicap y es que al principio no disponíamos de pruebas PCR y era imposible saber quién tenía covid. Nos llegaban con síntomas. Teníamos que hacer todo el seguimiento, venía gente con fatiga, y depende de cómo se le viera, se le derivaba al hospital". Pero aquello se alargó y se alargó en el tiempo y se convirtió en un trabajo inmenso y agotador.

"Cada mes, contacto de un caso"

Adaptándose a todas las situaciones, han comprobado cómo algunos ciudadanos no cumplían con las medidas de prevención. "Tenemos gente que hemos visto venir por aquí casi todos los meses. Que en su historia tienen registros de varios contactos positivos. Y es nuestra obligación pedirles una PCR o un test de antígenos... Pero hay gente que son contactos porque no han mantenido la distancia, porque no llevaban la mascarilla... y vienen regularmente al ser contacto estrecho de un caso positivo", especifica María Ángeles Fuente. "Y de todas las edades, no solo gente joven. Personas con mucha vida social. Gente de una media de 50 a 60 años que han celebrado comidas familiares, de amigos... No solo son los botellones, eso es lo que más trasciende, pero la gente se sigue reuniendo en las casas y algunas cuadrillas celebran encuentros", destaca Fuente, con cierto resquemor y mucho conocimiento de causa.

Catorce meses sin parar, requeridas para todo, según iba evolucionando la pandemia. "Del mismo equipo de Atención Primaria, tuvo que salir un equipo para covid. Luego, para el rastreo de positivos y de contactos. Más tarde, para la vacuna de la gripe, la vacunación del covid, para los programas de investigación del Carlos III también se llevaron dos enfermeras. Ha sido siempre una sensación de que no llegábamos. Es como si estiras una goma, y no sabes hasta dónde puede llegar", lamenta Fuente.

Y todo eso con mucho cansancio acumulado, sabiendo que no es ninguna película, aunque quieras ver ya el final. "Seguimos haciendo muchas pruebas y muchos test diagnósticos, y aunque se ha intentado ir poco a poco retomando a nuestros pacientes pluripatológicos, diabéticos, asmáticos, los de EPOC, nos cuesta mucho porque el 80% del trabajo se lo come el paciente covid." "Desde marzo hemos retomado las carteleras, evitando la masificación en las consultas. Hemos incorporado cada vez más pacientes y hacemos seguimientos, aunque no como nos gustaría", destaca.

"Las vacunas, la única salida"

Gladiadoras contra un virus que sigue dando guerra, son plenamente conscientes de que la batalla continúa. "En el Hospital de Galdakao mantenemos tres unidades de hospitalización abiertas. A nivel de ingresos en planta ha bajado un poco la presión, pero las unidades de críticos siguen con bastantes pacientes, sobre todo gente más joven, que coincide con las personas que no están vacunadas", resalta Irantzu Elortegui.

Porque ellas necesitan más que nadie el chute de optimismo que supone la inmunización y todas sus esperanzas las fían al volumen de vacunas "porque las que llegan las ponemos todas", comenta Fuente, esperando que finalmente se reciban el viernes las prometidas por Janssen. "Estamos dispuestas a trabajar tres turnos para poner vacunar y Janssen nos ayudaría muchísimo para completar la inmunización a domicilio", explica.

Siempre con la espada de Damocles de qué sucederá. "Tenemos un poco de miedo de lo que pueda ocurrir en julio y en agosto porque quizá aumenten los contagios con la movilidad. Además, en esos periodos vacacionales. con menos profesionales trabajando, puede haber rebrotes que saturen aún más los centros de salud", precisa Fuente.

"Impotencia y frustración"

No en vano, el domingo fue derogado el Estado de Alarma y ellas asistieron estupefactas a los botellones y a las fiestas improvisadas, como si el virus estuviera derrotado. "Sientes una impotencia total, y te preguntas si sirve todo el trabajo qué estamos haciendo. Parece que no encontramos el apoyo necesario por parte de la sociedad porque, al final, es un tema de responsabilidad individual. Vemos que se levanta el estado de alarma y algunos se comportan como si no existiera la pandemia. Y no es así porque las cifras cantan, los hospitales siguen saturados, las UCI llenas... y sentimos mucha frustración", señala Fuente, implorando que se mantengan las medidas de prevención.

Si hay una palabra que tampoco se les cae de la boca es la del trabajo en equipo y la del agradecimiento al resto de colegas. "Es muy importante agradecer a todos los compañeros sanitarios el esfuerzo realizado y seguir con esta fuerza y tesón. Eso incluye a médicos, técnicos, fisios, celadores, administrativos, personal de limpieza... Si esto ha salido adelante ha sido por un trabajo en equipo y porque todos hemos arrimado el hombro", destaca Elortegui, asegurando que solo han pretendido cuidar de las personas: "Es nuestra bandera". La sanitaria hace un llamamiento a mantener las medidas "porque, tal y como avanza el ritmo de vacunación, en unas semanas estaremos en un escenario distinto. Hay que pedir a la sociedad que aguante, que ya queda menos", subraya.

"Hemos estado y estamos a pie de cama en todas las circunstancias, y hasta el último aliento"

Enfermera Hospital de Galdakao

"Estamos muy cansadas. Es como si estirases una goma y no supieses nunca dónde va a llegar"

Enferm. Centro Landako-Durango