UÍDATE, ten mucho cuidado". Así son siempre los últimos cinco minutos de cada conversación que el iruindarra Javi Magán mantiene con sus padres o su abuela desde Reino Unido. "Tienen miedo de que me contagie y no poder estar conmigo si lo necesito". Lo normal en mitad de una pandemia. Más, si cabe, teniendo en cuenta que es enfermero y trabaja en una UCI con pacientes covid. También batallan contra el coronavirus en el extranjero el fisioterapeuta bilbaino Aitor Santi Franco, que ejerce en el Hospital Cochin de París, y la leonesa Alba Casal, que trabajó como enfermera en sendas residencias de Gipuzkoa y ahora lo hace en Urgencias de un hospital de Manchester.

Javi Magán, enfermero de UCI

"Algunos tienen tu edad y eso te abre los ojos"

"Ves el miedo que tienen por su vida y haces todo lo posible. Te necesitan y tú quieres ir, pero sabes que vas a tardar en ponerte todo el equipo de protección". Javi Magán, enfermero especializado en UCI que lleva trabajando en Reino Unido desde 2013, siente impotencia cuando ve a los pacientes extubados. "Están despiertos y solos. Todo lo que ven son nuestros ojos". Eso es lo que más le ha tocado la fibra en esta pandemia. Eso y asumir que, en otro casos, "continuar con el tratamiento no se consideraba lo mejor". "Era muy duro saber que iban a morir y no poder hacer todo lo que querías por ellos ni traer a su familia para que pasaran esos últimos momentos juntos".

Javi ha resistido el embate de las dos primeras olas en un hospital de Portsmouth, donde ha llegado a cuidar a tres pacientes intubados o ventilados durante turnos de doce horas y media cuando lo habitual, antes de esta crisis sanitaria, era que atendiera a uno. "Dentro de la incertidumbre y de ir a trabajar a veces con miedo, ha sido muy frustrante y descorazonador, sobre todo, porque el estándar de cuidado que podíamos dar no era comparable a lo que estamos acostumbrados", lamenta.

Ahora que han bajado los ingresos por covid y en la UCI tienen incluso alguna cama vacía han pasado de "no parar, dando tratamientos y manteniendo las distintas máquinas para mantenerlos con vida, a un enfoque más psicológico, ya que después de dos o tres meses críticos en una cama, sin ver a su familia y con secuelas a veces muy importantes, es difícil seguir motivado", reconoce este iruindarra de 29 años, que aúna esfuerzos con "el equipo de fisioterapia para ayudarles a recuperar movilidad, fuerza e independencia, mientras continúan con el destete del ventilador". Una vez abandonen el hospital, advierte, tendrán que ir a rehabilitación y "eso también va a suponer un impacto muy importante a la sociedad".

Con las familias de los pacientes hablaba "dos o tres veces por día" y les transmitía que "intentaban ser más cercanos de lo normal" para que "sintieran que había alguien con ellos". Incluso cuando les tenía que dar noticias "que son muy difíciles de recibir y más por teléfono" había quienes "tenían el detalle y las fuerzas" de darle las gracias por sus cuidados. "Eso te reconforta y te quita un poco de carga de los hombros", valora este profesional, que no podía evitar llevarse esa mochila a casa, donde se "desahogaba" con su pareja, que también es enfermera.

Aunque Javi alaba la "valentía" del personal que fue derivado de otros servicios para arrimar el hombro en los peores momentos, eso le suponía tener que "mantener un ojo en ellos y ayudarles". Una situación que, dice, ha "realzado la necesidad de reconocer la especialidad de UCI porque son unos conocimientos muy específicos que requieren años de práctica, cursos y posgrados". Mientras que en Reino Unido "en la misma UCI se encargan de formarte y tienes un contrato permanente", en Iruñea, dice, no es así. "Conozco a compañeros a los que les mueven de un sitio a otro. Es difícil gastarse el dinero en especializarse en algo de lo que luego no sabes si vas a terminar trabajando", comenta este enfermero, que en la segunda oleada atendió a pacientes de 29 y 30 años. "Muchos han mejorado, pero otros no y te abre los ojos porque tienen tu edad y están muy enfermos".

Aitor Santi Franco, fisioterapeuta

"Las variantes son más contagiosas y graves"

A Aitor Santi Franco, fisioterapeuta del servicio de UCI y cirugía torácica y digestiva del Hospital Cochin, de París, nadie le ha preparado psicológicamente para acompañar a pacientes que saben que van a morir. "Me rompe el corazón ver que la persona lucha y lucha por salir de esa situación, pero que le ha llegado su hora", confiesa este bilbaino de 33 años, para quien también es "muy duro ver a gente joven que por ser obesa fallece sin saber por qué".

