De momento, el covid-19 ya ha modificado modos de vida y de socialización en todas las franjas de edad: niños con mascarilla y en grupos reducidos, adolescentes y jóvenes sin vida social en una etapa clave de su itinerario vital, adultos arrastrados a la precariedad, mayores aislados, solos y con miedo,...

Los daños emocionales, además de los físicos, tardarán tiempo en cicatrizar, pero esta revolución social engendrada por el SARS-CoV-2 ha puesto de manifiesto que la voluntad humana (individual y comunitaria) de progresar es inagotable.

Buena parte de la juventud ha visto malogradas sus expectativas por independizarse, por acceder a un puesto de trabajo... El futuro laboral de toda una generación ha quedado estancado por culpa del virus. Las tablas de salvación a las que agarrarse y subirse durante 2020 fueron contadas.

Una de ellas llevaba la firma de la Fundación Sabino Arana, que durante ese inolvidable curso fue capaz de ofrecer formación a un total de 18 jóvenes en distintas ramas ligadas a la Cultura, las Ciencias Sociales y las Humanidades a pesar de todo lo que cayó. Los nombres de Nuria, Jonathan, Naiara y Kevin son la prueba real de que con ayuda y compromiso es posible capear tempestades épicas como la que encaró, por ejemplo, el último de ellos a más de 9.000 kilómetros de su hogar, su familia y sus seres queridos.

En su caso, este joven, natural de Jalisco (México), compaginó durante cinco meses las clases en la UPV/EHU con las prácticas en el Archivo de la Fundación alimentando una base de datos con noticias y artículos publicados entre 1943 y 1944 en Euzko Deya (editado en México) recogiendo la actividad y las relaciones de vascos y catalanes en el exilio mexicano. “Mi aprendizaje fue integral”, valora Kevin Delgadillo Camacho al otro lado del charco un año después.

De aplicación práctica

Y es que según relata, además de su “objeto de estudio” (el nacionalismo vasco) durante sus prácticas pudo aprender otras habilidades y asimilar otras capacidades como el manejo y la conservación de documentación histórica. “Este periodo me sirvió como medio de adaptación no solo a Bilbao sino a la cultura del País Vasco de manera que mi tiempo en la Fundación Sabino Arana significó un gran aprendizaje de los usos y costumbres vascos con los cuales me encariñé”, enfatiza en declaraciones a DEIA. De hecho, este joven licenciado en Relaciones Internacionales ha podido aplicar todo ese bagaje intelectual y funcional para la siguiente secuencia de su vida.

Lo explica él mismo: “He podido utilizar los conocimientos adquiridos de forma parcial pues precisamente llegué a la Fundación con el objetivo de aprender sobre los nacionalismos en la Península ibérica con motivo del Trabajo de Fin de Máster que me encuentro realizando actualmente sobre la construcción discursiva de proyectos nacionales antagónicos en la España actual”.

Otro de esos jóvenes que siempre busca la cara amable y positiva es Jonathan González Álvarez. Gracias a una beca de la UPV/EHU de transición al mundo laboral, entre octubre y diciembre de 2020 trabajó en la Sala de prensa de la Fundación Sabino Arana redactando noticias y efemérides diarias, y prestando apoyo en distintas actividades.

“Este periodo ha sido muy fructífero ya que en la situación en la que estamos, tan complicada, que alguien te dé la oportunidad de seguir formándote y seguir aprendiendo siempre es bienvenida”, describe este licenciado en Ciencia Política y Gestión Pública, y actualmente cursando la carrera de Criminología por la UNED. Porque la devastación legada por el covid-19 no ha podido doblegar a este joven bilbaino; ha cambiado sus planes o los ha atrasado, pero nada más. Cuando estalló la pandemia González Álvarez estaba realizando otro periodo de prácticas que fue cancelado y ahora, después de haber completado su formación en la Fundación Sabino Arana se ha lanzado al emprendizaje.

¿Experiencia mínima?

“Todo este asunto me ha hecho recapacitar y ahora estoy realizando un proyecto con Bilbao Ekintza para crear un negocio on line. Podría decirse que la pandemia me ha hecho reflexionar y decirme a mí mismo: si no te dan la oportunidad, créala tú mismo o al menos inténtalo. Yo no me pediría dos años de experiencia mínima”, apostilla, al tiempo que critica ese requisito abonado a innumerables ofertas de empleo y que cierra puertas a jóvenes como él. Por eso agradece la tarea formativa de la Fundación Sabino Arana, que desde el año 2000 ha dirigido y supervisado las prácticas efectuadas por un centenar de estudiantes de grados y másteres de diferentes universidades.

