E han llamado "egoísta", no entienden que quiera perderse "la magia de la maternidad" y le advierten de que estará sola cuando sea mayor. Pero nada de eso ha hecho que, al menos, de momento, Irene de la Fuente cambie de opinión. "No quiero tener hijos porque me entregaría en cuerpo y alma a ellos y los educaría estupendamente bien, pero no es lo que deseo para mí misma y no sería feliz. Me llena mucho más poder ayudar a otras personas", explica esta vecina de Bilbao, de 29 años, que trabaja en una empresa de inserción laboral, aunque paradójicamente estudió Magisterio Infantil. "Los niños de otros me encantan, jugar con ellos y descubrir su mundo de imaginación, pero cuando llego a mi casa no quiero ni medio", confiesa.

Irene no es una rara avis. Según una encuesta on line realizada por el Observatorio Vasco de la Juventud el pasado otoño, el porcentaje de jóvenes de 15 a 29 años que no tienen descendencia pero desean tenerla en el futuro ha descendido del 84,7 al 67,6% en los últimos cinco años. Es decir, que de los más de 6.000 jóvenes sondeados, uno de cada tres no ansía ser padre o madre o no tiene una idea al respecto.

Irene basa su decisión de no tener prole en su "forma de vivir la vida" y procurarse "un autocuidado" más allá de las expectativas de algunas personas de su entorno, que "se entristecieron mucho" al saber que no pensaba ampliar la familia. "Les dije que no estaban pensando en mi felicidad, sino en la suya", explica.

También tiene respuesta para las amistades que no comprenden por qué no quiere experimentar "la magia de la maternidad, el proceso de dar vida, la función principal de una mujer... Yo no quiero ser mujer si esa es mi función principal. Para mí esa magia es una cadena que me impedirá ver, conocer y experimentar muchísimas cosas", rebate esta joven, a la que tampoco le convence el argumento de que se quedará sola cuando envejezca. "No parece una razón para tener hijos. ¿Tenerlos para que me cuiden? ¿Para que se ocupen de mí? Yo quiero ser autónoma e independiente", zanja.

"Desean disfrutar de su libertad"

Al margen de la filosofía de vida de Irene, en el Observatorio Vasco de la Juventud consideran que "la precariedad y la inestabilidad laboral" son "decisivas" para explicar el paulatino descenso de jóvenes que quieren mecer cunas y cambiar pañales. "Hace años conseguir un empleo conllevaba en muchos casos la posibilidad de seguir en el mismo, con más o menos ingresos, pero con la seguridad de tener unos ingresos fijos con los que poder hacer planes más o menos ambiciosos, de acuerdo a las posibilidades de cada uno. Hoy en día, en cambio, la inestabilidad es la tónica dominante", expone Miren Bilbao, técnico del Observatorio Vasco de la Juventud, quien añade que "no es lo mismo tener un trabajo temporal en un mercado de amplio empleo -en el que perder o dejar un trabajo supone acceder rápidamente a otro- que en un mercado en el que la pérdida del empleo conlleva un tiempo, esfuerzo y el desgaste económico y emocional de no encontrar otro".

A estos factores, señala, habría que sumar otros como los bajos salarios, la carestía de la vivienda para poder emanciparse o el cambio cultural. "La maternidad y la paternidad no son vistas ya como algo necesario para realizarse como persona. No es una condición vital necesaria, tal y como se vivía no hace tanto. Además, la juventud desea disfrutar de su ocio y libertad antes de hacerse cargo de la responsabilidad de tener un hijo o hija", explica Bilbao, quien destaca que esta decisión "suele ser muy meditada, más que en generaciones anteriores realmente. Y no es un fenómeno exclusivo de la juventud vasca, toda la juventud europea vive la misma situación", apunta.