El miedo a la muerte, no poder moverse de la cama, los cables, el ruido, el trasiego de personal... "El estrés psicológico que sufre un paciente en la UCI puede durar hasta cinco años después", asegura este fisioterapeuta, que lo mismo los apoya "hablando con ellos o escuchándolos" que les insiste para que "no tiren la toalla y sigan trabajando en los momentos de debilidad". De vez en cuando alguno regresa, pasados los meses, para darles las gracias. "Han cogido unos kilos, están más fuertes y a veces ni siquiera les reconozco. Te traen una caja de bombones y dicen: Esto para los fisios por haber sido tan pesados", bromea.

Con comercios no esenciales , los parisinos han sido "reconfinados", ya que tienen "una incidencia muy alarmante, de hasta 700 casos por cada 100.000 habitantes en algunas zonas del norte", detalla. "Las UCI están al 90% en Francia, pero en la región parisina estamos desbordados y se van a cancelar el 80% de las operaciones programadas. La carga es tal que están enviando pacientes en trenes medicalizados a otras regiones", apunta y añade que "las nuevas variantes del coronavirus son más contagiosas y graves y ha bajado la media de edad. Han aumentado los ingresos de pacientes de entre 20 y 50 años. Nosotros hemos tenido a dos embarazadas de 26 y 30 años que han necesitado soporte ventilatorio, pero han salido bien", aclara.

Experto en fisioterapia respiratoria, Aitor reivindica la necesidad de integrar a estos profesionales "a tiempo completo" en los equipos multidisciplinares de las UCI, tal y como ya se hace en Francia. "En el Estado, antes del covid, iban de forma puntual, lo que dificulta la organización de los tratamientos y su desarrollo profesional", explica este sanitario, quien destaca la importancia de su labor, ya que el coronavirus merma especialmente el aparato respiratorio y locomotor. "Me ha impactado la rápida pérdida de tono muscular. Hay pacientes que cuando despiertan no consiguen mover nada, salvo la cara", señala y destaca el "gran esfuerzo que supondrá para el sistema crear programas para rehabilitarlos".

Alba Casal, enfermera

"Me infecté y pasé mucho miedo"

La enfermera Alba Casal, que trabaja en Urgencias de un hospital de Mánchester, ha sufrido la pandemia en sus propias carnes. "Al principio mi abuelo se murió de covid en España y fue estresante a nivel personal. Yo me infecté en noviembre, estuve un día ingresada y pasé mucho miedo, la verdad, porque nunca sabes cómo te va a afectar la enfermedad. Yo hago deporte y no tenía energía, me faltaba el aire para cualquier mínima actividad", recuerda esta sanitaria de 28 años, que ha tenido que atender a personas aún más jóvenes que ella. "La última tenía 20 años, era una persona sana, fue a la UCI y su placa de rayos era horrible. Creo que se está recuperando", dice.

A nivel profesional, comenta, "los primeros meses no tuvieron en Reino Unido tanto impacto como en España, pero en otoño el número de muertos empezó a subir y llegó a casi 2.000 al día". A la "carga de trabajo de los últimos meses", dice, hay que sumar la falta de personal. "En la sala de paradas designada a pacientes que necesitan respiradores y ventiladores tendríamos que estar tres enfermeras y hemos estado dos. Cuando te juntabas con tres pacientes que requerían solamente ya de una enfermera era estresante", reconoce esta sanitaria, que trabajó en sendas residencias de Eibar y Ermua, de donde es su pareja.

A pesar de todo, lo "más duro" para Alba ha sido ver cómo "intubaban a algún paciente y, después de estar unas pocas horas en Urgencias, se tomaba la decisión, antes de trasladarlo a la UCI, de extubarlo y llamar a la familia para decirle que no había mucho más que hacer por él. Es como dar por muerto en vida a esa persona, sientes impotencia por no poder luchar por ella", confiesa.

En la cara opuesta de la moneda le insuflan ánimo y fuerzas "los pacientes que han estado muy enfermos y, una vez que son dados de alta, nos envían una carta de agradecimiento al personal que cuidamos de ellos. Eso te recarga las pilas, la verdad, porque menudo añito...".

"Después de tres meses críticos en una cama sin ver a nadie y con secuelas es muy difícil seguir motivado"

"Era muy duro saber que iban a morir y no poder hacer todo lo que querías por ellos ni traer a su familia"

Enfermero en UCI de Portsmouth

"El estrés psicológico que sufre un paciente en la UCI puede durar hasta cinco años después"

"Me rompe el corazón ver que la persona lucha y lucha por salir de esa situación, pero que le ha llegado su hora"

Fisioterapeuta en UCI de París

"Al principio de la pandemia mi abuelo se murió de covid en España y fue estresante a nivel personal"

"Yo hago deporte y no tenía energía, me faltaba el aire para cualquier mínima actividad"

Enfermera en Mánchester