“Todo lo que sea ayudar a los jóvenes a iniciarse en el mundo laboral está genial y muchas veces las fundaciones o distintas entidades sin ánimo de lucro pueden facilitar este tránsito ofreciendo esa confianza que nos dan cuando nos admiten para unas prácticas que a la vez se transforma en experiencia para los jóvenes”, ilustra este apasionado de la historia y la cultura vasca en general. “Los buenos momentos que he pasado en la Fundación y la cercanía que produce el cara a cara no serían posibles a través de una plataforma on line por muy moderna y fantástica que sea”, zanjaba.

También hace una valoración positiva de esa beca de transición al ámbito laboral Nuria Roca Vallejo, una gasteiztarra de 23 años que durante tres meses pudo profundizar “de manera práctica” en los conocimientos adquiridos en su etapa universitaria, “además de compartir experiencias formativas enriquecedoras con profesionales del sector y con las propias compañeras de trabajo”. Graduada en Conservación y Restauración de Bienes Culturales (UPV/EHU), realizó labores de registro, catalogación y conservación preventiva de bienes histórico-artísticos pertenecientes al Fondo fotográfico y al de artes decorativas del Museo del Nacionalismo Vasco.

Conocimientos complementarios

Como muchos de sus compañeros en la facultad, tuvo que sacar adelante en pleno confinamiento su Trabajo de Final de Grado (TFG), “lo cual fue un gran handicap porque no tuvimos tan fácil el acceso a los recursos y servicios universitarios (bibliotecas, talleres, laboratorios, tutorías presenciales,…) que en circunstancias normales hubiéramos tenido”, recuerda. La pandemia también afectó a su trimestre de prácticas en la Fundación Sabino Arana aunque de un modo más natural, teniéndose que adaptar a los protocolos y restricciones vigentes.

Ella se queda con todos esos conocimientos complementarios que ha adquirido y que podrá aplicar en futuros trabajos. Con eso y con el “aprendizaje práctico basado en la cooperación y el beneficio mutuo” que definen a la Fundación Sabino Arana. “A pesar de las dificultades impuestas por la pandemia, me alegra haber podido continuar con mi formación académica y mi carrera profesional. En el fondo -enfatizaba-, después de todo lo vivido, me sorprende la gran capacidad de adaptación y de superación que tenemos incluso frente a realidades tan adversas”. “Nadie estaba preparado para todos los cambios que se iban a producir, ni a la rapidez a la que nos íbamos a tener que adaptar para poder continuar con nuestras vidas y superar esta crisis. La manera en que estudiábamos cambió totalmente; y también en la que trabajábamos, nos relacionábamos y convivíamos”, expresaba la joven gasteiztarra.

Una situación por la que también atravesó Naiara Gallego Berrotaran, cuyo primer contacto con la Fundación llegó hace una década y, desde entonces, no ha perdido contacto. Montó su propia empresa (Meraki Estudio y Meraki for brands) y desde hace cuatro años imparte talleres didácticos en el Museo. La pandemia obligó a suspender una veintena durante aquellas primeras semanas. “Una vez pasados los días de caos hice vídeos en directo enseñando pequeños talleres para que los padres mantuvieran entretenidos a los niños. Incluso hice un reto de Una foto, un día...”, relata con su sonrisa eterna esta joven de Errenteria licenciada en Bellas Artes.

“Tenemos talleres en los que los alumnos reciclan una caja de cartón y construyen una cámara estenopeica. En otro, con una caja de cartón preparamos una cámara oscura y revelamos la fotografía como se hacía antiguamente,... También realizamos talleres entorno a Bilbao y sus edificios, y entre otros les adentramos en el mundo de la animación con la técnica lightpainting, pintar con luz,...” describe incansable. En su caso, defiende las oportunidades que suponen este tipo de prácticas porque “es la mejor manera de conocer las necesidades que van surgiendo en el día a día en un trabajo de verdad”.

“Cualquier tipo de conocimiento complementario que he aprendido lo puedo aplicar en futuros trabajos”

Registro, catalogación y conservación de bienes histórico-artísticos