De "esencial". Así calificó el lehendakari, Iñigo Urkullu, el trabajo que realiza desde mayo del año pasado la Red de Vigilancia y Control del covid-19, cuya sede ubicada en Barakaldo visitó ayer miércoles en compañía de la consejera de Salud, Gotzone Sagardui.

La Red de Vigilancia y Control, a cuyos miembros se conoce como rastreadores, fue creada hace diez meses -en el segundo mes de la pandemia- con 36 enfermeras gestoras en un equipo que ahora está integrado por cuarenta enfermeras y 700 profesionales que trabajan en red. Según el máximo dirigente del Gobierno vasco, esta formación "ha demostrado ser clave para frenar la expansión del virus".

Y es que el propio Urkullu se encargó de recordar que los rastreadores "han identificado 166.000 casos positivos en Euskadi" desde el pasado mayo, para lo que han realizado más de 2.250.000 pruebas diagnósticas, tanto a personas con síntomas de padecer covid-19 como a sus contactos estrechos.

Pese a reconocer "el cansancio de la población", por las condiciones de vida de los últimos meses -alteradas por las restricciones para combatir la pandemia-, el lehendakari solicitó a la ciudadanía que se ponga en contacto con su centro de salud al menor síntoma o sospecha de estar infectados por el coronavirus, así como colaborar con los equipos de rastreo, lo que facilita en gran medida determinar el origen del contagio y detener la propagación del SARS-CoV-2. "Se trata de frenar al virus, no de castigar a nadie", aclaró el máximo representante de Lakua.

Urkullu indicó que "la anticipación y la prevención siguen siendo fundamentales, pero que la labor de los rastreadores "no es fácil". Por eso aclaró que "necesitan toda nuestra ayuda para que puedan seguir investigando de manera coordinada". "Es una cuestión de solidaridad. Se trata de salvar vidas. Cuantos menos contactos, menos contagios y, por lo tanto, menos hospitalizaciones y menos muertes", sentenció.