Las puertas de la casa rural Telleri de Sopelana solo estuvieron cerradas durante el estado de alarma, pero en los últimos meses apenas las han atravesado clientes. "Hemos tenido abierto, aunque sin reservas. Tuvimos en julio y agosto muy baja ocupación con respecto a otros veranos. En septiembre hubo como un goteo y luego ya no hemos facturado nada. Los meses que llevamos de este año, cero", subraya Silvia Delgado, la propietaria de este establecimiento con capacidad para doce personas que lleva en funcionamiento desde 2007.

Las previsiones para Semana Santa tampoco son, por el momento, muy esperanzadoras. "Solo tenemos reservadas dos habitaciones dobles, dos noches cada una. Hemos tenido unas poquitas llamadas solicitando información y la gente lo que busca es una casa completa para esparcirse con la familia y poder utilizar la cocina. He recibido más llamadas para alquilar la casa íntegra, que no la alquilo, que por habitaciones. En navidades, por ejemplo, eso es lo que querían", explica Silvia, que intuye que lo suyo no es una excepción. "Las casas que primero se ocupan son las de litoral. Si yo no tengo casi reservas, por el momento, me imagino que parecido andarán las que son por habitaciones. Sospecho que las casas completas son las que más están adelantando el trabajo", dice.

En su caso, la normativa le permite alquilar todas las plazas, "solo que el aforo para los desayunos es máximo de cuatro personas y guardando las distancias de seguridad, por lo que tendrían que ser a turnos o desayunar en las habitaciones". El ejercicio pasado decidieron no ofrecerlos. "Aconsejábamos a la gente que fuese a desayunar a un obrador que está cerca, en el mismo barrio, porque es imposible llevarles el desayuno a la habitación con una sola trabajadora", comenta Silvia, que está al frente de este establecimiento junto con su pareja.

"Economía de guerra y aguantar"

Pese a la que está cayendo, Silvia confía en poder aguantar el tirón. "Yo tenía unos ahorritos y he ido tirando de ellos. Pienso que otras casas rurales, que no han tenido la suerte de haber podido acumular un poco de dinero, lo estarán pasando bastante mal a juzgar por el nivel de facturación que estamos teniendo. Yo tampoco tengo hipoteca. Entonces, se pasa el mal trago mejor. Economía de guerra y a aguantar", dice.

En julio del año pasado esta casa rural registró un 50% de ocupación y en agosto, un 75%, cuando lo habitual esos meses era que estuviera alquilada al 100%. "En junio y en septiembre suelo tener mucha ocupación y suele haber bastantes reservas hasta las navidades. Luego cae, pero este último año no ha sido así para nada", recalca. Con esa experiencia no es de extrañar que mire al próximo verano sin demasiadas expectativas. "Tengo un visión un poco pesimista. Creo que vamos a tener una temporada como la del año pasado. Entre el miedo que tiene la gente y la incertidumbre por la crisis económica que viene, creo que no va a ser fácil para nosotros y que el destino de vacaciones de las personas del resto del Estado español se modificará un poco e irán, por ejemplo, a la casa del pueblo. En fin, creo que este año se va a mover poco también. Ojalá que me equivoque", desea por el bien de todos.

A la espera de ver si se cumplen sus predicciones, Silvia baraja dos causas para explicar este bajón en las reservas. "No sé si tiene igual impacto el covid que los alojamientos irregulares que hay por toda Euskal Herria. Es un fenómeno previo al covid, pero también es muy nuevo y creo que se refleja en las cifras. Han influido las dos cosas rotundamente", zanja.

"Yo he tirado de unos ahorritos, pero otros lo estarán pasando bastante mal a juzgar por la facturación"

Dueña de la casa rural Telleri de Sopelana