¿Ser PADRE? "Sí, pero con dudas"

A Josu, 21 años, la pregunta de si le gustaría ser padre le sorprende, ensimismado en su móvil, sentado frente a la estación de autobuses Bilbao Intermodal. "Actualmente no, sobre todo, porque para los jóvenes conseguir una estabilidad económica y los recursos para tener una casa es bastante difícil. Igual cuando la tenga me lo podría plantear, pero de momento, no", insiste.

En lo que para muchos veinteañeros supone un ejercicio de ciencia ficción, se le invita a situarse en un escenario idílico, con un trabajo estable y una nómina aceptable, y se le repregunta si, ahora sí que sí, querría tener hijos, pero ni por esas sale a relucir el instinto paternal. "Me gustaría, pero tampoco lo tengo muy claro. No sabría qué decirte... Sí, pero con dudas", contesta. Entre sus amigos, dice, "hay de todo". "La mayoría yo creo que sí quieren tener hijos, pero tampoco tres o cuatro como antes. Como mucho, uno o dos", detalla dejando claro que para su generación tener más que la parejita, sea del sexo que sea, es multitud.

"Igual no puedo por el dinero"

A pesar de su corta edad, cuatro quinceañeras, que charlan sentadas en unas escaleras de la Avenida del Ferrocarril, tienen bastante claro si el día de mañana quieren ser madres o no, aunque ya se sabe que de lo dicho en la adolescencia al hecho hay bastante más que un trecho. "Yo no quiero tener hijos por el dolor. Además, no me gustan los niños", argumenta una, mientras que a otra ahora mismo le "da un montón de pereza pensar en cuidar a unos niños", aunque igual se anima a "tener un hijo, pero más de uno, no", aclara. Y no solo por el esfuerzo que le supondría criarlos, sino también porque "ahora va a haber un montón de crisis e igual encontrar trabajo va a ser más difícil".

Otra de las amigas dice que le gustaría "tener dos hijos: un chico y una chica", mientras que la cuarta desearía tener al menos tres. "Cuando llegue el momento igual no puedo por el dinero, pero no quiero que sea hijo único. Quiero que tenga hermanos, como he tenido yo, que somos tres", explica. En lo que coinciden todas es en que "un hijo supone bien de dinero". "Muchísimo dinero, el colegio y así... Muchos gastos, muchos gastos", concluye la que, de dar a luz algún día, solo piensa hacerlo una vez.

"No se atreven a verbalizarlo"

Dice Irene, a las puertas de cumplir los 30, que tomó la decisión de no tener hijos mientras hacía prácticas durante la carrera de Magisterio. "Me encantaba estar con los niños en el colegio, me hacían muy feliz, pero cuando daban las cinco de la tarde no quería tener a alguien dependiendo de mí constantemente", confiesa y añade que su trabajo en una empresa de inserción laboral le permite "ayudar a personas que están en situaciones difíciles y solas. Para mí ellas son las que necesitan que las cuiden". Irene conoce a otros jóvenes que dudan si tener hijos o no "pero no se atreven a verbalizarlo o quizás no están seguros. Es una decisión difícil de tomar. Yo me di siete años de plazo para cambiar de opinión y, a día de hoy, sigo pensando lo mismo".

Más de 6.000 jóvenes. El sondeo fue realizado por el Observatorio Vasco de la Juventud en otoño de 2020 a más de 6.000 jóvenes de 15 a 29 años.

Quieren más las mujeres. Teniendo en cuenta el sexo y la edad, quienes más quieren tener hijos o hijas son las mujeres de entre 20 y 29 años.

La edad ideal, 30 años. A las personas jóvenes que quieren ser padres o madres algún día les gustaría tener a su primer hijo o hija a los 30 años, si bien la edad media de las madres primerizas en Euskadi es de 31,9 años, dos años más tarde.

Más tarde de lo deseado. Solo el 57,6% de las jóvenes y el 61,3% de los varones creen que tendrán hijos o hijas a la edad que consideran ideal para ello.

68%

Al 67,6% de las personas jóvenes encuestadas en 2020 le gustaría mucho o bastante tener descendencia, frente al 71,8% de 2019 y al 84,7% de hace cinco años.